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Enseñanzas de Jesús: Sírvanse unos a otros
Basado en Juan 13:4-17.
El día antes de la Pascua, durante Sus últimos días en este mundo, Jesús después de cenar con Sus discípulos se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando llegó el turno de lavarle los pies a Simón Pedro, éste estaba muy avergonzado y le dijo a Jesús: «¡Señor, no dejaré que me laves los pies!» Pero Jesús le respondió que era muy importante que lo hiciera.
Cuando Jesús terminó, le dijo a Sus discípulos: «Si Yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deberían hacer lo mismo. Les he dado ejemplo. Ahora que conocen la verdad, serán felices sirviéndose unos a otros con humildad.»
Texto, ilustración y diseño: Didier Martin.© Didier Martin, 2022. Utilizado con permiso.
Jesús, entra en mi corazón
Jesús iba por todas partes haciendo el bien y mostrando a la gente que Dios la quiere mucho. Dios sabía que todas las personas del mundo han hecho cosas malas por las que merecen un castigo. Pero prometió perdonarnos con tal de que amáramos a Jesús y le diéramos las gracias por Su ayuda. Lo más precioso que hizo Jesús por nosotros fue entregar Su vida para salvarnos. Tres días después volvió a la vida para nunca más morir. Estas son las alegres nuevas que Dios nos cuenta en Su libro, la Biblia, que si pedimos a Jesús que viva en nuestro corazón, formaremos parte de la gran familia feliz de Dios y algún día podremos irnos a Su bellísima casa que se llama el Cielo.
Hoy me contaron Tu historia, Señor,
ya veo muy claro que el Cielo te envió.
Tú fuiste niño también,
sabes cómo me siento y me entiendes muy bien.
Estribillo 1
Jesús entra en mi corazón,
conocerte es mi oración.
Dame amor, dame luz, quiero ser como Tú.
Jesús entra en mi corazón.
Nos diste Tu vida, viniste a sanar.
Necesito Tu ayuda, te quiero aceptar.
Ahora te pido perdón.
Te abro mi alma con esta canción.
Estribillo 2
Jesús, entra en mi corazón,
conocerte es mi oración.
Dame amor, dame luz, quiero ser cómo Tú.
Jesús entra en mi corazón.
Estribillo 3
Jesús, entra mi corazón,
conocerte es mi oración.
Desde el cielo estarás esperándome allá,
Jesús entra en mi corazón.
Dame amor, dame luz, quiero ser como Tú.
Jesús entra en mi corazón.
Tomado del álbum Grandes aventuras 2. Música y letra: Michael Fridley. Voz: Angelique Greene. Mezcla de sonido: Allan Pratt.© Aurora Production AG, 1996. Utilizado con permiso.
Estudia diligentemente
¿Te preguntas a veces cómo irás a usar cuando seas grande lo que tienes que estudiar ahora? Si lo piensas, seguramente Jesús se preguntó lo mismo.
A Jesús, cuando era niño, le enseñaban las leyes bíblicas de los libros del Antiguo Testamento, pero quizás se preguntaba si esos estudios le serían útiles en el trabajo de carpintería que tanto le gustaba aprender de Su padre terrenal, José.
Sin embargo, más tarde en la vida de Jesús, Él se valió enormemente de todos esos conocimientos adquiridos durante todos esos años de estudio. Por ejemplo, a los doce años podía hablar de igual a igual con los grandes maestros de religión del templo1. Luego, ya de adulto, cuando se encontró con el diablo en el desierto, empleó las escrituras que había estudiado para responder al diablo y hacerle huir2.
Durante los años de Su ministerio en la tierra, cuando Jesús enseñaba en el templo y en las sinagogas, y al dar clases a Sus seguidores, Él se valía de lo que había aprendido en Sus estudios3. Jesús también se sirvió de Sus conocimientos para poder responderles a quienes lo acusaban4, así como para animar a Sus discípulos cuando se los encontró en el camino a Emaús tras Su resurrección5.
Ya sea tu estudio de la Biblia, tus estudios escolares o de otras habilidades que estés aprendiendo, es importante seguir estudiando y no darse por vencidos. Algún día tú también apreciarás todos los conocimientos adquiridos durante tus años de formación.
