El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gálatas 5:22-23; NVI).

Bocadito: Cuando más reconocemos al Señor en nuestra vida y que nuestra fortaleza proviene de Él, que el Señor nos creó y que nuestros talentos naturales son dones que Él emplea para Su gloria y propósito, más fácilmente actuamos con mansedumbre, amabilidad y humildad.

Memoriza: Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes» (1 Pedro 55:5b; NVI).

Acción: La humildad y la mansedumbre se demuestran con nuestras palabras y acciones. ¿Recuerdas algún momento reciente en que el Señor te mostró cómo ser amable y humilde? Reflexiona sobre esas ocasiones.

Piensa en las formas en que las personas que conoces demuestran humildad.

Ahora, recuerda alguna ocasión en que sentiste la tentación de reaccionar con orgullo y altanería. Pídele a Jesús que te indique lo que puedes decir o hacer para hacer gala de una actitud humilde y apacible en momentos difíciles. Escríbelo en tu diario o cuaderno.

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