Nivel 1 relatos de la biblia para niños Archivos
Abraham
Muchos años después en otro país vivió un hombre llamado Abraham. Abraham amaba mucho a Dios y Dios amaba mucho a Abraham. Un día Dios le dijo: “Abraham te tengo una sorpresa. Te quiero enseñar la tierra que daré a tus hijos. Voy a hacer de ti una persona muy importante.”
Luego Abraham y Sara, su mujer, prepararon todas sus cosas y habiendo dicho “¡Chao!” a sus amigos, emprendieron viaje hacia el lugar que Dios les había indicado.
Estribillo
“Abraham, Abraham, con tu caravana.
Abraham, Abraham, con tu caravana.”
[Se repite el estribillo dos veces]
“Escucha, prepárate, es hora de partir
en pos de la tierra que te prometí.
En todo el trayecto Yo te guiaré
si decides ir por fe,
Abraham con tu caravana
Abraham con tu caravana, Abraham.”
Puente
Sin dudar obedeció al oír la voz de Dios,
con los suyos se marchó a un mejor país.
“A Sara un niño le prometí.
No dudes, confía, será así.
Aunque ella es anciana, no te fallaré,
ten confianza y tenme fe,
Abraham, con tu caravana.
Abraham, Abraham, con tu caravana.”
[Repetir puente]
[Repetir estribillo dos veces]
“Con tu caravana,
Abraham.”
Tomado del álbum Grandes Aventuras 1. Música y letra: Cathy Gehr. Cantante: Michael Fogarty.© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.
Canten y brillen
Dios nos ama mucho. Quiere que aprendamos a ser cariñosos y buenos unos con otros. Es triste, pero muchos años después de haber hecho a la gente Dios se dio cuenta de que esta era muy cruel y muy mala. Entonces encontró a un hombre que intentaba hacer el bien y obedecer a Dios; se llamaba Noé.
Noé amaba la bella tierra, los animales y todas las maravillas que Dios había creado, pero sobre todo amaba a Dios. Así que Dios dijo a Noé: «Quiero que construyas un barco bien grande en el que quepan tú y tu familia y un montón de animales. Voy a cubrir de agua toda la tierra y a arrasar con todo lo malo.»
Noé y su familia obedecieron, pues, a Dios y se pusieron a fabricar una enorme barca que luego se llamó el Arca. Al mismo tiempo, empezaron a almacenar alimentos. Noé tardó 120 años en construir el Arca, y aunque mucha de la gente mala se burló de él, Noé no paró, siguió obedeciendo a Dios. Un buen día el Arca quedó terminada y Noé, su familia y todos los animales se embarcaron en ella; en ese momento Dios cerró la puerta y ellos no hicieron más que esperar. De pronto, se oyeron caer las primeras gotas de lluvia. Llovió tanto que el barco de Noé empezó a flotar y el mundo entero se inundó, hasta las cimas de las montañas se cubrieron. Pero Noé y todos los que estaban con él en el Arca navegaron a salvo porque habían obedecido a Dios.
Estribillo 1
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Todos juntos, démosle a Dios la gloria,
niños del Señor.
Estrofa 1
Dios le pidió a Noé que un arca hiciera.
Dios le pidió a Noé que un arca hiciera.
Y le dijo: «Hazla de madera»,
niños del Señor.
Estrofa 2
Los animales de dos en dos entraron.
Los animales de dos en dos entraron.
Elefantes, monos y canarios,
niños del Señor.
Estribillo
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Todos juntos, démosle a Dios la gloria,
niños del Señor.
Estrofa 3
Luego, llovió sin parar por cuarenta días.
Luego, llovió sin parar por cuarenta días.
Los animales hicieron monerías,
niños del Señor.
Por fin salió el sol y secó todas las cosas.
Por fin salió el sol y secó todas las cosas.
Todo estuvo color de rosa, rosa,
niños del Señor.
