Rincón de las maravillas
Remienda el desgarrón
viernes, marzo 27, 2020

Un hombre poseía un bolso de viaje que llevaba con él a todas partes. Un día, se dio cuenta de que su bolso tenía un desgarrón a lo largo de la costura. Rápidamente lo arregló envolviéndolo con cinta, pero al poco tiempo el desgarrón se volvió más grande. Daba la impresión de que nada podría evitar que la rotura se hiciera mayor o que el tejido del bolso se deshilachara. Eso le causó al hombre mucha frustración, pues en los largos viajes que hacía no podía permitir que a través del desgarrón siguiera perdiendo cosas.

Un día el hombre llegó a su destino preparado para reunirse con una persona importante, pero la corbata se le había caído del bolso, así que tendría que comprarse una nueva. Cuando no encontró ninguna, rehízo sus pasos, y al final encontró su corbata en la carretera. Pero estaba sucia y llena de polvo, y había que lavarla.

El hombre continuó perdiendo cosas valiosas en sus viajes, hasta que un día se fijó que en casa tenía una máquina de coser. Podía usarla para reparar el desgarrón. Pensó en hacerlo, pero le ganaron la pereza y la postergación. Y no arregló el bolso que era tan importante para él.

En el siguiente viaje, la rotura del bolso se hizo cada vez mayor hasta que se le cayó un zapato. Cuando llegó a su cita calzado con los maltrechos zapatos que utilizaba en sus viajes, el cliente rechazó su oferta. El hombre regresó a su casa avergonzado. En el viaje siguiente, se le perdieron el reloj y la billetera. Llegó tarde a su cita y perdió una cantidad considerable de dinero.

De vuelta en casa se sentía abatido y confundido, observó su bolso y se preguntó qué debía hacer. Un pensamiento acudió a su mente: ¡Utiliza la máquina de coser!

—¡Eso es! —exclamó, y se dirigió a la mesa—. Pero, ay, estoy cansado y eso puede esperar hasta mañana —caviló, y de nuevo lo pospuso.

La próxima vez que tenía que salir de viaje, agarró de nuevo el bolso. Sin embargo, esta vez el bolso se desgarró antes de salir por la puerta, y todo lo que llevaba en el interior se desparramó por el suelo. Presa del desespero, se sentó y comenzó a quejarse y lamentarse. «¿Para qué sirve este bolso? ¿Cómo voy seguir haciendo mi trabajo?»

En ese instante, un susurro acudió de nuevo a su mente:

¡Utiliza la máquina de coser!
¡Haz caso a ese pensamiento!
No puedes continuar tu vida con ese impedimento,
y poner parches por tu cuenta solo causa más lamento.
Por eso, utiliza la máquina de coser y remienda el rompimiento,
mientras es fácil de reparar y no representa tanto tormento.
Cada día perderás oportunidades y el desgarrón irá en aumento.
Así pues, sé un hombre inteligente y arréglalo al momento.

Esta vez dejó de lado la pereza y observó dichoso cómo la máquina de coser se deslizaba sobre el desgarrón. Con cada puntada que daba, el roto menguaba. Y al poco rato, el bolso estaba arreglado y con sumo cuidado lo volvió a llenar para su próximo viaje.

—Nunca más —se dijo el hombre— dejaré que una cosa así arruine mi vida cuando dispongo de una máquina de coser con la que reparar un desgarrón así.

Y corrió a una exitosa siguiente cita, llevando a salvo su corbata y zapatos, su reloj y su billetera favorita.

Reflexiona:

A lo largo de la vida surgen desgastes y roturas en el corazón, mente y espíritu: interrogantes, temores y preocupaciones. Si permites que el desgaste de tus pensamientos y emociones continúe sin que dediques tiempo a remendarlo con la Palabra de Dios —que es la que repara tu fe, responde tus interrogantes y calma tus preocupaciones— serás incapaz de enfrentar los desafíos que surgen a diario, y perderás un tiempo muy valioso.

La Palabra de Dios restaura tu espíritu; te ayuda a centrar tu fe y confianza de nuevo en Dios para que tu senda luzca despejada y fácil de seguir.

«Tu Palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino» (Salmo 119:105; NTV).
Texto: Andrea Gianni, basado en los escritos de LFI. Ilustración: Jeremy. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2020.
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Etiquetas: palabra de dios, diligencia