Cristóbal: Ya casi es Navidad, y sé que esto trata de Ti y que debería estar contento por ello. Pero parece que adolezco de esos sentimientos navideños, cálidos y emotivos. Quiero estar emocionado en esta época, pero ¿cómo voy a encontrar esa emoción?
Jesús: Entiendo por lo que estás pasando, Cristóbal. Esta época del año suele ser un periodo de mayor actividad en el que se te exige más. A veces todo ese ajetreo y estrés puede hacer que te preguntes a dónde se ha ido el espíritu navideño.
Mamá: ¡Date prisa, Lina! Necesitamos ensayar la actuación.
Jesús: Tal vez piensas en películas como «¡Qué bello es vivir!» o en otros relatos navideños que retratan una época navideña llena de «calidez y emotividad», algo que parece formar parte intrínseca de la Navidad. Pero ahora mismo tú no sientes ni la mínima calidez ni emotividad.
Mamá: ¡Oh, me encanta esta parte!
Deseas tener el gozo de la Navidad porque no quieres sentir todo ese estrés o desinterés cuando se supone que esta época del año es de celebración y alegría.
Te estás esforzando mucho por encontrar la Navidad en las cosas que te rodean.
Tal vez la buscas en las luces parpadeantes, las decoraciones de los escaparates de las tiendas, los villancicos, el ponche navideño de huevo, y todo lo demás.
Entonces, si falta alguna de esas cosas, o si no te motivan suficiente, sientes esa carencia y que no es una auténtica Navidad. ¡Y tienes razón, porque estás buscando el espíritu de la Navidad en el lugar equivocado!
La esencia de la Navidad no se encuentra en los adornos relucientes, ni siquiera en el frenesí de las actuaciones, tradiciones, eventos o actividades navideñas.
Si estás buscando el espíritu navideño, búscalo en tu propio corazón.
Como Mi hijo que eres —alguien que me conoce—, eres un mensajero, un embajador del espíritu de la Navidad. Deja de buscar la esencia de la Navidad en las cosas exteriores, porque esa esencia se encuentra dentro de ti. ¡Soy Yo en ti! Y eso hace que Yo me manifieste en tus pensamientos, en tus palabras y en tus acciones.
Jesús: ¡Feliz Navidad, Cristóbal!
Ahí es donde comienza. Justo aquí, entre nosotros dos. Tú y Yo.
Es en recordar de qué se trata la Navidad:
Cristóbal: Gracias, Jesús, por venir a este mundo. Ayúdame a mostrar Tu amor a los demás.
Entrégate a ti mismo, esta Navidad, el regalo del gozo decorando tu corazón con los frutos de Mi Espíritu, que hará que otras personas se acerquen a Mí.
Cristóbal: Mamá, mira lo que he conseguido.
Cristóbal: Entradas para que el abuelo y yo asistamos al torneo de baloncesto estatal.
Mamá: ¡Oh, Cristóbal, el abuelo va a estar muy contento!
Mamá: Últimamente no he pasado mucho tiempo con él. Le encantará ver contigo los partidos.
Cristóbal: ¡Me alegro mucho!
Más que decorar un árbol de Navidad, tu habitación o la casa, si adornas tu espíritu con gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, las personas se sentirán atraídas a ti como lo harían hacia el árbol navideño más luminoso y espléndido que jamás hayan visto.
Reconocerán en ti la auténtica alegría navideña, y querrán tener lo que tú posees. A medida que me muestras ante los demás, te convertirás en una fuerza magnética y hermosa que atraerá a las personas al auténtico sentido de la Navidad.
Jesús: ¿Y qué pasa con la emotividad? Aparecerá con la alegría de compartir Mi amor con los demás.
Tomado de los escritos de LFI. Ilustración: Jeremy. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022.