Estribillo
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Todos juntos, démosle a Dios la gloria,
niños del Señor.
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Canten y brillen y denle a Dios la gloria.
Todos juntos, démosle a Dios la gloria,
niños del Señor, niños del Señor.
Tomado del álbum Grandes Aventuras 1. Música y letra: Peter Gehr.© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.
Gedeón tenía al Señor
Pasados muchos, muchos años, cuando el pueblo de Israel ya había ocupado la Tierra Prometida, un ejército de miles de ladrones y de hombres crueles, llamados madianitas, vino a llevarse todo lo que tenían los hebreos, por eso la gente andaba muy temerosa y se escondía. Muchos tuvieron que vivir en cuevas y esconder su comida y sus cosechas bajo la tierra. Todos rezaron para que Dios los ayudara. Dios escuchó sus oraciones y envió un ángel a un joven llamado Gedeón que se encontraba labrando su campo. El ángel fue y se sentó cerca de él a la sombra de un roble.
—Dios quiere ayudarte a espantar a esos ladrones —dijo el ángel a Gedeón.
—¿A mí? ¿Cómo puede ser? —Preguntó Gedeón—. Si somos muy pobres y yo soy el más débil de mi familia.
—Eso no tiene nada que ver —dijo el ángel—. Tienes al Señor. Con eso te basta y te sobra para derrotar a este ejército de miles y miles de enemigos.
Al poco tiempo, gran cantidad de hombres fueron a ayudar a Gedeón a pelear contra los ladrones. Pero el Señor dijo:
—No necesitas tantos hombres. Quédate con unos pocos que yo te ayudaré.
Y así fue:
Muchísimos soldados los hombres de Madián,
Gedeón tenía un puñado, pero Dios le dio un plan.
Estribillo:
Gedeón tenía al Señor, él tenía al Señor.
Venció a los madianitas pues tenía al Señor.
Gedeón tenía al Señor, él tenía al Señor.
Venció a los madianitas pues tenía al Señor.
Si quieres tú también puedes vencer como Gedeón,
confía en Dios y cómo él tendrás buen galardón.
Estribillo:
Gedeón tenía al Señor, él tenía al Señor.
Venció a los madianitas pues tenía al Señor.
Gedeón tenía al Señor, él tenía al Señor.
Venció a los madianitas pues tenía al Señor.
Gedeón tenía al Señor, él tenía al Señor.
Venció a los madianitas pues tenía al Señor.
Venció a los madianitas pues Gedeón tenía al Señor.
Tomado del álbum Grandes Aventuras 1. Música y letra: Cathy Gehr.© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.
Un pastorcillo
Cientos de años después de que el pueblo de Israel se estableciera en la Tierra Prometida, hubo un pastorcito llamado David al que le encantaba tocar música en su arpa mientas cuidaba sus ovejas. David amaba mucho a Dios y escribió muchas bellas canciones sobre Dios y Su pueblo.
¿Has oído alguna de las canciones de David? A lo mejor te sabes ésta, es el Salmo 23: «El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará.»1
Las canciones de David nos hacen sentir seguros y unidos a Dios.
Estrofa 1
David de niño era buen pastor,
con su rebaño era fiel.
Tocaba el arpa y con su canción
lo apacentaba él.
Estribillo
Pensaba en el Señor mientras admiraba el cielo azul,
y le surgían del corazón los salmos de gratitud.
Estrofa 2
David de niño era buen pastor,
con su rebaño era fiel.
Tocaba el arpa y con su canción
lo apacentaba él.
Estribillo
Pensaba en el Señor mientras admiraba el cielo azul,
y le surgían del corazón los salmos de gratitud.
Repetir estribillo.
Notas a pie de página:
1 Salmo 23:1-2
Tomado del álbum Grandes aventuras 2. Música y letra: Peter Gehr.© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.
