Rincón de las maravillas
Otra capa de la Pascua
viernes, abril 7, 2017

Me iba a la cama cuando me vino a la mente una frase: «No dejó mi alma en el infierno». Me sonó a un pasaje bíblico conocido, pero no estaba segura. Tampoco estaba segura de que el escritor se estuviera refiriendo a Jesús.

Saqué mi teléfono inteligente y busqué la frase en Google. Sí estaba en la Biblia. Se encuentra en el Salmo 16, en el que el rey David escribió esa frase refiriéndose a Jesús en profecía: «Pues Tú no dejarás mi alma entre los muertos ni permitirás que Tu Santo se pudra en la tumba»1.

Después quise confirmar que David estaba hablando de Jesús, así que miré un poco más. Pedro cita de nuevo exactamente el mismo pasaje en el capítulo 2 de Hechos, en su primer sermón de Pentecostés. Jesús acababa de ascender al cielo y les había dicho a Sus discípulos que el Espíritu Santo vendría a ellos. Los creyentes se apiñaron ansiosamente en un aposento alto esperando ver qué ocurriría. Entonces el Espíritu Santo pasó en forma de llamas de fuego, y todos se llenaron de un poder y una valentía que nunca habían conocido.

En esa época, Jerusalén estaba llena de judíos de todo el mundo. Aquellos creyentes devotos estaban en Jerusalén para celebrar la Pascua, uno de los eventos más importantes del calendario judío.

Al ser llenos del Espíritu Santo, los discípulos salieron de su aposento alto y se presentaron ante el público, donde comenzaron a declarar el evangelio en idiomas extranjeros que ninguno de ellos conocía previamente. Todos los visitantes judíos de Jerusalén estaban asombrados de que estas personas supieran sus idiomas. La gente estaba tratando de descubrir cómo era posible que hablaran en idiomas que nunca habían aprendido. Algunos empezaron a reírse diciendo: «Deben estar borrachos»2.

Entonces Pedro, el mismo Pedro que había negado a Jesús unas semanas antes, se puso de pie y se dirigió a aquella gran multitud: «No estamos ebrios; son solo las 9 de la mañana. Estamos llenos del Espíritu tal como lo profetizó el profeta Joel»3.

Continúa explicando que Jesús de Nazaret, el que todos sabían que había sido crucificado hacía poco, era el Hijo de Dios, a quien Dios había resucitado de entre los muertos. Hizo referencia a la profecía de David en el Salmo 164.

Pedro dice: «Hermanos, permítanme hablarles con franqueza acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y cuyo sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Era profeta y sabía que Dios le había prometido bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes. Fue así como previó lo que iba a suceder. Refiriéndose a la resurrección del Mesías, afirmó que Dios no dejaría que Su vida terminara en el sepulcro, ni que Su fin fuera la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos»5.

Entonces Pedro punzó la conciencia de la multitud con la afirmación: «Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías»6.

El discurso de Pedro fue tan poderoso y ungido que la multitud se conmovió y gritó: «Hermanos, ¿qué hacemos?»

«Arrepiéntanse y bautícese cada uno», fue la respuesta. Ese día se agregaron 3000 creyentes a la iglesia. Y eso fue solamente el comienzo7.

A través de Su muerte y resurrección, Jesús nos dio dones que han alterado por completo el curso de la humanidad. Estos dones son:

  1. La salvación y una relación con Dios.
  2. El Espíritu Santo.
  3. El don de la curación, a través de Su sufrimiento en la cruz8.

El don del Consolador está directamente relacionado con la muerte de Jesús. No siempre he pensado en el don del Espíritu Santo como algo para celebrar en Pascua, pero puedo ver que es un gran regalo para celebrar en Pascua. Debido a que Jesús se apartó físicamente de Sus discípulos, ellos pudieron, y nosotros podemos, recibir el don del Espíritu Santo.

«El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho»9.

El Espíritu Santo es Dios que vive en nosotros. Es Su presencia en nuestra vida y está a nuestra disposición porque Jesús estuvo dispuesto a dar Su vida para que lo tuviéramos. El Espíritu Santo va más allá de la salvación (que ya de por sí es el regalo más asombroso, impresionante y lleno de amor que podríamos recibir) y nos asegura una eternidad con Dios porque nos conecta con la presencia de Dios todos los días.

Pensar en el Espíritu Santo de esta manera ha agregado otra capa a mi aprecio por la Pascua y lo que Jesús ha hecho por nosotros. Estoy agradecida por esta comprensión más profunda de lo que Jesús ha hecho por mí, y es algo que nunca quiero dar por sentado.


1 Salmo 16:10 (NTV)

2 Hechos 2:13

3 Hechos 2:15–16, parafraseado

4 Hechos 2:27

5 Hechos 2:29–32 (NVI)

6 Hechos 2:36 (NVI)

7 Hechos 2:37–38, 41 (NVI)

8 Isaías 53:5

9 Juan 14:26 (NVI)

Texto: María Hodler, adaptado. Publicado anteriormente en Solo1cosa. Ilustración: Alvi. Diseño: Stefan Merour.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2017
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Etiquetas: espíritu santo, pascua de resurrección/semana santa