Rincón de las maravillas
El príncipe y el poder mágico
miércoles, marzo 31, 2021

Érase una vez en un país lejano un magnífico palacio donde un joven príncipe vivía feliz con el rey.

Cierto día el rey mandó llamar al príncipe y le dijo:

—Voy a encargarte una misión muy importante. Deseo que vayas a los pueblos que hay al otro lado de las montañas y que hables a la gente de allí del amor y la alegría de que gozamos en abundancia en nuestro reino. Te extrañaré muchísimo. Me entristece pensar que estarás lejos, pero una vez que termines tu misión, volverás. Es la única manera en que puedo demostrar a los habitantes de esos pueblos que me intereso mucho por ellos.

El príncipe se entristeció al principio, pues no quería dejar a su amado padre —y aquel reino donde era muy feliz y estaba tranquilo— aunque fuera solo por un tiempo. Sin embargo, deseaba complacer al rey. El rey también prometió que la felicidad de su hijo sería aún mayor, porque habría ayudado a la gente y tendría muchos nuevos amigos.

El príncipe lo pensó un poco y luego aceptó hacer lo que le pedía su padre.

Cuando el príncipe estaba a punto de partir, el rey le puso una mano en el corazón, diciéndole:

—Te concedo un poder mágico para que transformes el corazón de las personas, llenando sus vidas con el amor que compartimos, lo cual aumentará su felicidad.

—Gracias, Padre —dijo el príncipe—. ¡Quiero que otros disfruten de esta felicidad que tenemos!

Tras muchos días de viaje, el príncipe llegó a una aldea situada al otro lado de las montañas. Una vez que había encontrado un lugar donde hospedarse, caminó por la aldea para conocer a los habitantes y ver cómo vivían. Al poco rato, llegó a un parque cubierto de pasto, donde jugaban unos pequeños. Varios niños notaron que era nuevo en la aldea y empezaron a conversar con él. Al poco rato, jugaba con ellos.

El sol empezó a ponerse en el horizonte y terminó el juego. Los nuevos amigos del príncipe le dijeron que se habían divertido mucho con él y le rogaron que volviera a jugar con ellos. El príncipe aceptó, y todas las tardes fue al parque a ver a sus nuevos amigos.

El príncipe contó a sus amigos anécdotas de su padre; les habló del palacio y del reino donde vivía. También les habló del gran amor y bondad de su padre por los pobladores de su reino, y que se desvivía por darles todo lo que les hiciera falta para que nadie padeciera necesidad en su tierra. El príncipe procuraba que todos los niños que conocía se sintieran incluidos. Si un niño se lastimaba, él se detenía y ayudaba al niño herido para que se recuperara rápidamente.

Cuando iba por la aldea, el príncipe manifestaba ese mismo amor y amabilidad a todos los que encontraba, aunque algunas personas no fueran amables con él. A menudo lo veían que ayudaba a algún necesitado.

Un día, cuando el príncipe hablaba a los niños sobre su padre y sobre el reino de dónde provenía, algunos niños se burlaron de él, diciéndole:

—Pensamos que tus historias son demasiado maravillosas como para creer que son verdad. Es imposible que exista un lugar tan asombroso o que tu padre cuide tan bien de los habitantes de su reino.

Otros niños, respondieron a los primeros, diciéndoles:

—Hemos visto que el príncipe es muy bueno con nosotros y con todos los que conoce. Hemos visto que los que están enfermos recuperan la salud cuando él se interesa por ellos. ¡Estamos convencidos de que nos dice la verdad!

Después, añadieron dirigiéndose al príncipe:

—Te creemos. Siempre estás feliz y eres optimista. Nos has traído una alegría mayor que la que conocíamos. Cuéntanos más.

El príncipe puso una mano sobre el corazón de cada uno de los amigos que habían creído y les explicó:

—Mi padre me dio un poder mágico con el cual puedo llenar la vida de ustedes con amor y gran alegría. Ahora les paso este regalo.

A medida que el príncipe colocaba su mano sobre el corazón de cada uno de ellos, se llenaban de alegría y de amor. Entonces, quisieron amar, ayudar a otros y manifestar amabilidad, como lo había hecho con ellos su nuevo amigo. También deseaban con ansia que sus conocidos recibieran ese regalo.

—Podemos presentarte a otras personas de la aldea para que también les des este estupendo regalo —le dijo un niño al príncipe.

—Debo volver con mi padre —explicó el príncipe—. Pero como desean compartir este regalo con otros, les he entregado este mismo poder mágico que me dio mi padre. Este regalo los ayudará a ser amorosos y amables unos con otros y con todas las personas que conozcan; así también ayudarán a transformar el corazón de los demás y a que su vida mejore.

Llegó el momento de que el joven príncipe volviera a su palacio y les dijo a sus queridos amigos:

—A todas las personas que vean, ¡cuéntenles de mi padre y de mí, y de nuestro magnífico reino! Pongan una mano en el corazón de aquellos a quienes les crean, y empleen el poder que les he transmitido, el cual les dará una vida más feliz, plena y llena de amor.

Después de que partió el príncipe, sus nuevos amigos continuaron su obra contándoles a los demás las historias del rey y el príncipe y de su magnífico reino. Les hablaron de la gran alegría que ahora los embargaba. Emplearon el poder mágico que el príncipe les había dado para que la vida de los demás estuviera llena de ese gran regalo de amor y alegría.

¿Sabías que también puedes recibir un estupendo regalo mágico, como el que se describe en este relato? Hace más de 2000 años, Dios envió a Su Hijo Jesús a la tierra, de modo que conociéramos el magnífico amor que Dios tiene por nosotros. Aunque fue difícil para Jesús estar alejado de Su Padre, sabía lo importante que era que conociéramos el estupendo regalo de la salvación que recibimos cuando creemos y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador.

El Espíritu de Dios es como el poder mágico que nos transforma, que hace que nuestra vida sea más feliz y plena, y es un testimonio de Su amor. Tenemos el reino celestial de Dios por la eternidad. ¡Dios nos amó tanto que envió a Su hijo a salvarnos!

Si quieres conocer más del gran amor que Dios tiene por ti y de Su regalo de la salvación, repite esta sencilla oración: «Dios, creo que has enviado a Tu Hijo Jesús para darme a conocer Tu amor. Lo recibo a Él y Tu amor en mi vida. Quiero vivir contigo para siempre en Tu reino celestial. Perdóname por todo lo malo que he hecho. Lléname de Tu magnífico poder de amor, de modo que también ayude a otros a mejorar su vida con Tu amor y alegría. ¡Amén!»

Jesús entrará a tu corazón y en tu vida. Siempre estará contigo; nunca te dejará. Y vivirás para siempre en el reino celestial de Dios, con Su Hijo Jesús, tu gran y afectuoso amigo.

«El que cree en el Hijo tiene la vida eterna» (Juan 3:36; TLA).

«Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente» (Juan 10:10; TLA).

Ver «El príncipe y el poder mágico. Franelógrafo».

Adaptación de los escritos de María Fontaine. Ilustración: Zeb. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021
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Etiquetas: relatos para niños, jesús, salvación