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¿Te has creído muy bueno en alguna ocasión?

MP3: ¿Te has creído muy bueno en alguna ocasión? (Spanish)
MP3: Have You Ever Thought? (English)

Hace siglos de siglos vivió un hombre muy bueno llamado Job. Todos reconocían que Job era un hombre muy bueno, hasta el propio Job. Y no exageraban, era la mejor persona del mundo. Dios mismo lo dijo.

Conviene tratar ser bueno y no hacer cosas malas, claro, pero a Job se le olvidó algo muy importante. Se le metió la idea de que él solito podía ser bueno sin ayuda de nadie. Dios tuvo que enseñarle que hasta el mejor hombre del mundo necesita la ayuda de Dios para ser bueno.

*

¿Te has creído muy bueno en alguna ocasión,
y que a nadie ofendías jamás?
¿Te has creído muy buena, pues en tu opinión,
mejor eras que los demás?
Hubo un señor llamado Job
que se creyó de lo mejor.
Pero luego de un tiempo llegó a comprender,
que el único bueno era Dios.

[Que el único bueno era Dios.]

Cuando se vio en apuros y en un lío total,
y todo se echó a perder.
Cuando se vio en apuros y se puso muy mal,
Job ya no supo qué hacer.
A sus amigos se quejó:
“¿Por qué me ha hecho esto Dios?”
Aunque fácil no fue, tuvo que reconocer
que el único bueno era Dios.

Sin perder la confianza y con un poco de fe,
Job su pecado admitió.
Rezó por sí mismo y por otros también,
y enseguida el Señor lo curó.
También logró recuperar
lo que tenía y mucho más.
Y por encima de todo, Job sin duda aprendió
que el único bueno era Dios.

Por eso si es que te va bien,
nunca se te olvide que
del Cielo proviene todo lo mejor,
y el más bueno de todos es Dios.

¡Aaah, aaah! Ah…

¿Te has creído muy bueno en alguna ocasión?
[El más bueno de todos es Dios.]
¿Te has creído muy buena en alguna ocasión?
[El más bueno de todos es Dios.]
¿Te has creído muy bueno en alguna ocasión?

…¡El más bueno de todos es Dios!

Tomado del álbum Grandes aventuras 2. Música y letra: Cathy Gehr. Intérprete: Angelique Greene. Producción: Allan Pratt.
© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.

Todo lo doy

MP3: Todo lo doy (Spanish)
MP3: All That I Have (audio)

Dios ve todas las cositas que damos a los demás. A Dios le gusta que compartamos lo que tenemos.

Una vez Jesús estuvo hablando con una muchedumbre de cinco mil personas en un campo. No tenían que comer, todos tenían hambre. Un niñito vino y regaló su almuerzo a Jesús.

“Ese poquito no alcanzará para todos”, comentaron algunos.

Jesús sonrió a su amiguito, tomó los alimentos y los bendijo. “Den de comer a todo el que tenga hambre” dijo Jesús.

Así empezaron a repartir la comida que el niño les había dado, y en lugar de acabarse ¡hubo más y más y más! Al poco rato todos habían comido, incluso Jesús y su amiguito, y además sobró mucha comida.

En otra ocasión, Jesús estaba sentado en el templo. Mucha gente entraba a donar dinero para la obra de Dios. Algunos ricos se enorgullecían de que estaban dando mucha plata. Mientras Jesús miraba, una señora muy pobre entró y puso dos moneditas. Jesús le sonrió y dijo: “Esta pobre viuda dio más que toda la demás gente. Dio todo lo que tenía.” Dios la bendijo y la guardó.

*

Dos pescaditos y un poco de pan
a cinco mil hombres alimentarán.
Un muchachito todo lo dio,
y aunque era poco, se multiplicó.

Estribillo:
Todo lo doy, todo lo doy,
yo voy a darle todo al Señor. [Bis]

Una viudita de aquella ciudad,
aunque dio poco, dio de verdad.
Al ver su ofrenda, Jesús se alegró;
dijo de ella: “Todo lo dio”.

Se repite el estribillo

Dos pescaditos y un poco de pan
a cinco mil hombres alimentarán.
Un muchachito todo lo dio,
y aunque era poco, se multiplicó.

Se repite el estribillo

… Yo voy a darle todo al Señor.

Tomado del álbum Grandes aventuras 2. Intérprete: Cathy Gehr.
© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.

