Es maravilloso en Navidad pensar en el pesebre, los ángeles y esa noche cuando Jesús vino a la tierra. Pero eso era solo una parte de un panorama mucho más amplio. Jesús no bajó a la tierra simplemente para que los ángeles pudieran animarlo.
Él no vino aquí solo para vivir una vida. De hecho, Él ni siquiera vino aquí solo para nacer, vivir una vida en la tierra, morir por nuestros pecados y resucitar de entre los muertos. Todas esas cosas tremendamente importantes fueron sólo un punto de partida en la inmensidad de la eternidad.
Desde esos breves años que Jesús vivió en la tierra, Él ha estado con toda persona que busca acercarse a Él; Él está trabajando día tras día, vida por vida, para responder al clamor de nuestro corazón. La paciencia de Dios nunca se agota cuando vamos a tientas y tropezamos o nos metemos en problemas. Él siempre está listo para responder a nuestras peticiones mientras suavemente y con constancia nos lleva de nuevo al camino.
Jesús está comprometido con esto a largo plazo.
Como hijos de Dios, podemos anticipar las alegrías y las maravillas del Cielo y experimentar el consuelo de Su Espíritu Santo en épocas de dificultades. Tenemos Su amor incondicional y nuestra conexión con la fuente de toda vida.
Una parte de la maravilla de la Navidad es la magnitud de lo que resultó a partir de comienzos modestos. Lo que comenzó con un bebé pequeñísimo en un pesebre diminuto, en un pueblito de un país minúsculo, se convirtió en un regalo enorme e interminable para un número infinito de personas durante un período de tiempo inconmensurable.
¡Esa es la maravilla del amor de Dios!
Este artículo es un extracto de «Comprometido a largo plazo». Rincón de los directores. 20 de diciembre de 2014.
Texto: María Fontaine. Ilustración: Jeremy. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2019.