Cuando Jesús nació
Habían pasado más de trescientos años desde el último de los grandes profetas (israelitas) y muchos más desde que el reino de Israel había estado en el apogeo de su gloria. Siglos antes, los profetas habían profetizado acerca de la restauración de Israel y la venida del Mesías como rey de Israel. En ese momento de la historia, la tierra de Israel había sido conquistada y estaba bajo el gobierno del poderoso Imperio Romano. Ahora más que nunca el pueblo judío aguardaba a su libertador prometido, su Mesías, a quien Dios enviaría para salvarlos.
En el norte del que una vez había sido el reino de Israel, en la pequeña aldea de Nazaret, vivía una joven llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José.
Cierto día, mientras María estaba en su casa, algo magnífico ocurrió: la visitó un ángel de Dios.
—No temas —le dijo el ángel—. ¡He venido a traerte una noticia formidable! ¡Vas a tener un bebé!
—¿Pero cómo voy a tener un bebé? —preguntó María—. Todavía no me he casado.
La respuesta del ángel fue estupenda y sorprendente al mismo tiempo. «El Espíritu Santo y el poder de Dios te darán este bebé. El bebé será llamado el Hijo de Dios.»
María quedó encantada con lo que le había dicho el ángel. Había sido elegida para desempeñar un papel importante en uno de los eventos más grandes y esperados de la historia de la humanidad.
Pero el ángel aún no había terminado su mensaje. «Tu prima, Elisabet, pese a su avanzada edad, también tendrá un bebé. En efecto, esta mujer, de quien la gente decía que no podía tener hijos, ahora estaba embarazada de seis meses; porque nada hay imposible para Dios cuando Él quiere que algo suceda.»
Zacarías y Elisabet
María quería hablar con su prima Elisabet sobre la buena noticia, así que viajó a la región montañosa donde vivían Elisabet y su esposo Zacarías.
Antes de esto, Zacarías había estado sirviendo como sacerdote en el templo en Jerusalén, cuando el ángel se le apareció y le dijo que su esposa daría a luz a un niño. El ángel le dijo a Zacarías que le pusiera al niño por nombre Juan, y que el espíritu y el poder del antiguo profeta Elías estarían con Juan. El ángel le explicó que de mayor, Juan haría volver el corazón de la gente hacia Dios en preparación para la venida del Señor. Juan estaba destinado a ser un profeta que prepararía a la gente para la venida del Hijo de Dios.
Cuando María entró en casa de su prima, Elisabet fue llena del Espíritu Santo y salió a recibir a María diciendo: «¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? ¡Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre!» Parecía que Elisabet sabía lo que le estaba sucediendo a María antes incluso de que María se lo dijera. Hasta el niño aún no nacido, Juan, estaba emocionado de estar en presencia de María y del bebé que llevaba en su interior.
Elisabet prosiguió diciendo: «Dichosa tú por haber creído que se cumplirán las cosas que el Señor te ha dicho».
Encantada y maravillada, María respondió con un salmo de alabanza que vino a su corazón:
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la humilde condición de esta Su sierva; desde ahora en adelante la gente me tendrá por bienaventurada.
Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es Su nombre.
Su misericordia es para con todos los que le temen.
Ha hecho proezas con Su brazo; ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Ha quitado a los poderosos de sus tronos; y en su lugar ha exaltado a los humildes;
Dios ayudará a Israel, por Su misericordia,
tal como dijo a nuestros padres1.
Un ángel visita a José
Cuando José, que pronto iba a ser el esposo de María, se enteró de que María estaba embarazada, se preocupó. No es correcto que María esté embarazada antes de que nos casemos —pensó—. La gente la va a mirar mal.
José se preocupaba por María y no quería que fuera humillada, así que decidió cancelar la boda y enviar a María a vivir a otra parte.
Pero una noche, mientras José dormía, un ángel lo visitó y le dijo la verdad acerca del bebé que estaba en camino. Le dijo que no tuviera miedo de casarse con María, diciéndole: «El niño que hay en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados.» (El nombre Jesús significa salvador.)
