Imagínate a ti mismo entrando bajo la rotonda de la visión celestial. Miras hacia arriba, a la cúpula donde sobre tu cabeza se extiende la inmensidad de todo el universo. Qué pequeño eres en comparación a la eternidad, comparado a la infinidad de estrellas y planetas, y a la multitud de galaxias. Y recuerdas que mientras Yo creé todo ello, también te creé a ti.

Te sobreviene una sensación de asombro y maravilla mientras reflexionas en Mi grandeza y poder.

Dentro de ti se desarrolla un amor tan fuerte y poderoso que ninguna inquietud ni preocupación puede invadir ese lugar donde tu corazón se une con el Mío.