Notas a pie de página:
1 V. Lucas 2:46-47.
2 V. Lucas 4:1-13.
3 Un ejemplo de esto se encuentra en Juan 7:38-40.
4 Un ejemplo de esto se encuentra en Mateo 9:10-13 cuando Jesús se refirió a Oseas 6:6.
5 V. Lucas 24:13-27.
Autor anónimo. Ilustración: Leila Shae. Color: Catherine. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022
Cuando Jesús nació
Habían pasado más de trescientos años desde el último de los grandes profetas (israelitas) y muchos más desde que el reino de Israel había estado en el apogeo de su gloria. Siglos antes, los profetas habían profetizado acerca de la restauración de Israel y la venida del Mesías como rey de Israel. En ese momento de la historia, la tierra de Israel había sido conquistada y estaba bajo el gobierno del poderoso Imperio Romano. Ahora más que nunca el pueblo judío aguardaba a su libertador prometido, su Mesías, a quien Dios enviaría para salvarlos.
En el norte del que una vez había sido el reino de Israel, en la pequeña aldea de Nazaret, vivía una joven llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José.
Cierto día, mientras María estaba en su casa, algo magnífico ocurrió: la visitó un ángel de Dios.
—No temas —le dijo el ángel—. ¡He venido a traerte una noticia formidable! ¡Vas a tener un bebé!
—¿Pero cómo voy a tener un bebé? —preguntó María—. Todavía no me he casado.
La respuesta del ángel fue estupenda y sorprendente al mismo tiempo. «El Espíritu Santo y el poder de Dios te darán este bebé. El bebé será llamado el Hijo de Dios.»
María quedó encantada con lo que le había dicho el ángel. Había sido elegida para desempeñar un papel importante en uno de los eventos más grandes y esperados de la historia de la humanidad.
Pero el ángel aún no había terminado su mensaje. «Tu prima, Elisabet, pese a su avanzada edad, también tendrá un bebé. En efecto, esta mujer, de quien la gente decía que no podía tener hijos, ahora estaba embarazada de seis meses; porque nada hay imposible para Dios cuando Él quiere que algo suceda.»
Zacarías y Elisabet
María quería hablar con su prima Elisabet sobre la buena noticia, así que viajó a la región montañosa donde vivían Elisabet y su esposo Zacarías.
Antes de esto, Zacarías había estado sirviendo como sacerdote en el templo en Jerusalén, cuando el ángel se le apareció y le dijo que su esposa daría a luz a un niño. El ángel le dijo a Zacarías que le pusiera al niño por nombre Juan, y que el espíritu y el poder del antiguo profeta Elías estarían con Juan. El ángel le explicó que de mayor, Juan haría volver el corazón de la gente hacia Dios en preparación para la venida del Señor. Juan estaba destinado a ser un profeta que prepararía a la gente para la venida del Hijo de Dios.
Cuando María entró en casa de su prima, Elisabet fue llena del Espíritu Santo y salió a recibir a María diciendo: «¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? ¡Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre!» Parecía que Elisabet sabía lo que le estaba sucediendo a María antes incluso de que María se lo dijera. Hasta el niño aún no nacido, Juan, estaba emocionado de estar en presencia de María y del bebé que llevaba en su interior.
Elisabet prosiguió diciendo: «Dichosa tú por haber creído que se cumplirán las cosas que el Señor te ha dicho».
Encantada y maravillada, María respondió con un salmo de alabanza que vino a su corazón:
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la humilde condición de esta Su sierva; desde ahora en adelante la gente me tendrá por bienaventurada.
Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es Su nombre.
Su misericordia es para con todos los que le temen.
Ha hecho proezas con Su brazo; ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Ha quitado a los poderosos de sus tronos; y en su lugar ha exaltado a los humildes;
Dios ayudará a Israel, por Su misericordia,
tal como dijo a nuestros padres1.
Un ángel visita a José
Cuando José, que pronto iba a ser el esposo de María, se enteró de que María estaba embarazada, se preocupó. No es correcto que María esté embarazada antes de que nos casemos —pensó—. La gente la va a mirar mal.
José se preocupaba por María y no quería que fuera humillada, así que decidió cancelar la boda y enviar a María a vivir a otra parte.
Pero una noche, mientras José dormía, un ángel lo visitó y le dijo la verdad acerca del bebé que estaba en camino. Le dijo que no tuviera miedo de casarse con María, diciéndole: «El niño que hay en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados.» (El nombre Jesús significa salvador.)