Aquella fue una revelación asombrosa. A lo largo de la historia, desde el primer hombre y mujer creados por Dios, la gente ha pecado y sufrido las consecuencias de sus pecados. Ahora el ángel le acaba de decir a José que María estaba embarazada de quien salvaría a su pueblo de sus pecados. Cuando José despertó del sueño, hizo exactamente lo que el ángel le había dicho y llevó a María a su casa para que fuera su esposa.
El viaje a Belén
Meses después, cuando el niño Jesús iba a nacer, el Imperio Romano, el cual por esa época gobernaba Israel, promulgó el decreto de que toda persona debía viajar a su ciudad natal para censarse. (Un censo era una manera en que el imperio contabilizaba a su pueblo, y registraba sus nombres y su lugar de origen. Esa información era útil para cuando el imperio recaudara impuestos del pueblo.)
La familia de José era de la aldea de Belén, así que para obedecer el decreto, él y María viajaron de Nazaret a Belén, que estaba a unos 125 kilómetros al sur de Nazaret. En aquellos tiempos la gente normalmente viajaba entre 30 y 50 kilómetros por día. Era importante viajar lenta y cuidadosamente, porque incluso una pequeña herida podía hacerse muy grave cuando se viajaba largas distancias a pie. La gente también tenía que asegurarse de terminar cada jornada acampando con otros compañeros de viaje o encontrar un lugar donde quedarse en alguna aldea. Esto era importante, porque quedarse en medio del camino después de oscurecer era muy peligroso a causa de los bandidos y los animales salvajes.
Cuando José y María llegaron a Belén, fueron a buscar un lugar donde hospedarse. Pero habían llegado tarde, y todas las casas estaban llenas con las muchas personas que habían viajado a Belén para el censo. María estaba a punto de dar a luz y necesitaban con urgencia un lugar donde pasar la noche.
Afortunadamente alguien pudo finalmente ayudarlos con un sitio donde quedarse. Era un lugar insólito: un establo donde guardaban a los animales.
Aquella noche, Jesús, el Hijo de Dios, que fue enviado para salvar al mundo, nació en un establo. José y María hicieron todo lo posible por mantener abrigado al bebé. Lo arroparon e hicieron una camita para Él en un pesebre. Un pesebre es un comedero de madera o de piedra que se utiliza para poner el heno o el agua de los animales.
Los pastores visitan a Jesús
El nacimiento de Jesús fue un acontecimiento muy singular en la historia. Y Dios se valió de algunos eventos extraordinarios para ayudar a la gente a reconocer a Jesús como el salvador.
La noche que Jesús nació en el establo en Belén, había pastores en los campos a las afueras de la ciudad, custodiando sus ovejas. De pronto, un ángel imponente se apareció a los pastores, deslumbrándolos grandemente.
—No teman —dijo el ángel—, ¡les traigo buenas noticias! Hoy ha nacido en Belén, su Salvador. Lo hallarán envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Entonces apareció una multitud de ángeles que rodeó al primero y entonaron alabanzas a Dios. «Gloria a Dios», cantaron. «Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres».
Tanto amó Dios a la gente del mundo que envió a Su Hijo Jesús para traer la paz y bondad de Dios a la tierra.
Una vez que se fueron los ángeles, los pastores corrieron a Belén y encontraron a José, María y al niño Jesús en el establo donde se quedaban. Los pastores tuvieron la bendición de ser de los primeros en oír la importante noticia del nacimiento de Jesús y aprender lo que ello significaba. Luego de visitar a Jesús en el establo, viajaron por la provincia contando a la gente lo que habían visto y lo que los ángeles les habían dicho.
Singular profecía dada para el Niño Jesús
Cuando Jesús tenía unos cuantos días de nacido, José y María hicieron un viaje corto de Belén al templo en Jerusalén para dedicar el niño a Dios. El pueblo judío tenía la tradición de que el primer hijo que daba a luz una mujer era dedicado al servicio a Dios.
