Rincón de las maravillas
La carrera de su vida
viernes, noviembre 25, 2022

—¡Adele! ¡Vamos, despierta! Tienes que entrenar esta mañana.

Adele Trisk, de catorce años, se movió en su cama y gimió.

—Uy... con las vacaciones de verano, me olvidé. ¿Puedo faltar, mamá? ¿Y no correr tanto durante el verano?

—Cuando procuras alcanzar metas atléticas, Adele, las vacaciones no existen. Tienes que practicar todos los días.

Adele bostezó, se sentó y se estiró.

—Cuando decidiste ser una corredora competitiva —continuó su madre—, sabías que implicaría muchos sacrificios, pero te comprometiste con el entrenamiento y nada podía hacerte cambiar de opinión. No desperdicies todo lo que ya entrenaste solo porque no tienes ganas de correr hoy.

—Tienes razón, mamá.

Adele había entrenado durante casi dos años, con el objetivo de participar algún día en competencias internacionales, y ya era una de las mejores de su equipo. Aunque estos años no habían transcurrido sin sacrificios y dificultades, sentía una sensación de logro personal.

Después de correr en la mañana temprano, Adele descansó en el banco de un parque y reflexionó sobre lo que le había dicho su madre. De vuelta en la casa, le dijo a su madre:

—Gracias por ayudarme esta mañana a salir aunque no tuviera ganas.

—Es que has perseverado en este riguroso programa, y te está yendo muy bien —dijo su madre—. Tienes mucho mérito.

Adele abrazó a su madre y le dio las gracias, después fue al gimnasio para entrenar con el resto de su equipo. Mientras ella y sus cinco compañeras de equipo esperaban que llegara el entrenador, vieron a una chica nueva cerca de la puerta de entrada. Parecía tener unos quince años y llevaba puesto el atuendo de entrenamiento del equipo.

—Equipo, les presento a Lina Colwich —dijo el entrenador cuando entró al gimnasio—. Acaba de ser transferida de otro equipo. Aprovechen para conocerla y denle la bienvenida.

Intrigado, el resto del equipo se quedó en silencio evaluando a la recién llegada. La última vez que alguien se había integrado al equipo había sido hacía más de un año. El entrenador hizo sonar su silbato y todos se centraron en hacer ejercicios de calentamiento y rutinas.

Al final de la práctica, Adele decidió entablar una conversación con Lina. Estaba en la duda, porque Lina era mayor que ella y había demostrado seguridad durante la práctica. Adele se armó de valor y se acercó.

—¿Qué tal? Me llamo Adele.

—Pues, ya sabes que me llamo Lina —dijo la chica con una rápida sonrisa que invitaba a continuar una agradable conversación.

—¿Qué te hizo decidir unirte al equipo? —preguntó Adele.

—Mi papá se acaba de mudar por trabajo —dijo Lina—. Este es el único equipo de la zona que se está entrenando al nivel de competencia en el que me he estado entrenando yo. Adaptarme a la mudanza no ha sido fácil, y no estaba segura de cómo me sentiría en un nuevo equipo porque estuve con mi equipo anterior más de cinco años.

—Lo siento si al comienzo no te hicimos sentir más, estee… bienvenida —dijo Adele—. Hace un buen tiempo que no se integra alguien nuevo al equipo. Supongo que nos hemos sentido cómodas como grupo. En fin, me alegra que te hayas integrado... nos vemos mañana, ¿no?

Lina sonrió.

—Claro.

* * *

Unas semanas después, la madre de Adele le dijo:

—Tu entrenador llamó y nos pidió si podíamos ir al gimnasio un poco antes mañana para la práctica. Quiere hablar contigo.

Temprano la siguiente mañana, Adele fue al gimnasio. Lina también estaba esperando.

—Buenos días —dijo el entrenador—. Seguramente las dos se están preguntando por qué les pedí que vinieran temprano.

Las chicas asintieron.

—Un reclutador de talento asistirá a una competencia, una carrera de cinco mil metros, en la que me gustaría que participaran las dos. Hablé con sus padres, y aceptaron su participación, pero la decisión final es de ustedes. Las dos tienen muy buenos tiempos, y han mejorado con constancia, pero si quieren participar, su programa de entrenamiento será más riguroso durante las próximas semanas. Estoy convencido de que seguirán progresando.

Adele y Lina se miraron con asombro ante esta inesperada pero emocionante noticia. Enterarse de que iría un reclutador de talento a la competencia fue abrumador y Adele se preguntó si sucedería algo trascendente. Si bien le gustaba correr y siempre se había esforzado al máximo, era una de las más jóvenes del equipo. Cuando el entrenador terminó de explicar sobre el régimen de entrenamiento de la competición, el resto de equipo comenzó a llegar para la práctica.

