Hace muchos años, durante una época de guerra los hombres se preparaban para la contienda. Uno de los guerreros, llamado Tacaño, alistaba su armamento sentado en medio de su tienda cuando uno de sus compañeros de armas vino para pedirle que le prestara una espada ya que la suya se había partido en una escaramuza.
—Me he fijado que posees dos espadas, y yo necesito una con urgencia —dijo el guerrero.
—No puedo darte mi espada de repuesto —dijo Tacaño—, ¿qué pasará si mi primera espada se parte como la tuya? Necesito contar con una de repuesto.
Más tarde, otro soldado acudió a la tienda de Tacaño.
—¿Podrías prestarme tu escudo de reserva? El mío se perdió durante la refriega de ayer.
—No —replicó al instante Tacaño—, si se me cae el escudo de la mano, necesitaré el de reserva.
En realidad, Tacaño poseía un repuesto de cada una de sus armas.
Al día siguiente, la batalla comenzó y Tacaño y su compañero fueron capturados por el enemigo. No pudo huir a tiempo debido al peso de sus armas de repuesto, y para colmo de males, su compañero no disponía de una espada con la que luchar y evitar así que los capturaran.
—Si hubiera estado menos preocupado por guardarme todas mis armas solo para mí —lamentaba Tacaño sentado en su prisión con grilletes en las manos— tal vez habríamos tenido oportunidad de escapar mi compañero y yo. Cómo me arrepiento y lamento mi actitud.
Lee: Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. (Proverbios 11:24)
Autor: Yoko Matsuoka. Ilustraciones: Yoko Matsuoka. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021