La Palabra de Dios le habla a todo el mundo, pero con frecuencia lo hace de maneras diferentes. Su verdad brilla de una forma única en la vida de cada persona, brindando un enfoque y claridad en aspectos de tu vida y corazón que lo precisan.
Detectar diversas áreas de tu vida que requieren mejoras, descubrir cómo hacer progresos, y luego cómo permitir que lo que aprendiste de la Palabra de Dios obre en tu vida son cosas que no suceden de forma rápida ni sencilla. A veces hay aspectos personales que no puedes ver por ti mismo, y cuando salen a la luz, tratas de comprenderlo, pero no siempre tiene sentido. Cuando empleas la luz de la Palabra de Dios para comprenderlo, Él puede obrar y resolverlo.
La primera respuesta natural es tratar de arreglar el problema externo —lo que los demás ven— y eso parece bien y que todo funciona correctamente. Pero, en cuanto a tu carácter, tu personalidad, tus debilidades o malos hábitos, no puedes cambiar el aspecto exterior —el entorno—, tienes que cambiar el corazón. Ahí es donde comienzan los grandes cambios. Primero de todo, debes reconocer y descubrir el problema antes de poder remediarlo.
Es como buscar bajo tierra una tubería que gotea. Conoces la zona general de la pérdida de agua y comienzas a escavar para encontrarla, pero quizás en el primer o segundo intento no la encuentras y es preciso seguir buscando, excavar un hueco o dos más hasta que la encuentras y la puedes reparar. Incluso después de reparar la tubería y rellenar los huecos, todavía se nota en la superficie dónde estaba el problema pues la tierra se verá removida hasta que se asiente y resurja la vegetación.
Es similar a las zonas problemáticas de tu vida: Puede que al principio no comprendas cuál es el verdadero problema y requiera escavar un poco, fallar y seguir buscando antes de descubrir el problema. Luego tienes que repararlo y quieres asegurarte de hacerlo correctamente, para que aguante. La evidencia del problema dura un poco más, con señales en la superficie, pero no dejes que eso te desanime. Permanece como un recordatorio del problema que superaste, y te avisa de cuidar esa zona de tu vida y atenderla bien.
Cuando pides ayuda a Dios, Él obra desde dentro hacia fuera. Los mayores cambios y resultados ocurren en el interior. El Señor arregla lo que está mal en el interior y ese cambio brindará resultados más permanentes e incluso cambiará el aspecto exterior. A medida que permites que Dios aclare el lío y arregle el problema, habrá esperanza de un gran cambio visible.
Los auténticos cambios duraderos proceden de permitir que Dios, por medio de Su Palabra e instrucciones, escave en profundidad y cambie tu corazón, mente y espíritu. Después, las palabras que surgen de tu boca, tu comportamiento y tus acciones, comenzarán a reflejar el cambio positivo que te sucedió porque dejaste que Dios arreglara esas tuberías que gotean.
«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Salmo 51:10; RV).
Texto: Andrea Gianni, basado en los escritos de LFI. Ilustración: David Komic. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2020.