Aquella fue una revelación asombrosa. A lo largo de la historia, desde el primer hombre y mujer creados por Dios, la gente ha pecado y sufrido las consecuencias de sus pecados. Ahora el ángel le acaba de decir a José que María estaba embarazada de quien salvaría a su pueblo de sus pecados. Cuando José despertó del sueño, hizo exactamente lo que el ángel le había dicho y llevó a María a su casa para que fuera su esposa.
El viaje a Belén
Meses después, cuando el niño Jesús iba a nacer, el Imperio Romano, el cual por esa época gobernaba Israel, promulgó el decreto de que toda persona debía viajar a su ciudad natal para censarse. (Un censo era una manera en que el imperio contabilizaba a su pueblo, y registraba sus nombres y su lugar de origen. Esa información era útil para cuando el imperio recaudara impuestos del pueblo.)
La familia de José era de la aldea de Belén, así que para obedecer el decreto, él y María viajaron de Nazaret a Belén, que estaba a unos 125 kilómetros al sur de Nazaret. En aquellos tiempos la gente normalmente viajaba entre 30 y 50 kilómetros por día. Era importante viajar lenta y cuidadosamente, porque incluso una pequeña herida podía hacerse muy grave cuando se viajaba largas distancias a pie. La gente también tenía que asegurarse de terminar cada jornada acampando con otros compañeros de viaje o encontrar un lugar donde quedarse en alguna aldea. Esto era importante, porque quedarse en medio del camino después de oscurecer era muy peligroso a causa de los bandidos y los animales salvajes.
Cuando José y María llegaron a Belén, fueron a buscar un lugar donde hospedarse. Pero habían llegado tarde, y todas las casas estaban llenas con las muchas personas que habían viajado a Belén para el censo. María estaba a punto de dar a luz y necesitaban con urgencia un lugar donde pasar la noche.
Afortunadamente alguien pudo finalmente ayudarlos con un sitio donde quedarse. Era un lugar insólito: un establo donde guardaban a los animales.
Aquella noche, Jesús, el Hijo de Dios, que fue enviado para salvar al mundo, nació en un establo. José y María hicieron todo lo posible por mantener abrigado al bebé. Lo arroparon e hicieron una camita para Él en un pesebre. Un pesebre es un comedero de madera o de piedra que se utiliza para poner el heno o el agua de los animales.
Los pastores visitan a Jesús
El nacimiento de Jesús fue un acontecimiento muy singular en la historia. Y Dios se valió de algunos eventos extraordinarios para ayudar a la gente a reconocer a Jesús como el salvador.
La noche que Jesús nació en el establo en Belén, había pastores en los campos a las afueras de la ciudad, custodiando sus ovejas. De pronto, un ángel imponente se apareció a los pastores, deslumbrándolos grandemente.
—No teman —dijo el ángel—, ¡les traigo buenas noticias! Hoy ha nacido en Belén, su Salvador. Lo hallarán envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Entonces apareció una multitud de ángeles que rodeó al primero y entonaron alabanzas a Dios. «Gloria a Dios», cantaron. «Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres».
Tanto amó Dios a la gente del mundo que envió a Su Hijo Jesús para traer la paz y bondad de Dios a la tierra.
Una vez que se fueron los ángeles, los pastores corrieron a Belén y encontraron a José, María y al niño Jesús en el establo donde se quedaban. Los pastores tuvieron la bendición de ser de los primeros en oír la importante noticia del nacimiento de Jesús y aprender lo que ello significaba. Luego de visitar a Jesús en el establo, viajaron por la provincia contando a la gente lo que habían visto y lo que los ángeles les habían dicho.
Singular profecía dada para el Niño Jesús
Cuando Jesús tenía unos cuantos días de nacido, José y María hicieron un viaje corto de Belén al templo en Jerusalén para dedicar el niño a Dios. El pueblo judío tenía la tradición de que el primer hijo que daba a luz una mujer era dedicado al servicio a Dios.
Aquel día había en el templo dos personas muy ancianas, un hombre llamado Simeón y una mujer llamada Ana, ambos profetas de Dios. Los antiguos profetas judíos habían escrito acerca del Mesías o salvador de Israel, que había de nacer en Belén. Simeón y Ana conocían esas profecías de memoria y habían aguardado toda su vida para ver su cumplimiento. El Espíritu Santo le había revelado a Simeón que no moriría sin antes ver, con sus propios ojos, el cumplimiento de las profecías acerca del Mesías.