Jesús, entra en mi corazón

MP3: Jesús, entra en mi corazón (Spanish)
MP3: Jesus, Come into My Heart (English)

Jesús iba por todas partes haciendo el bien y mostrando a la gente que Dios la quiere mucho. Dios sabía que todas las personas del mundo han hecho cosas malas por las que merecen un castigo. Pero prometió perdonarnos con tal de que amáramos a Jesús y le diéramos las gracias por Su ayuda. Lo más precioso que hizo Jesús por nosotros fue entregar Su vida para salvarnos. Tres días después volvió a la vida para nunca más morir. Estas son las alegres nuevas que Dios nos cuenta en Su libro, la Biblia, que si pedimos a Jesús que viva en nuestro corazón, formaremos parte de la gran familia feliz de Dios y algún día podremos irnos a Su bellísima casa que se llama el Cielo.

*

Hoy me contaron Tu historia, Señor,
ya veo muy claro que el Cielo te envió.
Tú fuiste niño también,
sabes cómo me siento y me entiendes muy bien.

Estribillo 1
Jesús entra en mi corazón,
conocerte es mi oración.
Dame amor, dame luz, quiero ser como Tú.
Jesús entra en mi corazón.

Nos diste Tu vida, viniste a sanar.
Necesito Tu ayuda, te quiero aceptar.
Ahora te pido perdón.
Te abro mi alma con esta canción.

Estribillo 2
Jesús, entra en mi corazón,
conocerte es mi oración.
Dame amor, dame luz, quiero ser cómo Tú.
Jesús entra en mi corazón.

Estribillo 3
Jesús, entra mi corazón,
conocerte es mi oración.
Desde el cielo estarás esperándome allá,
Jesús entra en mi corazón.
Dame amor, dame luz, quiero ser como Tú.
Jesús entra en mi corazón.

Tomado del álbum Grandes aventuras 2. Música y letra: Michael Fridley. Voz: Angelique Greene. Mezcla de sonido: Allan Pratt.
© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.

Jesús nos da un mensaje especial

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Durante Su juventud, a Jesús le enseñaron las Sagradas Escrituras. Aprendió sobre las leyes de Dios, la historia del pueblo de Dios, y a comprender la relación que las personas tenían con Dios tal como lo expresan las Escrituras. La Biblia nos cuenta sobre una ocasión en la que, siendo ya adulto, Jesús se levantó en la sinagoga y se puso a leer las Escrituras a aquellos que estaban presentes.

¿Y qué leyó? Leyó Isaías 61:1-2. Este pasaje contenía un mensaje especial, además, porque a través de él Jesús declaraba que el Espíritu de Dios había venido a Él para comenzar Su misión en la tierra: enseñarnos sobre Dios y traernos la salvación.

Lee este relato en Lucas 4:16–19, y también Isaías 61:1–2. Fíjate luego si puedes responder a estas preguntas:

  1. ¿En qué ciudad quedaba la sinagoga donde Jesús leyó las Escrituras?
  2. Una sinagoga es:
    1. un restaurante
    2. un lugar de adoración para las personas de religión judía
    3. una guardería de para niños pequeños
  3. El día de reposo (sábado) para los judíos comienza en el atardecer del día anterior y sigue ¿en qué día de la semana?
    1. Domingo
    2. Martes
    3. Sábado
  4. En Lucas 4:18 dice: «El Espíritu del Señor está sobre Mí». ¿En este caso, de quién habla cuando dice «Mí»?
    1. Abraham
    2. Jesús
    3. la gente de la sinagoga
  5. Verdadero o falso: «Predicar el Evangelio a los pobres» significa predicar el mensaje de Dios solamente a aquellas personas que tienen muy poco dinero.
  6. Alguien «quebrantado de corazón» es una persona extremadamente __________ (Pista: es una palabra de seis letras.)
  7. En Isaías 61:1, cuando habla de los «cautivos» se refiere a:
    1. aquellas personas que se ven atrapadas en sus pecados
    2. personas encarceladas
    3. a los animales del zoológico
  8. Verdadero o falso: «Poner en libertad a los oprimidos» significa liberar a las personas cuyo espíritu está dañado por el pecado. (Ver Lucas 4:18.)
Ver «Respuestas a “Jesús nos da un mensaje especial”» en la sección Padres y profesores.
Texto: Evan Kallen. Ilustración: Alvi. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021

El príncipe y el poder mágico

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Érase una vez en un país lejano un magnífico palacio donde un joven príncipe vivía feliz con el rey.

Cierto día el rey mandó llamar al príncipe y le dijo:

—Voy a encargarte una misión muy importante. Deseo que vayas a los pueblos que hay al otro lado de las montañas y que hables a la gente de allí del amor y la alegría de que gozamos en abundancia en nuestro reino. Te extrañaré muchísimo. Me entristece pensar que estarás lejos, pero una vez que termines tu misión, volverás. Es la única manera en que puedo demostrar a los habitantes de esos pueblos que me intereso mucho por ellos.

