—Piensa nada más. Pronto estarás en un salón lleno de nuevos amigos.
Era el primer día de clases y la mamá de Jaimito lo llevaba al colegio.
—No es verdad —refunfuñó Jaimito—. Nadie quiere ser mi amigo. Todo el mundo piensa que soy un bicho raro.
Jaimito tenía muchas ganas de hacer amigos. Quería que lo invitaran a acampar, a cocinar y a quedarse a dormir en la casa de los demás chicos. Pero la artritis había torcido sus piernas. Tenía que llevar abrazaderas y cojeaba al caminar.
—No eres tan distinto a los demás niños. Puede que tus piernas sean distintas, pero ello no te convierte en un bicho raro. Muchos niños no lo saben y por eso tienes que enseñarles. Si te muestras amistoso y atento con los demás, estoy segura que harás amigos. Pero tienes que hacer tu parte. No puedes esperar a que los demás niños lo hagan todo. Se necesitan dos personas para ser amigos.
Jaimito sabía que era cierto. La verdad es que no se había esforzado por hacer amigos. Cuando los demás niños lo molestaban, se enojaba y se sentaba solo. Ello de ninguna manera motivaba a los demás a entablar amistad.
La mayoría de los niños del colegio nunca me han visto alegre o sonriente. Seguramente piensan que siempre estoy enfadado o triste.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Jaimito. Había tomado una decisión. Empezaré bien este año escolar. Tengo muchas ganas de hacer amigos, así que intentaré ser amigable.
Cuando Jaimito llegó a su nueva aula escolar, la mayoría de sus nuevos compañeros estaban sentados y la profesora empezaba a confirmar la asistencia. La profesora parecía muy amable. En el pizarrón habían escrito en elegante letra cursiva Srta. Kate Noelle.
Jaimito procuró mostrarse amigable y lo más normal posible, pero no podía evitar pensar que todos se estaban fijando en él y preguntándose qué pasaba con sus piernas y por qué cojeaba.
Llegó a su pupitre y se sentó. ¿Por qué querrían ser mis amigos cuando pueden tener amigos que caminan de manera normal?
—Hora de confirmar asistencia —anunció la Srta. Noelle. Empezó a leer la lista de nombres de los estudiantes. Al escuchar su nombre, los estudiantes se ponían de pie y confirmaban su asistencia.
—Jaime Lee Wilster.
Jaimito se esforzó por alejar la silla del pupitre y levantarse. Los segundos le parecían horas y sentía que todo el mundo lo estaba mirando. Hasta podía imaginar lo que pensaban…
Míralo. Ni siquiera se puede levantar.
¿Qué es lo que le pasa?
Debe ser una persona muy aburrida.
Hay un niño discapacitado en mi clase.
Cuando Jaimito finalmente se levantó de la silla y volvió a sentarse, la Srta. Noelle le dijo:
—Muchas gracias, Jaime. En el futuro, no será necesario que te levantes.
—Un trato especial para el discapacitado, ¿eh? —sonó una voz desde la última fila.
—¡Billy Kenter! —respondió la Srta. Noelle con firmeza—. Tu comentario está de más.
La campana del receso sonó y todos salieron a jugar. Menos Jaimito, que se quedó en el salón. Por la ventana veía a Billy —quién se convertiría en su matón personal— reunir a los demás niños para jugar el juego que quería. Era obvio que todos prestaban atención a cada palabra de Billy.
—No dejes que Billy te moleste.
Jaimito se dio la vuelta y vio a una niña de pie a varios pupitres de él con un libro en la mano.
—Hola. Me llamo Jenny Mariner. Soy una de tus compañeras. Encantada de conocerte.
—Este… encantado. ¿No vas a salir a jugar?
—Al terminar las clases aprendo ballet, así que ahorro energía. Además, prefiero leer. ¿Y tú?
—Eh… sí. Quiero decir, leer es uno de mis pasatiempos favoritos. Tengo una biblioteca enorme en la casa. Deberías… verla.
—Sí, tal vez —respondió Jenny. Se sentó y empezó a leer atentamente.
