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Aventura bíblica: ¡Fuego del cielo!
Adaptación de 1 de Reyes 18:1-45
Encontrarás otro relato sobre la vida del profeta Elías en «Hazme una torta».
Habían pasado tres años desde que el profeta Elías había anunciado en la corte del rey Acab la venida de la gran sequía. Había pasado parte de ese tiempo junto al arroyo Querib y otra parte con la viuda de Sarepta. Muchas veces, durante esos largos días, debió preguntarse qué le tendría deparado el Señor a Su pueblo. ¿Habría aprendido el pueblo de Israel la lección? ¿Estarían dispuestos a renunciar a sus ídolos? Algún día el Señor pondría fin a la sequía, pero ¿cómo y cuando?
—Vé, muéstrate a Acab —dijo el Señor a Elías— y Yo mandaré lluvia a la tierra.
Elías partió entonces rumbo a Samaria a 250 kilómetros al sur de Sarepta. En el camino se encontró con Abdías, el mayordomo de la casa del rey Acab, quien buscaba hierba para sus caballos y mulas sobrevivientes. Abdías era uno de los pocos dirigentes que había permanecido leal al Dios del cielo y había demostrado valientemente su lealtad ocultando y alimentando a cien de los profetas de Dios en cuevas cuando la reina Jezabel había tratado de matarlos.
Al reconocer a Elías, se arrodilló ante él y le dijo:
—¿No eres tú mi señor Elías?
—Yo soy —respondió Elías—, ve y dile al rey Acab que aquí está Elías.
—No puedo —dijo Abdías—, el rey Acab ha estado buscándote por todas partes. Le han llegado muchos falsos rumores acerca de dónde te han visto, y eso solo ha enardecido más al rey. Ahora, si le digo al rey Acab que estás aquí y luego descubre que has desaparecido una vez más, me matará.
—Vive el Señor, en cuya presencia estoy —dijo Elías—, que hoy me mostraré a él.
Abdías le creyó y se fue a dar aviso al rey. Al oír las nuevas, el rey Acab se dirigió de inmediato al lugar donde su siervo dijo que encontraría a Elías. El profeta aún estaba allí.
—¿Eres tú el que perturba a Israel? —preguntó el rey Acab mientras se acercaba en su caballo a Elías.
—Yo no he perturbado a Israel —respondió Elías si acobardarse—. Eres tú y la casa de tu padre dejando los mandamientos de Dios y siguiendo a Baal. Ahora, reúne conmigo a todo Israel en el monte Carmelo y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y también a los cuatrocientos profetas de Asera que comen de la mesa de Jezabel.
Dios le había mostrado a Elías un plan. Era hora de una confrontación. El pueblo tendría que decidir de una vez por todas si iba a servir al Dios del cielo o a los falsos dioses, cuyos ídolos habían sido levantados en todo el país. Así fue que el rey envió mensajeros a convocar a la gente para que se congregara en el monte Carmelo.
Al poco tiempo, miles de hombres, mujeres y niños se dirigían masivamente al lugar señalado. Ninguno de ellos sabía muy bien para qué iba allí; lo hacían solo porque el rey lo había ordenado. Corría el rumor de que Elías se haría presente, pero nadie lo creía. En los tres años anteriores habían circulado varias historias semejantes acerca del profeta, pero nunca había aparecido. ¿Acaso no había estado el rey buscándole desde hacía mucho tiempo?
A los empujones y empellones, la gente ascendía al monte Carmelo con gran esfuerzo hasta que las laderas estaban cubiertas de gente. Aguardaron toda la noche hasta la madrugada.
Temprano a la mañana alguien gritó:
—¡Ahí está! ¡Ahí lo veo! ¡Elías está aquí!
La noticia circuló entre la multitud que aguardaba, los hombres y las mujeres se estiraban para tratar de ver al hombre que se había atrevido a desafiar al rey, mientras los niños se esforzaban por adelantarse para poder ver mejor.
