Rincón de las maravillas
Barbie y Madelman
viernes, abril 30, 2021

—Los villanos no pueden resistirse ante la fuerza imparable y arrolladora de Madelman...

Madelman se abalanzó y cayó de pie sobre los restos de Legos que otrora habían sido tanques o casas pero que ahora eran meramente pequeños montículos de piezas rotas.

—¡Vaya, vaya! Eres tan guapo, Madelman —exclamó una vocecita chillona. De pie, observando la devastación estaba Barbie.

—Hey, muñeca —dijo Madelman con voz profunda que hizo pensar a Barbie si estaría resfriado—. ¿Te has fijado cómo aplasto a esos malvados totalmente desarmado?

—Claro que me he fijado —respondió Barbie con una mirada llena de asombro—. Eres tan fuerte, tan valiente, tan...

—Sí, ya lo sé —replicó Madelman interrumpiendo a Barbie.

En su voz no había un ápice de modestia alguna, sino todo lo contrario.

—Oye, te gustaría... eh... —Madelman flexionó su brazo derecho mientras hinchaba el pecho, cosa que hacía cuando perdía el hilo de la conversación.

—¿Sí? —preguntó Barbie mientras parpadeaba con coquetería—. Parpadeo en la medida de lo posible teniendo en cuenta que tengo las pestañas pintadas sobre los párpados —pensó Barbie.

—Podríamos... eh... ir a aniquilar a algunos villanos —sugirió Madelman.

—¡Oh! —exclamó Barbie—. Claro, me parece una idea fabulosa.

*

—Creo que a Madelman se le podría ocurrir algo mejor que hacer con Barbie —dijo Juanita poniendo los ojos en blanco.

—Qué va. No hay nada más divertido que combatir villanos —replicó Gerardo mientras seguía jugando con Madelman—. Además, Barbie solo quiere que se fije en ella y se vuelva sensiblero.

—Bueno, tienes que admitir que está loco por mi preciosa Barbie.

Gerardo soltó un gruñido y, por medio de Madelman, continuó devastando la ciudad medio derruida de Legos. Le encantaba la fuerza y versatilidad de Madelman. Parecía que siempre sabía qué hacer y qué decir, además era muy fuerte y atlético. Pues claro que a Barbie le gusta Madelman. No cabía duda, pensó Gerardo.

Mientras tanto, Juanita estaba absorta en sus propios pensamientos. Madelman debería hacer otras cosas con Barbie aparte de liquidar a los malos. De veras. Fíjate en Barbie. Es tan bonita, lleva un peinado encantador y su vestido es precioso. Por supuesto que a Madelman le gusta Barbie. Seguro que le encantaría llevarle los libros cuando van a estudiar, o caminar cogidos de la mano, llevarla a una fiesta... o algo por el estilo. No cabía duda, pensó Juanita.

*

Esa noche, una estrella fugaz iluminó el cielo nocturno mientras una niña anhelaba ser tan bonita como la muñeca Barbie y un chico deseaba ser tan fuerte como Madelman.

*

Aquella figura corpulenta que caminaba en la distancia le recordó a alguien. A medida que se acercaba, su vestimenta le delató. Ella podría reconocer en cualquier lugar su uniforme de camuflaje. ¡Era Madelman! Pero parecía que caminaba con dificultad y se balanceaba de un lado a otro.

Rápidamente se puso de pie para correr a su lado, pero descubrió que le resultaba casi imposible mantener el equilibrio sobre aquellos tacones tan altos.

—¡Madelman, Madelman! —le gritó.

Él se dio la vuelta, y tras unos segundos la reconoció y se dirigió hacia ella arrastrando los pies.

—Me siento tan pesado —dijo resollando a modo de saludo—. No debería sentirme tan pesado.

—¿Gerardo? ¿Eres tú? —le preguntó la niña.

—S... sí. Creo que sí. ¿Eres Juanita? —preguntó Gerardo.