Aquel día había en el templo dos personas muy ancianas, un hombre llamado Simeón y una mujer llamada Ana, ambos profetas de Dios. Los antiguos profetas judíos habían escrito acerca del Mesías o salvador de Israel, que había de nacer en Belén. Simeón y Ana conocían esas profecías de memoria y habían aguardado toda su vida para ver su cumplimiento. El Espíritu Santo le había revelado a Simeón que no moriría sin antes ver, con sus propios ojos, el cumplimiento de las profecías acerca del Mesías.
Mientras José, María y el bebé Jesús estaban en el templo, el Espíritu Santo guió a Simeón al patio donde ellos estaban. Cuando Simeón vio al bebé, se emocionó mucho. Levantó al niño y dijo: «Señor, permíteme dejar este mundo en paz, porque mis ojos han visto la salvación que has preparado para llevar luz a todos los pueblos de la tierra y gloria a Israel».
La profetisa Ana se acercó mientras Simeón profetizaba y cuando entendió lo que estaba presenciando, comenzó a alabar a Dios. El esposo de Ana había muerto cuando ella aún era joven. Nunca se volvió a casar, sino que dedicó su vida al templo, ayunando, orando y adorando. Ana tenía ochenta y cuatro años, y pasó el resto de su vida contándole a todos los que aguardaban al Salvador prometido lo que había visto aquel día en el templo.
Escrito en las estrellas
Hubo otros que se enteraron del nacimiento de Jesús de manera muy distinta. En un país al este de la tierra de Israel, reyes magos estudiaban las estrellas del cielo nocturno. En la antigüedad era importante el estudio de los astros para descifrar las señales que indicaba Dios. Cuando nació Jesús, esos hombres sabios divisaron una nueva estrella que había aparecido en el cielo. De acuerdo a sus estudios, eso indicaba el nacimiento de un rey. Se reunieron y partieron en busca del rey recién nacido, viajaron en la dirección en que habían visto la estrella.
El rey Herodes era un hombre a quien los romanos hicieron gobernante de Israel. Cuando los reyes magos siguieron la estrella hasta Israel, consideraron que convenía presentarse de manera oficial ante el rey de Israel para explicarle el motivo de su viaje y solicitar su ayuda.
El rey Herodes ordenó a sus sacerdotes que leyeran las antiguas profecías sobre el Mesías y averiguaran dónde nacería. Los sacerdotes indicaron que el Mesías nacería en Belén. De manera que Herodes pidió a los reyes magos que fueran a encontrar a Jesús y volvieran para relatarle lo que vieran. Aunque el rey Herodes fingía ser servicial, la verdad es que sentía temor de que Jesús creciera y se convirtiera en el nuevo rey. Herodes solo quería encontrar a Jesús para matarlo.
Los reyes magos continuaron su viaje, siempre siguiendo la estrella, hasta que su luz los llevó a una casa en Belén donde vivían José, María y Jesús. Cuando los reyes magos vieron a Jesús, se prostraron a adorarlo y le presentaron los costosos obsequios que le habían llevado. Eran la clase de regalos que se daban entre reyes. Los regalos eran oro, un bien muy preciado como dinero; incienso, empleado en las ceremonias del tempo y que produce una dulce fragancia; y mirra, una especie empleada en los funerales de los dignatarios.
Pero cuando los reyes magos se preparaban para partir, Dios les advirtió en sueños que no volvieran a ver al rey Herodes. Los reyes magos volvieron a casa por otro camino, sin decirle al rey dónde encontraron a Jesús.
Al cabo de poco, el rey Herodes se dio cuenta de que los reyes magos no volverían, y envió soldados a Belén para encontrar y matar a Jesús. Pero Dios también había advertido a José de ello, así que cuando los soldados de Herodes llegaron, José, María y Jesús ya habían escapado y viajaban en dirección a Egipto.