—¡Silencio! —gritó alguien—. ¡Silencio! Quiere hablarnos. Elías está hablando.
La multitud acalló su murmullo. Desde la cima del monte se oyó aquella poderosa voz que una vez se había oído en la corte del rey Acab.
—¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos? —gritó el profeta—. ¡Si el Señor es Dios, seguidle; pero si Baal es dios, id en pos de él!
Nadie respondió nada. Elías continuó:
—Solo yo he quedado como profeta de Dios; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta. Dennos dos bueyes, y que los profetas de Baal escojan uno, que lo corten en pedazos y lo pongan sobre leña, pero que no pongan fuego debajo, y yo haré lo mismo con el otro buey. Los profetas de Baal que lo invoquen, y yo invocaré el nombre del Señor. Y el Dios que respondiere con fuego, ése sea Dios.
—Bien dicho; nos parece justo —respondió la gente, entusiasmada de ver puestos a prueba los poderes de dos dioses rivales. De ahí en más observaban detenidamente y prestaban suma atención.
—Escojan ustedes un buey —dijo Elías dirigiéndose a los profetas de Baal—, prepárenlo primero y luego invoquen el nombre de sus dioses para que envíen fuego.
Contentos de la oportunidad que se les presentaba de probar que Baal era el dios más poderoso de la tierra, los profetas tomaron un buey, lo cortaron y colocaron los trozos sobre el altar que habían construido. Luego comenzaron a implorarle a su dios que enviara fuego para quemar la ofrenda.
—¡Oh, Baal, respóndenos! —gritaron, y comenzaron a saltar alrededor del altar—. ¡Oh, Baal, escúchanos!
Pero no había señal de fuego, ni palabra alguna de Baal.
Continuaron gritando y bailando alocadamente durante toda la mañana. Al mediodía, Elías se burlaba de ellos diciendo:
—Griten más alto, quizás ha salido de viaje; tal vez duerme y hay que despertarle.
Al oír esto gritaban aún más fuerte y se cortaban con cuchillos hasta sangrar. Pasó el mediodía, llegó la tarde y el sol comenzó a ponerse, y Baal seguía sin responder.
Entonces Elías volvió a hablar a la gente que para entonces estaba sin duda muy agotada y decepcionada ante el fracaso de los profetas de Baal.
—Acérquense a mí —gritó y la gente se agolpó a su alrededor.
Observaron cómo reparaba el olvidado altar del Señor que una vez había estado en la cima del monte pero que había sido derrumbado. Tomó doce piedras, una por cada una de las doce tribus de Israel, reconstruyó el altar y luego cavó una zanja alrededor de él. A continuación, cortó el buey en pedazos y lo puso sobre la leña.
—Llenen cuatro cántaros de agua y derrámenla sobre el holocausto y sobre la leña —dijo ante el asombro de todos.
Algunos probablemente se rieron y dijeron:
—¿Acaso espera que arda, mojado como está?
Si Elías lo oyó, no le prestó atención alguna.
—Háganlo otra vez —dijo, y lo hicieron.
—Háganlo por tercera vez —dijo, y el holocausto fue empapado una vez más hasta que el agua había llenado la zanja. Ya nadie podría decir que él mismo había prendido fuego a la ofrenda.
De pronto se hizo un gran silencio sobre la multitud mientras Elías oraba en voz alta. Todos prestaban mucha atención, incluso los profetas de Baal que habían cesado sus gritos.
—¡Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Israel! —exclamó—. Sea hoy manifiesto que Tú eres Dios en Israel, y que yo soy Tu siervo, y que por mandato Tuyo he hecho estas cosas. Respóndeme Señor, respóndeme, para que este pueblo conozca que Tú, oh Señor, eres Dios.
Apenas Elías había terminado de orar cuando descendieron llamas del cielo y consumieron y quemaron el holocausto, junto con la leña, las piedras y el polvo, y lamieron el agua que estaba en la zanja. ¡Fue una escena asombrosa, de esas que nunca se olvidan!