El príncipe se entristeció al principio, pues no quería dejar a su amado padre —y aquel reino donde era muy feliz y estaba tranquilo— aunque fuera solo por un tiempo. Sin embargo, deseaba complacer al rey. El rey también prometió que la felicidad de su hijo sería aún mayor, porque habría ayudado a la gente y tendría muchos nuevos amigos.

El príncipe lo pensó un poco y luego aceptó hacer lo que le pedía su padre.

Cuando el príncipe estaba a punto de partir, el rey le puso una mano en el corazón, diciéndole:

—Te concedo un poder mágico para que transformes el corazón de las personas, llenando sus vidas con el amor que compartimos, lo cual aumentará su felicidad.

—Gracias, Padre —dijo el príncipe—. ¡Quiero que otros disfruten de esta felicidad que tenemos!

Tras muchos días de viaje, el príncipe llegó a una aldea situada al otro lado de las montañas. Una vez que había encontrado un lugar donde hospedarse, caminó por la aldea para conocer a los habitantes y ver cómo vivían. Al poco rato, llegó a un parque cubierto de pasto, donde jugaban unos pequeños. Varios niños notaron que era nuevo en la aldea y empezaron a conversar con él. Al poco rato, jugaba con ellos.

El sol empezó a ponerse en el horizonte y terminó el juego. Los nuevos amigos del príncipe le dijeron que se habían divertido mucho con él y le rogaron que volviera a jugar con ellos. El príncipe aceptó, y todas las tardes fue al parque a ver a sus nuevos amigos.

El príncipe contó a sus amigos anécdotas de su padre; les habló del palacio y del reino donde vivía. También les habló del gran amor y bondad de su padre por los pobladores de su reino, y que se desvivía por darles todo lo que les hiciera falta para que nadie padeciera necesidad en su tierra. El príncipe procuraba que todos los niños que conocía se sintieran incluidos. Si un niño se lastimaba, él se detenía y ayudaba al niño herido para que se recuperara rápidamente.

Cuando iba por la aldea, el príncipe manifestaba ese mismo amor y amabilidad a todos los que encontraba, aunque algunas personas no fueran amables con él. A menudo lo veían que ayudaba a algún necesitado.

Un día, cuando el príncipe hablaba a los niños sobre su padre y sobre el reino de dónde provenía, algunos niños se burlaron de él, diciéndole:

—Pensamos que tus historias son demasiado maravillosas como para creer que son verdad. Es imposible que exista un lugar tan asombroso o que tu padre cuide tan bien de los habitantes de su reino.

Otros niños, respondieron a los primeros, diciéndoles:

—Hemos visto que el príncipe es muy bueno con nosotros y con todos los que conoce. Hemos visto que los que están enfermos recuperan la salud cuando él se interesa por ellos. ¡Estamos convencidos de que nos dice la verdad!

Después, añadieron dirigiéndose al príncipe:

—Te creemos. Siempre estás feliz y eres optimista. Nos has traído una alegría mayor que la que conocíamos. Cuéntanos más.

El príncipe puso una mano sobre el corazón de cada uno de los amigos que habían creído y les explicó:

—Mi padre me dio un poder mágico con el cual puedo llenar la vida de ustedes con amor y gran alegría. Ahora les paso este regalo.

A medida que el príncipe colocaba su mano sobre el corazón de cada uno de ellos, se llenaban de alegría y de amor. Entonces, quisieron amar, ayudar a otros y manifestar amabilidad, como lo había hecho con ellos su nuevo amigo. También deseaban con ansia que sus conocidos recibieran ese regalo.

—Podemos presentarte a otras personas de la aldea para que también les des este estupendo regalo —le dijo un niño al príncipe.

—Debo volver con mi padre —explicó el príncipe—. Pero como desean compartir este regalo con otros, les he entregado este mismo poder mágico que me dio mi padre. Este regalo los ayudará a ser amorosos y amables unos con otros y con todas las personas que conozcan; así también ayudarán a transformar el corazón de los demás y a que su vida mejore.

Llegó el momento de que el joven príncipe volviera a su palacio y les dijo a sus queridos amigos:

—A todas las personas que vean, ¡cuéntenles de mi padre y de mí, y de nuestro magnífico reino! Pongan una mano en el corazón de aquellos a quienes les crean, y empleen el poder que les he transmitido, el cual les dará una vida más feliz, plena y llena de amor.