El corazón de Jaimito latía con fuerza. Alguien le había hablado. Alguien había demostrado interés en él. Alguien se había acercado a saludarle.
Jaimito recordó la graduación del último año escolar. Había recibido todas las medallas y honores habidos y por haber, pero nada de ello importó. No tenía amigos. No había recibido ni una invitación a las fiestas de graduación de las que todos los niños hablaban y para las que se preparaban. Se había sentido muy solo.
Cierta noche, en un viaje de camping organizado por sus padres para levantarle el ánimo, Jaimito oró: «Querido Jesús, papá y mamá me dicen que me amas y que cuidas de mí. Sé que dicen la verdad porque me aman y nunca me mentirían. No sé si puedes hacer esto por mí; a lo mejor soy demasiado malo para que me escuches y respondas a mis oraciones. Pero mi deseo y oración es que me envíes a un amigo. No sé cómo hacer amigos en el colegio y necesito Tu ayuda. ¿Podrías de alguna manera ayudarme?»
¿Es esta la respuesta a mi oración? ¿Es Jenny la amiga que Dios me va a enviar? ¿De verdad está respondiendo a la pequeña oración que hice aquella noche hace tantos meses?
—Hora de estudiar. Saquen sus libros de Historia.
Jaimito abrió el libro. Al terminar la clase, los estudiantes salieron a toda prisa del salón. Jaimito fue el último en salir. Se encontraba absorto tomando nota de lo que seguiría estudiando en casa.
—Jaime —comentó la Srta. Noelle—, eres un estudiante muy atento. Eso me gusta. Creo que vamos a divertirnos mucho aprendiendo.
—Gracias, Srta. Noelle.
Jaimito pensó que estaba a solas, cuando sintió que alguien le tocaba el hombro. Se dio la vuelta y vio a Jenny, libro en mano.
—Qué sorpresa. Pensé que estaba solo.
—Quería despedirme. Nos vemos mañana.
—Eh… adiós —contestó Jaime con una gran sonrisa.
Los días pasaron. Jaimito y Jenny se hicieron buenos amigos. Billy continuó atacando a Jaimito, pero ya no le importaba tanto, porque había encontrado en Jenny a su mejor amiga.
Cierto día, Jenny le dijo:
—Tengo algo que decirte, pero creo que no te va a gustar.
—¿Qué es? —preguntó Jaimito con cautela. Por su cabeza pasaron pensamientos terribles. A lo mejor ya no quiere ser mi amiga, pensó con tristeza.
—Me alegro mucho de ser tu amiga —continuó Jenny—, pero no me parece correcto que no te importen los demás niños. Me parece que no te importa hacer amigos y que desechas los comentarios buenos o malos que hacen sobre ti. Ya sé que no te están tratando muy bien, pero tú tampoco estás poniendo de tu parte para ser amigable o amable con ellos. En ocasiones parece que los ignoras por completo.
Es cierto, pensó Jaime. No me importan los otros niños. No me importa si me tratan mal. Y la verdad es que no quiero ser amable con ellos.
—Supongo que tienes razón —contestó Jaimito—. Pero, ¿por qué debo ser amable con ellos cuando son ellos los que me dicen cosas desagradables? No me parece justo.
—Solo porque no te parezca justo, o porque alguien te trate mal y sea descortés o desagradable contigo, no quiere decir que debas dejar de ser amoroso, amigable y amable con ellos. Así nunca harás amigos. La única manera de hacer amigos es ser amigable, aunque las otras personas parezcan no apreciar tu amabilidad o no se conviertan en tus amigos de inmediato.
Jaimito finalmente concedió:
—Está bien, creo que puedo ser amable con los demás niños, excepto con Billy.
—¿Qué quieres decir con excepto con Billy?
—Billy es un matón. Siempre está burlándose de mí y poniéndome sobrenombres frente a los demás niños. Nunca seré amable con él. Además, él puede hacer todo lo que yo siempre he querido, pero que no puedo. Para colmo, me molesta y no hay nada que pueda hacer al respecto. Me parece injusto que deba ser amable con él.