Aterrorizado, el pueblo se postró clamando:
—¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!
Entonces, Elías mandó al pueblo prender a los profetas de Baal y los llevó al arroyo de Cisón donde él mismo los mató para purgar la nación de su maldad.
Luego, tras instruir al rey Acab para que se preparara para la lluvia, Elías subió a la cima del monte Carmelo y se postró en oración.
—Ve y mira hacia el mar —le ordenó a su criado.
—No hay nada —dijo el criado cuando regresó.
—Ve de nuevo —le ordenó siete veces.
La séptima vez, el criado regresó diciendo:
—Veo una nube pequeña como la mano de un hombre que sube del mar.
Poco después, los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y en respuesta a la oración persistente de Elías hubo una gran lluvia.
Si quieres conocer más sobre este fascinante personaje de la Biblia lee «Héroe de la Biblia: Elías».
Adaptación de Dichos y Hechos © 2006. Utilizado con permiso. Diseño: Roy Evans.Una producción de Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021.
Aventura bíblica: Hazme una torta
Adaptación de 1 Reyes, capítulo 17
Ver «Fuego del cielo», que es otro relato sobre la vida del profeta Elías.
Lo que vamos a relatar aconteció en Israel alrededor del año 850 a.C. Era una época triste y difícil para la nación hebrea, que vivía sujeta al yugo del peor rey que había tenido hasta entonces: Acab. Éste se hallaba bajo el influjo de Jezabel, su maligna esposa, la cual había abrazado como religión el baalismo, el culto a Baal, un dios de los paganos. Bajo el impío reinado de Acab y Jezabel, los profetas del Dios verdadero fueron liquidados sistemáticamente y el baalismo se convirtió en la religión oficial del Estado.
Con el objeto de dar a conocer Su desagrado, Dios envió a Acab a Su profeta Elías con un durísimo presagio:
—¡Vive el Señor, Dios de Israel, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra!
Luego de dar aquella seria advertencia, Dios le dijo a Elías que huyera hacia el oriente y se escondiera en una garganta solitaria por donde corría un pequeño arroyo del que podía beber llamado Querit, de camino al Jordán. Dios, además, le ordenó a unos cuervos que le llevaran todos los días pequeños trozos de pan y de carne.
Tal como había vaticinado Elías, no cayó ni una gota de lluvia, y una inclemente sequía se abatió sobre el país. A medida que transcurrían los meses, el sol abrasador iba quemando la tierra de Israel. Los cultivos y las fuentes de agua se secaron, y se produjo una gran escasez. Con el tiempo, el arroyo Querit, de donde sacaba agua Elías, también se secó. Pero Dios fue fiel, y el mismo día en que se secó el arroyo le dijo a Elías que fuera a la ciudad de Sarepta y morara allí.
—He aquí —le dijo—, Yo he dado orden allí a una mujer viuda para que te sustente.
Sarepta se encontraba a 150 km al norte del arroyo de Querit. Elías hubo de emprender aquel peligroso viaje a pie. Tras varios días de caminar por parajes desolados, laderas rocosas y senderos escarpados, arribó a Sarepta, ciudad costera situada en lo que es hoy el Líbano. Agotado, agobiado por el calor y cubierto de polvo, al acercarse a la puerta de la ciudad se fijó en una mujer que recogía ramas.
—¡Agua! —le gritó desesperado—. ¡Por favor, tráeme un vaso de agua para beber!
La mujer se compadeció de aquel desconocido exhausto. Cuando se levantó para ir a buscar agua, él le dijo:
—¿Podrías traerme algo de comer también? Te lo suplico.
—¡Vive el Señor tu Dios —respondió la mujer—, no tengo sino solamente un puñado de harina y un poco de aceite en una vasija! Mira, he venido a recoger algunas ramitas con que cocinar, para llevarlas a casa y preparar una última comida para mi hijo y para mí, a fin de que comamos y luego nos dejemos morir.
