Le preguntaron a una niñita que tenía que cruzar el cementerio para regresar desde la escuela a su casa si tenía miedo.
Niña: No, simplemente lo atravieso para llegar a mi casa.
Esto es lo que la resurrección de Jesús hizo con la muerte. La convirtió en un camino sin peligro en nuestro caminar hacia nuestro hogar.
El mensaje de la Pascua es que por encima de las más grandes tormentas se halla la esperanza.
La resurrección implantó una nueva esperanza en las vidas de los discípulos de Jesús. Y de la misma manera, brinda esperanza en las vidas de personas que padecen enfermedades, o que se encuentran internadas en hospitales, o las que están en algún cementerio enterrando a un ser querido: a todos aquellos que sufren.
Habrá veces en que nosotros padeceremos dolor o sufriremos por algo, pero no estaremos faltos de esperanza debido a un increíble evento en particular que se dio en un momento de la historia hace unos dos mil años, en un pequeño lugar de entierros fuera de los muros de Jerusalén. (Ver Mateo 28.)
Leer más sobre la resurrección de Jesús en «¿Qué ocurrió aquel día?» y «Datos fascinantes sobre la Semana Santa».
Era temprano en la mañana de un domingo. Algunas mujeres caminaban juntas para visitar la tumba de su querido amigo, cuando escucharon que un ángel les decía: «Él no está aquí. Él resucitó».
El milagro de la Pascua es que, debido a que Jesús no permaneció en la tumba, nosotros —los creyentes— ¡tampoco lo haremos! No tenemos que sufrir la muerte, la paga de nuestros pecados en el infierno, ni la separación eterna de Dios. Él aceptó ese castigo por nosotros, ¡y luego resucitó a una nueva vida! Y Su nueva vida puede estar dentro de cada uno de nosotros, brindándonos esperanza y paz, mientras somos colmados de Su amor. ¡Él resucitó! Y nosotros que creemos, nacimos de nuevo. ¡Aleluya! David B. Berg
Contribución: R. A. Watterson, basado en Reflexiones nº298. Ilustraciones: Zeb. Colores: Catherine Lynch. Diseño: Stefan Merour.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2013