Mientras José, María y el bebé Jesús estaban en el templo, el Espíritu Santo guió a Simeón al patio donde ellos estaban. Cuando Simeón vio al bebé, se emocionó mucho. Levantó al niño y dijo: «Señor, permíteme dejar este mundo en paz, porque mis ojos han visto la salvación que has preparado para llevar luz a todos los pueblos de la tierra y gloria a Israel».
La profetisa Ana se acercó mientras Simeón profetizaba y cuando entendió lo que estaba presenciando, comenzó a alabar a Dios. El esposo de Ana había muerto cuando ella aún era joven. Nunca se volvió a casar, sino que dedicó su vida al templo, ayunando, orando y adorando. Ana tenía ochenta y cuatro años, y pasó el resto de su vida contándole a todos los que aguardaban al Salvador prometido lo que había visto aquel día en el templo.
Escrito en las estrellas
Hubo otros que se enteraron del nacimiento de Jesús de manera muy distinta. En un país al este de la tierra de Israel, reyes magos estudiaban las estrellas del cielo nocturno. En la antigüedad era importante el estudio de los astros para descifrar las señales que indicaba Dios. Cuando nació Jesús, esos hombres sabios divisaron una nueva estrella que había aparecido en el cielo. De acuerdo a sus estudios, eso indicaba el nacimiento de un rey. Se reunieron y partieron en busca del rey recién nacido, viajaron en la dirección en que habían visto la estrella.
El rey Herodes era un hombre a quien los romanos hicieron gobernante de Israel. Cuando los reyes magos siguieron la estrella hasta Israel, consideraron que convenía presentarse de manera oficial ante el rey de Israel para explicarle el motivo de su viaje y solicitar su ayuda.
El rey Herodes ordenó a sus sacerdotes que leyeran las antiguas profecías sobre el Mesías y averiguaran dónde nacería. Los sacerdotes indicaron que el Mesías nacería en Belén. De manera que Herodes pidió a los reyes magos que fueran a encontrar a Jesús y volvieran para relatarle lo que vieran. Aunque el rey Herodes fingía ser servicial, la verdad es que sentía temor de que Jesús creciera y se convirtiera en el nuevo rey. Herodes solo quería encontrar a Jesús para matarlo.
Los reyes magos continuaron su viaje, siempre siguiendo la estrella, hasta que su luz los llevó a una casa en Belén donde vivían José, María y Jesús. Cuando los reyes magos vieron a Jesús, se prostraron a adorarlo y le presentaron los costosos obsequios que le habían llevado. Eran la clase de regalos que se daban entre reyes. Los regalos eran oro, un bien muy preciado como dinero; incienso, empleado en las ceremonias del tempo y que produce una dulce fragancia; y mirra, una especie empleada en los funerales de los dignatarios.
Pero cuando los reyes magos se preparaban para partir, Dios les advirtió en sueños que no volvieran a ver al rey Herodes. Los reyes magos volvieron a casa por otro camino, sin decirle al rey dónde encontraron a Jesús.
Al cabo de poco, el rey Herodes se dio cuenta de que los reyes magos no volverían, y envió soldados a Belén para encontrar y matar a Jesús. Pero Dios también había advertido a José de ello, así que cuando los soldados de Herodes llegaron, José, María y Jesús ya habían escapado y viajaban en dirección a Egipto.
Más de un año después, mientras José, María y Jesús vivían en Egipto, un ángel volvió a visitar a José en sueños. El ángel le dijo a José que el rey Herodes había muerto y que era seguro volver a casa. José llevó consigo a María y Jesús —que ya era un jovencito— y regresaron a la ciudad de Nazaret, completando el viaje que José y María iniciaron años atrás.
Nota a pie de página:
1 Lucas 1:46-55
Texto: Peter Lynch. Todas las escrituras han sido parafraseadas de la versión Biblia de las Américas. Ilustración: Didier Martin.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021
Jesús nos da un mensaje especial
Durante Su juventud, a Jesús le enseñaron las Sagradas Escrituras. Aprendió sobre las leyes de Dios, la historia del pueblo de Dios, y a comprender la relación que las personas tenían con Dios tal como lo expresan las Escrituras. La Biblia nos cuenta sobre una ocasión en la que, siendo ya adulto, Jesús se levantó en la sinagoga y se puso a leer las Escrituras a aquellos que estaban presentes.