—¿Cuáles son todas las cosas que él puede hacer y tú no?
—Puede correr y hacer deportes. Está en el equipo de béisbol. Yo siempre he querido jugar al béisbol. Es un chico rudo y todos los niños lo admiran. Yo nunca he tenido amigos. Eres una de las primeras amigas que he tenido. Además, él tiene gancho.
—Muchos de los niños creen que Billy es genial. Pero tú también lo eres por dentro. Tienes una personalidad maravillosa y cualidades que hacen que quiera ser tu amiga. Eres amable y paciente. Eres una persona muy interesante. No eres necio y tonto como muchos otros niños. Además, casi todo el mundo puede tener un exterior chévere, pero a ti Jesús te hace chévere en tu interior.
Jaimito pensó en las palabras de Jenny, pero le parecía muy difícil ser amable con Billy. ¿Qué pasaría si intentara ser amable con Billy y hablar con él, y Billy se burlara de él todavía más?
—Vamos. Sé que puedes lograrlo. Por favor, inténtalo. Yo creo que todo mejorará. Te sentirás mucho más feliz una vez que Billy y tú sean amigos. Empieza con algo sencillo. Sé amable o hazle un comentario agradable. Sé que será difícil, pero valdrá la pena.
—Está bien. Lo pensaré.
Jaimito quería intentarlo, aunque solo fuera porque Jenny era su amiga y se lo había pedido.
Al día siguiente el receso duró más de lo normal. Los muchachos se reunieron en el patio para jugar al béisbol. Jaimito se quedó sentado mirando por la ventana. Llegó el turno de Billy de batear y logró un jonrón impresionante. ¿Cómo puede jugar tan bien y ser tan bueno en todo cuando es un completo idiota? ¡No es justo!
Entonces recordó lo que Jenny le había dicho: «Empieza con algo sencillo. Sé amable o hazle un comentario agradable». Si albergo pensamientos negativos contra Billy, nunca podré decirle nada amable.
El receso terminó y todos los niños volvieron a entrar. Entonces Billy tropezó y todo lo que llevaba se le desparramó por el suelo. La gorra de Billy salió volando y cayó a los pies de Jaimito.
¿Qué debo hacer?
Se detuvo y recogió la gorra de Billy. Todos los estudiantes se quedaron callados. Bien sabían cuánto molestaba Billy a Jaimito. Billy se acercó lentamente a Jaimito. Jaimito sonrió levemente y le extendió la gorra a su enemigo.
Billy no sonrió. Le arrebató la gorra de las manos y abrió su casillero para guardar lo que llevaba.
—Este… Billy, jugaste muy bien hoy. Te estaba observando.
Billy se sorprendió.
—G… gracias. ¿Me estabas mirando?
Entonces se dio cuenta que todos sus amigos los observaban.
—Bueno, soy el mejor jugando al béisbol. Tú probablemente eres el peor.
Jaimito había intentado ser amable. Su acto de amabilidad pareció funcionar por un momento, pero no duró mucho. Jaimito le contó a Jenny lo que había ocurrido.
—Estoy tan orgullosa de ti —respondió Jenny—. Estoy segura que Billy apreció tu amabilidad. Lo más probable es que no podía demostrarlo porque sus amigos estaban alrededor, y no quería que pensaran que se está volviendo débil.
Los días pasaron y Jaimito continuó siendo amable con sus compañeros, no solo con Billy, sino con todos. En varias ocasiones Billy casi parecía ser amable con él, pero entonces volvía a su forma de ser habitual.
Así y todo, Jaimito debía admitir que si bien Billy no era del todo amigable, al menos no era tan malo y brusco como antes. Había dejado de ponerle sobrenombres y no se burlaba de él ni lo empujaba. De modo que sus esfuerzos parecían valer la pena.
Jaimito también se sentía más feliz. No solo tenía a Jenny como amiga, sino también sabía que se esforzaba por ser amable con sus compañeros de curso, aunque ellos no siempre fueran amables con él. La relación entre él y sus compañeros había mejorado. Ello lo hacía muy feliz. Pero no estaba preparado para lo que sucedería.