—¡Sí! —gritó Juanita—. Creo que me he convertido en Barbie. Anoche pedí un deseo tonto... bueno, más bien fue tan solo un pensamiento.

Gerardo asintió pues comprendía perfectamente lo que su amiga sentía, pero entonces se dio cuenta de que no podía mover la cabeza, pues no tenía cuello. Solo podía responder con palabras.

—Yo también pedí un deseo —Gerardo trató de mostrar emoción al contemplar su enorme torso y sus gigantescos bíceps—. Caramba, fíjate en mi cuerpo, ¡seguro que ahora le gustaré a Juanita! —pensó Gerardo. La miró por el rabillo del ojo. Quizás si flexionara sus músculos o destrozara algo, Juanita le prestaría atención.

—¿Ves aquel cajón de allí? ¡Te apuesto lo que quieras a que puedo aplastarlo! —exclamó Gerardo lleno de repentina inspiración.

—¿Eh...? Juanita perdió el hilo de la conversación de Gerardo. Pensaba que iba a disfrutar mucho más del cumplimiento de su deseo. Lo que ella quería era parecerse a Barbie y que Madelman le llevara los libros cuando iban a estudiar. Y ahora ¿qué estaba diciendo sobre aplastar unos cajones?

Madelman se acercó cojeando a una pila de cajones de madera. Le costaba mantenerse derecho.

Tiene el torso tres veces más ancho que las caderas —pensó Juanita preocupada.

Gerardo trató de darle una patada al cajón, pero sus piernas no estaban diseñadas para semejantes actividades y se cayó al suelo.

—¡Ay! —exclamó Juanita mientras corría, o al menos lo intentaba, hacia Madelman. Tenía los pies demasiado pequeños para caminar y las piernas excesivamente largas por lo que le costaba mucho mantener el equilibrio. Al final le tocó ir gateando hasta donde Malderman se encontraba tumbado en el suelo.

—¿Te has hecho daño? —le preguntó a Gerardo mientras le ayudaba a sentarse.

—N... no —contestó Gerardo. Parecía que lo que más le dolía era su amor propio, pero estaba contento por toda la atención que le prodigaba Juanita—. Creo que solo estaba tratando de llamar tu atención —musitó en voz baja.

—Oh... Gerardo, e-eso es lo más bonito que me has dicho nunca.

—¿De veras? —preguntó intrigado Gerardo. Creía que le había hecho muchos elogios a Juanita. ¿Acaso no estaba siempre tratando de llamar su atención? ¡Fíjate en todos los edificios y en los desalmados que Madelman había fulminado solo por ella!— Pe... pero, yo pensaba que a ti solo te gustaba Madelman por su musculatura y porque pelea contra tipos malos.

—No... —respondió suavemente Juanita—. Yo juego contigo porque me gusta jugar contigo. Eres muy gracioso e inteligente. Y en cuanto a toda esa musculatura, en lugar de ganarle a los malos, solo hace que te caigas —afirmó Juanita.

Gerardo sonrió.

—Se ve bastante ridículo, ¿no es cierto? —Juanita es tan inteligente y amable. Jamás me ha hecho pasar vergüenza. Creo que eso es lo que más me gusta de ella.

A la mañana siguiente, una niña y un niño pidieron volver a ser ellos mismos.

*

—¿Me dejas que te lleve los libros, Juanita?

Juanita se dio la vuelta y contempló a un niño de pelo castaño oscuro que tenía una mirada tierna y amistosa.

—Gracias, Gerardo. Me encantaría.

Fin
Moraleja: No ganarás amigos verdaderos tratando de aparentar ser alguien que no eres, tanto en el aspecto físico como en cualquier otro. Los verdaderos amigos te aprecian por lo que eres en verdad más que por tu apariencia física.
Texto: Yoko Matsuoka. Ilustración: Sandra Reign. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021.
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Etiquetas: relatos para niños, amistad, imagen corporal niños