—No temas —dijo Elías al comprender que aquella era la pobre viuda que Dios había prometido que le daría comida y ayuda—. Ve y haz como has dicho. Pero hazme a mí primero una pequeña torta y tráemela. Después haz algo para ti y para tu hijo.
—El Señor Dios de Israel promete que la harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.
La mujer quedó asombrada ante aquel anuncio extraordinario, pero como Elías le había hablado con autoridad en el nombre del Señor, ella sabía que debía de tratarse de un hombre de fe, de un profeta, y le creyó. Decidió confiar en el Señor y hacer lo que Elías le pedía. Volvió rápidamente a su casa y sacó el último puñado de harina de la tinaja. Luego vertió las últimas gotas de aceite que quedaban en su vasija.
Después de mezclar la harina y el aceite, de amasar el pan para Elías y de introducirlo en el horno de barro, se puso a ordenar la cocina mientras se horneaba el pan. Al ir a guardar la vasija de aceite vacía, la viuda se sorprendió.
—¿Cómo es posible que esté más pesada ahora que hace un momento?
La inclinó apenas un poquito y salió de ella aceite que cayó al suelo de la cocina. Rápidamente se dirige a la tinaja donde guarda la harina. Al destaparla, ¡suelta una exclamación de asombro! En vez de estar vacía como unos momentos antes, está llena de harina hasta el borde. ¡Ha ocurrido un milagro!
La mujer no cabe en sí de gratitud por esa manifestación tan maravillosa de la bendición del Señor. Y tal como había profetizado Elías, la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija disminuyó, durante toda la sequía.
Ella dio lo que podía, y Dios se lo devolvió con creces, y terminó con mucho más de lo que esperaba.
Ver «Héroe de la Biblia: Elías» para conocer más a este fascinante personaje de la Biblia.
Extractos de la revista Conéctate, año 7, número 7, © 2006. Utilizado con permiso. Diseño: Roy Evans.Una producción de Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021.
Audio: Instrumento de Tu paz
Estrofa 1:
Donde hay odio, que yo lleve el amor.
Donde hay ofensa, que yo lleve el perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la unión.
Donde hay error, que yo lleve la verdad.
Donde hay duda, que yo lleve la fe.
Donde hay desespero, que yo lleve esperanza.
Donde hay tinieblas, que yo lleve la luz.
Donde hay tristeza, que yo lleve la alegría.
Estribillo 1:
Señor, haz de mi un instrumento de Tu paz.
Señor, haz de mi un instrumento de Tu paz.
Señor, haz de mi un instrumento de Tu paz.
Señor, haz de mi un instrumento de Tu paz.
Estrofa 2:
Oh, Maestro, que yo no busque tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque es dando como se recibe,
olvidando que se encuentra,
perdonando que se alcanza el perdón,
y muriendo que se resucita para vida eterna.
[Repetir el estribillo 1]
Estribillo 2:
Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz.
Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz.
[¡Hazme un instrumento!]
Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz.
Señor, haz de mí un instrumento de Tu paz.
Se atribuye a San Francisco de Asís. Música: Manases. Producción: Jerry Paladino.© NMG Group, 2021
Jacques Multiusos
Authored by Gilbert Fentan. Read and illustrated by Jeremy. Designed by Roy Evans.Published by My Wonder Studio. Copyright © 2020 by The Family International
Fábulas constructivas: Filipa la Potranca
Authored by Gilbert Fenton. Illustrated by Jeremy. Designed by Stefan Merour.
Published by My Wonder Studio. Copyright © 2020 by The Family International
Fábulas Constructivas: La Ballena Wally
Authored by Gilbert Fenton. Illustrated by Jeremy. Designed by Roy Evans.
Published by My Wonder Studio. Copyright © 2020 by The Family International