¿Alguna vez te has sentido catalogado injustamente por otras personas? Quizás te encontraste en una situación donde alguien te trató según lo que creía saber de ti (es decir, por lo que escuchó aquí o allá por boca de terceros) cuando en realidad no te conocía a fondo, y tal vez nunca te había visto ni había conversado contigo.
Me parece que las personas tienden a sacar conclusiones erróneas sobre Marta, la hermana de María, basándose en la relación que ambas tuvieron con Jesús y que quedó registrada en el capítulo 10 de Lucas.
Seguramente ya te conoces la historia al dedillo. Se encuentra en Lucas 10, donde narra que Marta estaba «preocupada con muchos quehaceres... afanada y turbada»1, y que María escogió la buena parte: sentarse a los pies de Jesús para oír Su palabra.
Del comportamiento de María podemos sacar una lección fundamental. A veces, cuesta mucho diferenciar entre lo bueno y lo mejor; y a partir de ahí, tomar la decisión de renunciar a algo bueno a fin de obtener lo mejor. Por eso, sería una meta loable aprender a ser como María. Algo a lo que todos deberíamos aspirar.
Sin embargo, con harta frecuencia escuchamos el comentario de «...no seas una Marta». Basándonos en este relato, resulta muy fácil catalogarla como una mala persona, o por lo menos como alguien a quien no queremos parecernos en absoluto.
Quizás te preguntes si se sabe algo más sobre Marta. Pues sí, así es. En el capítulo 11 de Juan encontramos otro relato sobre ella. Así como en Lucas 10 se retratan algunas virtudes de María, en este otro descubrimos varias fortalezas de Marta.
El capítulo 11 de Juan trata sobre Lázaro, el hermano de Marta y María. Jesús era íntimo amigo de ellos y los quería mucho. Cuando Lázaro cayó enfermo, sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús. Con toda certeza esperaban que Jesús iría y lo sanaría antes de que empeorara más.
Pero, en lugar de eso, Jesús se quedó unos días más donde estaba. Lázaro falleció. Y entonces, Jesús viajó a Betania, la aldea donde residía Lázaro.
Cuando Jesús les dio la noticia a los discípulos, dijo: «Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis»2. Luego añadió: «Esto es para la gloria de Dios y para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella»3.
Cuando ya estaba cerca de Betania, Marta salió a su encuentro y le dijo:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta le dijo: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final».
Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?»
Le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo»4.
Estas declaraciones de Marta demuestran que era una mujer de gran fe.
La muerte de su hermano le supondría una terrible agonía, eso sin mencionar el asombro que le causaría que Jesús no acudiera cuando lo llamaron. Tengamos en cuenta, además, que Jesús no fue directo al grano y le dijo que iba a resucitar a Lázaro. No quedó muy claro cuando afirmó: «...todo aquel que vive y cree en Mí no morirá para siempre». Marta pudo pensar: «Pero mi hermano ya está muerto».
Aunque no conocía todos los detalles ni lo que Jesús pediría a Su Padre, escogió confiar en que Él haría lo mejor para ellos. Dijo: «Sé que cualquier cosa que le pidas, Dios te lo concederá... creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». ¡Menuda declaración!
Y exactamente eso fue lo que presenciaron: la gloria de Dios en acción cuando Lázaro (que ya llevaba cuatro días muerto) ¡resucitó y salió de la tumba!5 Fue un milagro increíble, y sirvió para que muchos creyeran en Jesús.
En estos dos capítulos encontramos muchos puntos de reflexión interesantes. Al establecer comparaciones entre Marta y María, yo llego a las siguientes conclusiones:
Todo el mundo tiene puntos fuertes y débiles. Todos tenemos cosas de que enorgullecernos y que nos agradan de nuestro carácter; y otras que nos frustran o que tratamos de cambiar. Pero ninguno queremos que se nos catalogue por alguna metedura de pata o que nos encasillen permanentemente basándose en algún fallo o error puntual en que la liamos. Eso sería muy injusto.
Lo mismo sucede en nuestro caso. Del mismo modo que sería injusto fijarnos únicamente en los errores de alguien, también resulta arbitrario que tengamos solo en cuenta nuestras meteduras de pata o nos fijemos nada más que en nuestros errores y momentos embarazosos. Conocernos a nosotros mismos también incluye ser conscientes de nuestros puntos fuertes, y aumentar nuestra confianza en nuestras capacidades y en las cosas que aprendemos a hacer bien.
Notas a pie de página:
1 Lucas 10:40-41
2 Juan 11: 14-15
3 Juan 11:4
4 Juan 11:21-27
5 Juan 11:44
Texto: Avi Rue, adaptado. Ilustración: Nozomi Matsuoka. Diseño: Stefan Merour.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2017