¿Y qué leyó? Leyó Isaías 61:1-2. Este pasaje contenía un mensaje especial, además, porque a través de él Jesús declaraba que el Espíritu de Dios había venido a Él para comenzar Su misión en la tierra: enseñarnos sobre Dios y traernos la salvación.
Lee este relato en Lucas 4:16–19, y también Isaías 61:1–2. Fíjate luego si puedes responder a estas preguntas:
- ¿En qué ciudad quedaba la sinagoga donde Jesús leyó las Escrituras?
- Una sinagoga es:
- un restaurante
- un lugar de adoración para las personas de religión judía
- una guardería de para niños pequeños
- El día de reposo (sábado) para los judíos comienza en el atardecer del día anterior y sigue ¿en qué día de la semana?
- Domingo
- Martes
- Sábado
- En Lucas 4:18 dice: «El Espíritu del Señor está sobre Mí». ¿En este caso, de quién habla cuando dice «Mí»?
- Abraham
- Jesús
- la gente de la sinagoga
- Verdadero o falso: «Predicar el Evangelio a los pobres» significa predicar el mensaje de Dios solamente a aquellas personas que tienen muy poco dinero.
- Alguien «quebrantado de corazón» es una persona extremadamente __________ (Pista: es una palabra de seis letras.)
- En Isaías 61:1, cuando habla de los «cautivos» se refiere a:
- aquellas personas que se ven atrapadas en sus pecados
- personas encarceladas
- a los animales del zoológico
- Verdadero o falso: «Poner en libertad a los oprimidos» significa liberar a las personas cuyo espíritu está dañado por el pecado. (Ver Lucas 4:18.)
Ver «Respuestas a “Jesús nos da un mensaje especial”» en la sección Padres y profesores.
Texto: Evan Kallen. Ilustración: Alvi. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021
El príncipe y el poder mágico
Érase una vez en un país lejano un magnífico palacio donde un joven príncipe vivía feliz con el rey.
Cierto día el rey mandó llamar al príncipe y le dijo:
—Voy a encargarte una misión muy importante. Deseo que vayas a los pueblos que hay al otro lado de las montañas y que hables a la gente de allí del amor y la alegría de que gozamos en abundancia en nuestro reino. Te extrañaré muchísimo. Me entristece pensar que estarás lejos, pero una vez que termines tu misión, volverás. Es la única manera en que puedo demostrar a los habitantes de esos pueblos que me intereso mucho por ellos.
El príncipe se entristeció al principio, pues no quería dejar a su amado padre —y aquel reino donde era muy feliz y estaba tranquilo— aunque fuera solo por un tiempo. Sin embargo, deseaba complacer al rey. El rey también prometió que la felicidad de su hijo sería aún mayor, porque habría ayudado a la gente y tendría muchos nuevos amigos.
El príncipe lo pensó un poco y luego aceptó hacer lo que le pedía su padre.
Cuando el príncipe estaba a punto de partir, el rey le puso una mano en el corazón, diciéndole:
—Te concedo un poder mágico para que transformes el corazón de las personas, llenando sus vidas con el amor que compartimos, lo cual aumentará su felicidad.
—Gracias, Padre —dijo el príncipe—. ¡Quiero que otros disfruten de esta felicidad que tenemos!
Tras muchos días de viaje, el príncipe llegó a una aldea situada al otro lado de las montañas. Una vez que había encontrado un lugar donde hospedarse, caminó por la aldea para conocer a los habitantes y ver cómo vivían. Al poco rato, llegó a un parque cubierto de pasto, donde jugaban unos pequeños. Varios niños notaron que era nuevo en la aldea y empezaron a conversar con él. Al poco rato, jugaba con ellos.
El sol empezó a ponerse en el horizonte y terminó el juego. Los nuevos amigos del príncipe le dijeron que se habían divertido mucho con él y le rogaron que volviera a jugar con ellos. El príncipe aceptó, y todas las tardes fue al parque a ver a sus nuevos amigos.
El príncipe contó a sus amigos anécdotas de su padre; les habló del palacio y del reino donde vivía. También les habló del gran amor y bondad de su padre por los pobladores de su reino, y que se desvivía por darles todo lo que les hiciera falta para que nadie padeciera necesidad en su tierra. El príncipe procuraba que todos los niños que conocía se sintieran incluidos. Si un niño se lastimaba, él se detenía y ayudaba al niño herido para que se recuperara rápidamente.