Cuando terminaron de practicar, Adele se sentó en silencio en el banco. Lina interrumpió sus pensamientos.

—Oye. ¿Qué estás pensando, Adele? Parecías un poco distraída hoy.

—Em, creo que todavía estoy procurando hacerme a la idea de que iremos a esa competencia.

—Me pasa lo mismo. Pero lo vamos a hacer juntas, ¿no? Si hay algo en lo que pueda ayudar, dime.

Adele se animó a sonreír:

—Gracias, Lina. Qué bien que estemos juntas. Nos vemos mañana.

* * *

Finalmente llegó el gran día. Adele estaba nerviosa, pero eso no disminuyó la emoción que sentía al pensar en el evento. El entrenador se acercó con Lina.

—Tenemos que ir a la pista temprano —dijo—. Podemos hacer unas vueltas y estiramientos preparatorios para calentar bien.

Lina no respondió. No se sentía bien. Sin que el entrenador lo supiera, se había torcido el tobillo durante la práctica del día anterior. Como no le había dolido mucho, no dijo nada. Ahora le dolía más que el día anterior.

—¿Tu tobillo está bien, Lina? —preguntó el entrenador mientras comenzaban los ejercicios de calentamiento—. Pareciera que...

—¿Qué? Ah. Sí... está bien.

El entrenador no estaba tan seguro. Llamó al médico para revisarla y el médico dijo que el esguince tardaría al menos una semana en sanar.

—Exigirle más ahora podría empeorar la lesión e incluso causar daños permanentes —dijo.

La carrera comenzaba en un par de horas y Lina no podía competir de manera alguna.

—No dudo que te has de sentir decepcionada —dijo el entrenador—. Pero tu bienestar es más importante que la carrera. Ya habrá otras oportunidades.

Lina asintió y se mordió el labio decepcionada, pero más allá de su propia decepción, sabía que Adele necesitaba su apoyo.

—Estoy muy nerviosa —Adele le susurró mientras el entrenador había ido a asesorarse más con el médico—. Estaba contando con que lo haría contigo. No sé si lo puedo hacer sola.

—Claro que puedes. Te entrenaste mucho; las dos nos entrenamos mucho. Ve y demuéstrales que puedes ganar.

—Pero no me esperaba tener que hacerlo sola.

—No estás sola, Adele. Todos te estamos apoyando. Cuando me siento nerviosa en una competición, bloqueo el tumulto, a los otros competidores… de hecho, prácticamente todo. Me recuerdo a mí misma que corro porque me gusta y me entusiasma hacerlo para ver qué resultado obtengo. Rezar también me calma y me ayuda a centrarme.

—Gracias, Lina. Lo voy a recordar.

Adele encontró un rincón tranquilo, cerró los ojos y se centró en su amor por el deporte y pidió en oración la perseverancia necesaria para completar la carrera. De pronto los nervios se esfumaron y sintió que la confianza invadía sus pensamientos al colocar el pie en el bloque de partida. Sonó la pistola de partida y Adele empezó la carrera. Era larga y, aun cuando le tomó mucho esfuerzo seguir el ritmo, podía sentir la confianza y el apoyo de su equipo. También sabía que sin importar el resultado final, había dado lo mejor de sí misma.

Al comenzar la última vuelta se sentía muy cansada y le preocupaba no tener la energía suficiente para completar la carrera.

—¡Jesús, dame fuerza! —oró.

De repente, con la meta final a la vista, ya no se sintió cansada. Pasó la última curva detrás de varias corredoras y de pronto, con un súbito impulso de velocidad, aceleró la marcha hasta la meta final.

No se dio cuenta de que había ganado la carrera hasta que el público empezó a aplaudir.

—Sabía que podías ganar —exclamó Lina—. Te mantuviste firme durante toda la carrera y aceleraste en la última vuelta. Increíble.

—Tu apoyo me ayudó muchísimo —dijo Adele.

Adele sintió un deleite profundo cuando recibió la medalla. Y más allá de los elogios, había descubierto algo más importante ese día: el apoyo de la amistad y la confianza que solo proviene de Jesús, un amigo que le daría la fuerza para perseverar ante cualquier desafío y ganar la carrera.

Texto: Celeste Fay y Andrea Gianni. Ilustración: Jeremy. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022.
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Etiquetas: relatos para niños, perseverancia, excelencia