En la vida, todo lo que queramos aprender a hacer bien requiere esfuerzo. Los mejores en cualquier campo logran en gran medida lo que hacen porque ponen empeño. Lo mismo se aplica a los cristianos que desean parecerse más a Cristo y convertirse en el pueblo que Dios quiere que seamos. Requiere esfuerzo cultivar sanas creencias, hábitos, actitudes, pensamientos y conductas. También es preciso abandonar creencias falsas, hábitos dañinos, actitudes malsanas y malas conductas.
La Biblia nos dice que «dejemos estas cosas: ira, enojo, malicia1, blasfemia2, palabras deshonestas de vuestra boca3. Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo4. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia5. Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante»6.
Por el contrario, vamos a «vestirnos, pues, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones»7.
Vestirse de bondad, de humildad, de paciencia y de compasión, o desechar la ira, la malicia, la envidia y los malos deseos no sucede espontáneamente. Son los frutos de una vida transformada y potenciada por el Espíritu Santo, de resultas de seguir las enseñanzas de las Escrituras, de aplicar a diario nuestra fe.
No es algo que podamos lograr por nosotros mismos sin la ayuda o la gracia de Dios, pero tampoco podemos esperar que el Espíritu Santo nos transforme si no hacemos ningún esfuerzo ni emprendemos ninguna acción. Debemos desechar lo que nos aparta del objetivo de ser como Cristo y vestirnos de una nueva forma de ser, para vivir en la medida de lo posible como las nuevas criaturas en Cristo en que nos hemos convertido. Cuando nos esforzamos para parecernos cada más a Cristo, eso conduce a una mayor felicidad, una mejor relación con Dios, más satisfacción y más alegría.
Para parecernos más a Cristo, necesitamos ajustar nuestra vida, decisiones, acciones y espíritu con Dios y Su Palabra. Eso significa despojarnos de algunos aspectos de nuestro carácter y vestirnos de los aspectos del Señor. Significa cultivar los frutos del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza8. Cuando hacemos nuestra parte, nos volvemos más como Cristo.
Lee más sobre los frutos del Espíritu aquí.
1 malicia: deseo de causar dolor, herir o afligir a alguien
2 blasfemia: afirmación falsa y ofensiva sobre una persona
3 Colosenses 3:8
4 Efesios 4:25
5 Efesios 4:31
6 Hebreos 12:1
7 Colosenses 3:12-15
8 Gálatas 5:22-23
Este artículo es un extracto de «Más como Jesús: Icemos nuestras velas». Rincón de los Directores. 9 de febrero de 2016.Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.Texto: Peter Amsterdam. Ilustración: Nozomi Matsuoka. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2019.