Después de que partió el príncipe, sus nuevos amigos continuaron su obra contándoles a los demás las historias del rey y el príncipe y de su magnífico reino. Les hablaron de la gran alegría que ahora los embargaba. Emplearon el poder mágico que el príncipe les había dado para que la vida de los demás estuviera llena de ese gran regalo de amor y alegría.

¿Sabías que también puedes recibir un estupendo regalo mágico, como el que se describe en este relato? Hace más de 2000 años, Dios envió a Su Hijo Jesús a la tierra, de modo que conociéramos el magnífico amor que Dios tiene por nosotros. Aunque fue difícil para Jesús estar alejado de Su Padre, sabía lo importante que era que conociéramos el estupendo regalo de la salvación que recibimos cuando creemos y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador.

El Espíritu de Dios es como el poder mágico que nos transforma, que hace que nuestra vida sea más feliz y plena, y es un testimonio de Su amor. Tenemos el reino celestial de Dios por la eternidad. ¡Dios nos amó tanto que envió a Su hijo a salvarnos!

Si quieres conocer más del gran amor que Dios tiene por ti y de Su regalo de la salvación, repite esta sencilla oración: «Dios, creo que has enviado a Tu Hijo Jesús para darme a conocer Tu amor. Lo recibo a Él y Tu amor en mi vida. Quiero vivir contigo para siempre en Tu reino celestial. Perdóname por todo lo malo que he hecho. Lléname de Tu magnífico poder de amor, de modo que también ayude a otros a mejorar su vida con Tu amor y alegría. ¡Amén!»

Jesús entrará a tu corazón y en tu vida. Siempre estará contigo; nunca te dejará. Y vivirás para siempre en el reino celestial de Dios, con Su Hijo Jesús, tu gran y afectuoso amigo.

«El que cree en el Hijo tiene la vida eterna» (Juan 3:36; TLA).

«Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente» (Juan 10:10; TLA).
Adaptación de los escritos de María Fontaine. Ilustración: Zeb. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021

La gallinita roja

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—¡Papá! ¡Papá! —gritó Santiago—. ¡La pradera está en llamas! ¡El viento está dirigiendo el fuego hacia el gallinero y los establos!

—Sí. Lo he visto —contestó su padre mientras corría hacia el estanque con varios baldes vacíos—. Nuestros vecinos nos van a ayudar. Lo apagaremos antes que avance mucho más.

El fuego se acercaba a la valla que rodeaba la propiedad de la familia de Santiago. Las chispas también las llevaba el viento en dirección a la casa.

Afuera del gallinero, una nidada de pollitos se arrimaba a su madre.

—¡Mami, tengo miedo! —gritó uno de los pollitos.

—Hace mucho calor. Y el humo me lastima los ojos —lloró otra de las avecitas.

La mamá de los pollitos sabía que no debía mostrar temor. Pero las llamas se acercaban cada vez más. Su pequeña familia no tenía muchas probabilidades de sobrevivir.

—Acérquense, mis amores —dijo—. No se preocupen. Quédense bajo mis alas, y los protegeré del calor del fuego.

—Gracias, mami —piaron los pollitos—. Nos sentimos a salvo bajo tus alas.

—¡Finalmente! —Exclamó el padre de Santiago, mientras se limpiaba el rostro con un trapo húmedo—. Apagamos el fuego. ¡Gracias a Dios!

—¿Me pregunto qué será eso? —dijo Santiago. En la distancia se veía una pila humeante. Se acercó y le dio la vuelta con el pie.

—¡Dios mío! —exclamó Santiago cuando seis pollitos salieron corriendo de debajo de la pila—. Nuestra gallinita roja. Dio su vida para que los pollitos se salvaran.

Lágrimas asomaron a los ojos del niño al observar la gallina.

—Sí —dijo su padre—. Entregó su vida para salvar a sus pollitos, al igual que Jesús entregó la Suya para salvarnos a nosotros. Él sufrió una muerte terrible en la cruz a fin de rescatarnos.

El padre puso un brazo sobre los hombros de Santiago.

—Y ahora todo niño y niña, todo hombre y mujer que acepte a Jesús en su vida experimentará el gran amor que Dios siente por él. Como Jesús murió por nuestros pecados, nosotros viviremos para siempre.

—Querido Jesús —oró Santiago—, gracias por demostrarnos Tu amor mediante el ejemplo de la querida gallina roja que dio su vida por sus pollitos. Tú hiciste lo mismo por nosotros hace muchísimos años. Gracias por amarnos tanto.

«Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13).
Texto: Simon Peterson. Adaptación e ilustración: Phoebe Solari. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2020
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