Antes de seguir leyendo, deberían saber dos cosas sobre mí:

1. Dora carece de sentido del ritmo. 2. Dora no canta en ¡ABSOLUTO!

Cuando comenzó la música, estaba temblando en mi asiento, pero cuando Cedro chocó contra el muro invisible y mi baqueta golpeó por primera vez el platillo, ¡me embargó una sensación increíble de gozo y paz!

No voy a mentir y decir que de repente Dios me dio la voz o habilidad para cantar de Phil Collins, pero diré que no sonó tan mal. Sin embargo, mi preciosa voz, o la falta de ella, no es lo que trato de enfatizar, porque aquel día comprendí…

Descubrí que no importaba si poseía una voz suprema o no, o si podía tocar la batería o no, porque Jesús no necesitaba eso para valerse de mí. Si así fuera, yo no habría estado sobre ese escenario. Quizás habría estado alguna cantante famosa, o un baterista a nivel mundial, o cualquier otro músico talentoso, pero no estaban.

¡Estaba yo!

Y aquel día, Jesús se valió de mí, a pesar de mis carencias, para llevar el mensaje a esas personas. Se sirvió de mí para ayudar a aquellos chicos a conocer más sobre Dios. Y como resultado, ¡aquel día hice algo de lo que sentirme orgullosa!

Quizás sólo tengo mi pequeña batería, mi vocecita chillona, mi miedo escénico y mis rodillas temblorosas…

…¡pero conozco a Alguien que puede valerse de todo eso!