Rincón de las maravillas
La casa
viernes, septiembre 28, 2018

Cierto día, el maestro de obras se acercó a una casa, que llamaremos Harry. Le dijo:

—Harry, como has visto, he estado reformando muchas de mis otras casas para hacerlas más fuertes y cambiar las estructuras antiguas que tal vez no podrían soportar las condiciones climatológicas adversas. Me gustaría hacerte una reforma. ¿Te parece bien?

Harry le respondió:

—Vaya, ¿de qué clase de reforma estamos hablando?

El maestro de obras le explicó:

—Quiero empezar por las tuberías. Tu sistema de gestión de aguas residuales está obsoleto y sobrecargado. En este momento produces más cantidad de la que aguantan tus tuberías, así que está derramándose por el jardín.

Harry no estaba a gusto.

—¡Mis tuberías! Pero… pero… he usado este sistema para las aguas residuales durante mucho tiempo. ¿De verdad hay que cambiarlo? A fin de cuentas, el desbordamiento de las aguas fertiliza el jardín… ¡Hablando del jardín! Si te pones a excavar y cambiar las tuberías, mi pobre jardín será un desastre durante meses.

—Pues, me gustaría que hablemos de tu jardín. Puede estar muy fertilizado, pero parece que todo lo que crece ahí es maleza. Los árboles frutales y los rosales están arrinconados.

—Pues no quiero que hagas un desastre con las tuberías.

—¿Estás seguro de eso, Harry? También instalaría grandes tuberías de agua fresca para que mantengas la casa limpia e higiénica. Has tenido que apañártelas con muy poca agua durante años. ¡Yo puedo arreglarlo eso!

—He tenido bastante agua —refutó Harry—. Sólo necesito unas pocas gotas al día. Es verdad que hay un poco de mugre porque no limpio, pero todo ese polvo y suciedad le da un aire ancestral a la casa, ¿no te parece? En fin, no te preocupes por mis tuberías. Tú y tus obreros pueden ahorrarse ese trabajo. ¿Qué más estabas pensando renovar?

El maestro de obras esperaba que Harry entrara en razón.

—¡Te alegrará saber que cambiaremos tus ventanas! Tus ventanas son pequeñas, no dejan entrar la luz y los marcos están viejos y oxidados. Unas ventanas de doble acristalamiento evitarán la fuga del calor durante el invierno y aumentarán la luz que recibes todo el año.

—¿Mis ventanas? —chilló Harry—. Tiene que ser una broma. He tenido estas mismas ventanas desde que era una casa joven.

—Exactamente —explicó el maestro de obras—. Aunque al principio sientas que entra demasiada luz, sé que pronto te encantará. ¡Hasta te preguntarás cómo habías vivido todo ese tiempo en la penumbra!

Harry dejó escapar un suspiro.

—Vamos a dejar las ventanas en veremos. ¿Qué más tenías en mente?

—La entrada a tu garaje. Es muy estrecha. Esperaba poder hacerla mucho más amplia.

Eso fue la gota que derramó el vaso.

—¡Maestro de obras, por lo que me dices, quieres destruir todo lo que soy, quitarme todo lo que me encanta de mí y darle un giro radical a mi existencia!

El maestro de obras miró en silencio a Harry.

—¿Puedo pedirte un favor, Harry? Echa un vistazo a las casas que he renovado en esta calle. ¿Te parece que las he destruido? Es verdad que se ven distintas, pero ¿no dirías que lucen más felices, con más luz, más bonitas con jardines recién plantados y más entusiasmadas con todas las visitas que están recibiendo?

Harry miró a ambos lados de la calle. Era verdad que todo el mundo parecía emocionado. Tanto así que empezaba a sentirse dejado de lado. No había visto la relación entre las renovaciones y las experiencias nuevas y maravillosas que vivían las otras casas. Es más, le había parecido que los obreros y equipos de construcción hacían mucho ruido y esperaba que todas las molestias se acabaran pronto. Pero ahora empezaba a ver las cosas desde otro punto de vista.

Harry tragó saliva y volvió a mirar al maestro de obras. No era fácil decir las siguientes palabras, pero quería intentarlo.

—Maestro de obras —empezó—. Acabo de darme cuenta de que había olvidado algo importante mientras discutíamos. ¡Yo te pertenezco! Tú me construiste. Si te parece que ha llegado la hora de hacer mejoras, ¿cómo puedo negarme? Aunque los cambios parezcan incómodos al principio, sé que cuidarás de mí y que los cambios que propones resultarán ser lo mejor. Puedes cambiar todo lo que no te parezca bonito o provechoso en mi casa. Límpiala de la manera que mejor consideres y haz que pueda servirte.

El maestro de obras levantó la mirada y Harry vio que lágrimas de gratitud rodaban por sus mejillas.

—Gracias, Harry —susurró—. Te prometo que no te arrepentirás de ponerte en mis competentes manos.

«Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo!» (Isaías 43:18-19; NVI.)
«Los justos siguen avanzando, y los de manos limpias se vuelven cada vez más fuertes» (Job 17:9; NTV).
Edición: Nia Russell. Ilustración: Evangeline. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2018.
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Etiquetas: obediencia