¿Sabías qué? Simeón era un hombre justo; Ana era una profetisa. El Nuevo Testamento no habla mucho de estas dos personas; sin embargo, podemos captar un destello de ellos cuando, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José lo llevan al templo para ser consagrado.
Hecho sorprendente: El Espíritu Santo le había dicho a Simeón que antes de su muerte conocería al Mesías. Un día, movido por el Espíritu Santo a allegarse hasta el templo, ¿adivinen quién estaba allí? José, María y el niño Jesús. Simeón se les acercó y dijo: «Ahora, Señor, despides a Tu siervo en paz, conforme a Tu palabra; porque han visto mis ojos Tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos»1.
Cuando Ana vio al niño, le dio gracias a Dios y proclamó ante todos los que escuchaban que el salvador de Israel había llegado.2
Rasgo fenomenal: Ellos dos esperaron durante años a que se cumpliese la promesa de Dios y jamás perdieron la esperanza. ¡Por fin su fe fue recompensada!
Tú también puedes: Dios hace una gran cantidad de promesas increíbles en la Biblia. Créelas, invócalas y espera con paciencia Su respuesta.
Notas a pie de página:
1 Lucas 2:29-31 RVC
2 Lucas 2:37-38
Texto: R. A. Watterson. Ilustracion: Y.M. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022