Más de un año después, mientras José, María y Jesús vivían en Egipto, un ángel volvió a visitar a José en sueños. El ángel le dijo a José que el rey Herodes había muerto y que era seguro volver a casa. José llevó consigo a María y Jesús —que ya era un jovencito— y regresaron a la ciudad de Nazaret, completando el viaje que José y María iniciaron años atrás.
Nota a pie de página:
1 Lucas 1:46-55
Texto: Peter Lynch. Todas las escrituras han sido parafraseadas de la versión Biblia de las Américas. Ilustración: Didier Martin.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021
Canto y alabanza de victoria
El Señor hará un milagro.
Hará hasta lo imposible.
Hará lo que nosotros no podemos
y nos unimos victoriosos, y victoria cantaremos.
Victoria cantaremos.
En días de antaño en la tierra sagrada,
el Señor Dios Su poder nos mostraba.
En el monte de Seir con los amonitas
se juntaron las huestes con los moabitas;
multitudes armadas y egoístas
atacaron al pueblo de Dios: los israelitas.
Nada preparados y bastante asustados,
en Jerusalén rezó Josafat de Judá:
«Confiamos que Tu mano nos salvará
de los invasores violentos y de toda su maldad.
No sabemos qué hacer, no, ni idea esta vez.
Dios de nuestros padres, en Ti está nuestra fe.»
Porque él sabía
que el Señor otro milagro haría.
Hará lo imposible.
Sí, hará lo que nosotros no podemos,
y nos unimos victoriosos, victoria cantaremos.
La victoria cantaremos.
Luego dijo Josafat:
«Sigan alabando, sí, sigan alabando, sí, sigan alabando.
Sigan alabando, sí, sigan alabando, sí, sigan alabando.»
Luego vino la respuesta, un profeta habló,
dio la solución del Cielo y valiente proclamó:
«No desmayen ante toda esta maldad;
el Señor nos salvará y nos dará libertad.»
Porque…
Él obrará un milagro.
Hará lo imposible.
Lo que nosotros no podemos.
Juntos la victoria cantemos, la victoria cantemos.
Los músicos y cantantes avanzan alabando a Dios.
Cuando la victoria sea nuestra seguiremos alabando con fervor.
Los músicos y cantantes avanzan alabando a Dios.
Cuando la victoria sea nuestra seguiremos alabando con fervor.
A la luz de la aurora marcharon en defensa
con trompetas y arpas en pos de la recompensa.
Alabando victoriosos avanzaron triunfantes,
al enemigo conquistaron con Dios siempre delante.
Se mataron entre ellos confundidos, enredados,
Josafat y su ejército al Señor siempre alabando
recogieron los despojos y los dejaron derrotados.
Y el pueblo dijo:
«Sigan alabando, sí, sigan alabando, sí, sigan alabando.
»Sigan alabando, sí, sigan alabando, sí, sigan alabando.
»Sigan alabando, sí, sigan alabando, sí, sigan alabando.
»Sigan alabando, sí, sigan alabando, sí, sigan alabando.»
El Señor hará un milagro.
Hará lo imposible.
Hará lo que nosotros no podemos,
juntos la victoria cantemos, la victoria cantemos.
(Sigan alabando, alabando al gran Señor.)
La victoria cantemos.
(Sigan alabando, alabando al gran Señor.)
La victoria cantemos.
Los músicos y cantantes avanzan alabando a Dios.
Cuando la victoria sea nuestra seguiremos alabando con fervor.
La victoria cantemos.
Los músicos y cantantes avanzan alabando a Dios.
Cuando la victoria sea nuestra seguiremos alabando con fervor.
La victoria cantemos.
Sigan alabando.
Sigan alabando.
Sigan alabando.
Texto: Emmanuel Gilligan. Ilustración y diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021