Era el viernes por la tarde y solo quedaba una hora de escuela. La Srta. Noelle les pidió a todos que guardaran sus libros y empacaran las mochilas.
—¿No solemos repasar gramática durante la última hora? —preguntó Jaimito.
—Sí, pero hoy vamos a hacer algo distinto.
Jaimito miró a su alrededor. Aquello era muy extraño, pero sus compañeros no parecían sorprendidos.
—Una vez que terminen de empacar, diríjanse al gimnasio —continuó la Srta. Noelle—. Jaime y Jenny, pueden ir a leer a la biblioteca.
Mientras sus compañeros se dirigían al gimnasio, Jaimito le preguntó a Jenny:
—¿Por qué vamos nosotros a la biblioteca?
—A lo mejor porque la Srta. Noelle sabe que nos encanta leer —respondió Jenny—. Nos está dejando hacer lo que nos gusta. Yo no me sorprendería.
—Está bien —asintió Jaimito, y se dirigieron a la biblioteca.
Al cabo de solo quince minutos, la Srta. Noelle rompió el silencio de la biblioteca.
—¡Se acabó el tiempo! Por favor, vuelvan al salón.
—¿Qué está pasando ahora? —preguntó Jaimito a su profesora.
—No se admiten preguntas —fue su única respuesta.
Jaimito y Jenny se acercaron al salón de clase. El pasillo estaba a oscuras.
—¿Por qué estarán apagadas las luces? —preguntó Jaimito.
Jenny abrió la puerta y entró a Jaimito de la mano.
—¡Sorpresa! ¡Sorpresa! —gritaron todos los estudiantes.
Las luces se encendieron para iluminar una estupenda decoración. Todos los estudiantes estaban sonriendo cerca del pizarrón. Allí estaban escritas las palabras: «Creemos que eres fabuloso, Jaimito». Todos habían traído un pequeño obsequio para el homenajeado. Encima de una de las mesas había pastel, galletas, dulces, jugo y otras delicias.
¿Era todo para él? No podía creerlo. Debía estar soñando.
Miró alrededor de la clase y, sí, allí estaba Billy. Hasta se había puesto un gorro de fiesta.
—Jaimito, siéntate aquí al frente de la clase —ordenó alegremente la Srta. Noelle—. ¿A quién le gustaría explicarle qué es todo esto?
—A mí. Como todos saben —empezó Billy—, casi nunca hablo con Jaime. Todo esto es para compensar las veces en que no fui amable contigo, o aún peor, cuando te hice comentarios desagradables. Lo siento mucho.
—La verdad es que al empezar el curso no fuimos muy amables contigo. Pero ahora que te conocemos mejor, hemos descubierto lo estupendo que eres. Hemos acordado entre todos nombrarte estudiante favorito del año.
—Además creemos que eres el más valiente. Ninguno de nosotros tiene de qué quejarse. Nos sentimos avergonzados que fueras tan amable con nosotros, aun cuando nosotros no lo éramos contigo. De modo que queremos disculparnos. Sobre todo yo, porque me pareces genial. Me encantaría ser tu amigo. Todos queremos serlo. Y esta fiesta es para demostrar cuán agradable creemos que eres.
—No sé qué decir. No podría elegir mejores compañeros que ustedes. ¡Mil gracias! —exclamó Jaimito.
Entonces recordó algo:
—Billy dijo que no sabía cómo fui amable con ustedes, incluso cuando ustedes no lo eran conmigo. Hace un par de meses oré y le pedí a Jesús que me diera un amigo. Él respondió a mi oración y me dio a mi mejor amiga: Jenny. Ella me enseñó a ser amable con todos ustedes. El mérito no es solo mío. Dios respondió a mi oración y me dio una amiga que me enseñó a hacer amigos.
Jaimito había aprendido a superar su discapacidad y a encontrar el amor y la amistad: ofreciendo su amor y amistad a otros.
Autora: Joy. Ilustraciones: Zeb. Diseño: Roy Evans.Publicado por El rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021