Cuando iba por la aldea, el príncipe manifestaba ese mismo amor y amabilidad a todos los que encontraba, aunque algunas personas no fueran amables con él. A menudo lo veían que ayudaba a algún necesitado.
Un día, cuando el príncipe hablaba a los niños sobre su padre y sobre el reino de dónde provenía, algunos niños se burlaron de él, diciéndole:
—Pensamos que tus historias son demasiado maravillosas como para creer que son verdad. Es imposible que exista un lugar tan asombroso o que tu padre cuide tan bien de los habitantes de su reino.
Otros niños, respondieron a los primeros, diciéndoles:
—Hemos visto que el príncipe es muy bueno con nosotros y con todos los que conoce. Hemos visto que los que están enfermos recuperan la salud cuando él se interesa por ellos. ¡Estamos convencidos de que nos dice la verdad!
Después, añadieron dirigiéndose al príncipe:
—Te creemos. Siempre estás feliz y eres optimista. Nos has traído una alegría mayor que la que conocíamos. Cuéntanos más.
El príncipe puso una mano sobre el corazón de cada uno de los amigos que habían creído y les explicó:
—Mi padre me dio un poder mágico con el cual puedo llenar la vida de ustedes con amor y gran alegría. Ahora les paso este regalo.
A medida que el príncipe colocaba su mano sobre el corazón de cada uno de ellos, se llenaban de alegría y de amor. Entonces, quisieron amar, ayudar a otros y manifestar amabilidad, como lo había hecho con ellos su nuevo amigo. También deseaban con ansia que sus conocidos recibieran ese regalo.
—Podemos presentarte a otras personas de la aldea para que también les des este estupendo regalo —le dijo un niño al príncipe.
—Debo volver con mi padre —explicó el príncipe—. Pero como desean compartir este regalo con otros, les he entregado este mismo poder mágico que me dio mi padre. Este regalo los ayudará a ser amorosos y amables unos con otros y con todas las personas que conozcan; así también ayudarán a transformar el corazón de los demás y a que su vida mejore.
Llegó el momento de que el joven príncipe volviera a su palacio y les dijo a sus queridos amigos:
—A todas las personas que vean, ¡cuéntenles de mi padre y de mí, y de nuestro magnífico reino! Pongan una mano en el corazón de aquellos a quienes les crean, y empleen el poder que les he transmitido, el cual les dará una vida más feliz, plena y llena de amor.
Después de que partió el príncipe, sus nuevos amigos continuaron su obra contándoles a los demás las historias del rey y el príncipe y de su magnífico reino. Les hablaron de la gran alegría que ahora los embargaba. Emplearon el poder mágico que el príncipe les había dado para que la vida de los demás estuviera llena de ese gran regalo de amor y alegría.
¿Sabías que también puedes recibir un estupendo regalo mágico, como el que se describe en este relato? Hace más de 2000 años, Dios envió a Su Hijo Jesús a la tierra, de modo que conociéramos el magnífico amor que Dios tiene por nosotros. Aunque fue difícil para Jesús estar alejado de Su Padre, sabía lo importante que era que conociéramos el estupendo regalo de la salvación que recibimos cuando creemos y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador.
El Espíritu de Dios es como el poder mágico que nos transforma, que hace que nuestra vida sea más feliz y plena, y es un testimonio de Su amor. Tenemos el reino celestial de Dios por la eternidad. ¡Dios nos amó tanto que envió a Su hijo a salvarnos!
Si quieres conocer más del gran amor que Dios tiene por ti y de Su regalo de la salvación, repite esta sencilla oración: «Dios, creo que has enviado a Tu Hijo Jesús para darme a conocer Tu amor. Lo recibo a Él y Tu amor en mi vida. Quiero vivir contigo para siempre en Tu reino celestial. Perdóname por todo lo malo que he hecho. Lléname de Tu magnífico poder de amor, de modo que también ayude a otros a mejorar su vida con Tu amor y alegría. ¡Amén!»
Jesús entrará a tu corazón y en tu vida. Siempre estará contigo; nunca te dejará. Y vivirás para siempre en el reino celestial de Dios, con Su Hijo Jesús, tu gran y afectuoso amigo.
«El que cree en el Hijo tiene la vida eterna» (Juan 3:36; TLA).
«Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente» (Juan 10:10; TLA).
Adaptación de los escritos de María Fontaine. Ilustración: Zeb. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021