—¡Papá! ¡Papá! —gritó Santiago—. ¡La pradera está en llamas! ¡El viento está dirigiendo el fuego hacia el gallinero y los establos!
—Sí. Lo he visto —contestó su padre mientras corría hacia el estanque con varios baldes vacíos—. Nuestros vecinos nos van a ayudar. Lo apagaremos antes que avance mucho más.
El fuego se acercaba a la valla que rodeaba la propiedad de la familia de Santiago. Las chispas también las llevaba el viento en dirección a la casa.
Afuera del gallinero, una nidada de pollitos se arrimaba a su madre.
—¡Mami, tengo miedo! —gritó uno de los pollitos.
—Hace mucho calor. Y el humo me lastima los ojos —lloró otra de las avecitas.
La mamá de los pollitos sabía que no debía mostrar temor. Pero las llamas se acercaban cada vez más. Su pequeña familia no tenía muchas probabilidades de sobrevivir.
—Acérquense, mis amores —dijo—. No se preocupen. Quédense bajo mis alas, y los protegeré del calor del fuego.
—Gracias, mami —piaron los pollitos—. Nos sentimos a salvo bajo tus alas.
—¡Finalmente! —Exclamó el padre de Santiago, mientras se limpiaba el rostro con un trapo húmedo—. Apagamos el fuego. ¡Gracias a Dios!
—¿Me pregunto qué será eso? —dijo Santiago. En la distancia se veía una pila humeante. Se acercó y le dio la vuelta con el pie.
—¡Dios mío! —exclamó Santiago cuando seis pollitos salieron corriendo de debajo de la pila—. Nuestra gallinita roja. Dio su vida para que los pollitos se salvaran.
Lágrimas asomaron a los ojos del niño al observar la gallina.
—Sí —dijo su padre—. Entregó su vida para salvar a sus pollitos, al igual que Jesús entregó la Suya para salvarnos a nosotros. Él sufrió una muerte terrible en la cruz a fin de rescatarnos.
El padre puso un brazo sobre los hombros de Santiago.
—Y ahora todo niño y niña, todo hombre y mujer que acepte a Jesús en su vida experimentará el gran amor que Dios siente por él. Como Jesús murió por nuestros pecados, nosotros viviremos para siempre.
—Querido Jesús —oró Santiago—, gracias por demostrarnos Tu amor mediante el ejemplo de la querida gallina roja que dio su vida por sus pollitos. Tú hiciste lo mismo por nosotros hace muchísimos años. Gracias por amarnos tanto.
«Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13).
Texto: Simon Peterson. Adaptación e ilustración: Phoebe Solari. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2020