Rincón de las maravillas
Aventura bíblica: La salvación de un estafador
viernes, agosto 19, 2022

Dramatización de Lucas 19:1-10

A diferencia de lo que algunos creen, Jesús no se opuso a las riquezas, sobre todo cuando se utilizaban para el bien de los demás. En la actualidad, toda vez que se menciona la abundancia de bienes en la Biblia, la mayoría recuerda el relato del joven rico que se alejó penosamente de Jesús luego que este le indicara repartir sus riquezas entre los pobres1. Pero, ¿alguna vez han escuchado del encuentro de Cristo con un acaudalado empresario de Jericó?

Zaqueo era un personaje de muy mala fama. Aún peor cuando se comparaba con la multitud de devotos que se paseaban por las calles de la ciudad. Era un adinerado recolector de impuestos. El pueblo judío consideraba a los recaudadores de impuestos como los peores pecadores. Eran conocidos como tramposos y ladrones de los más pobres y necesitados. El pueblo los repudiaba como traidores de sus hermanos judíos, puesto que oficiaban para el despiadado gobierno de Roma, además de guardarse una buena tajada.

Pero cierto día la vida de Zaqueo cambió. Había escuchado hablar de Jesús y de los numerosos milagros que había realizado. Pero lo que más le fascinaba era la reputación de Jesús como amigo de pecadores. De hecho, uno de los discípulos de Jesús, Mateo, había sido cobrador de impuestos en Nazaret.

Desde hacía tiempo, Zaqueo deseaba conocer al carpintero convertido en profeta.

—¿Cómo puede un hombre de apariencia religiosa ser amigo de gente como yo? —se preguntaba—. Los sacerdotes y muchos de los ciudadanos escupen al pronunciar mi nombre. ¿Podrá Jesús ser amigo mío?

Zaqueo no tenía más amigos que sus familiares más íntimos. Empezaba a sentirse insatisfecho al caer en la cuenta que el verdadero contentamiento era más que solo riquezas. A fin de cuentas, residía en una hermosa casa y gozaba de una buena posición social. Pero sentía un gran anhelo, aunque aún no sabía lo que era.

Cierto día Jesús se acercó a Jericó. Cuando Zaqueo se enteró que el Maestro entraba a la ciudad, cerró su oficina y corrió a verlo. Una muchedumbre había rodeado a Jesús y se movía lentamente por el camino, pero el pobre de Zaqueo era demasiado bajito para verlo. Un trecho más adelante en el camino se erigía un alto árbol de sicomoro. Sin importarle lo que podría pensar la gente, se apresuró a adelantarlos y trepó al árbol a toda prisa para ver a Jesús.

Cuando Jesús se acercó al árbol de sicomoro, se detuvo y levantó la mirada.

—¡Zaqueo! —exclamó—. Desciende, que hoy me alojaré en tu casa.

¡Zaqueo no se lo podía creer! ¿Cómo conocía Jesús su nombre? Aún más insólito, quería quedarse en su casa. Mientras se deslizaba del árbol, le costaba creer que no hubiera ocurrido un error. Pero al darse cuenta que Jesús hablaba en serio, lo acompañó alegremente a su casa.

Al llegar a la morada, la muchedumbre que los seguía se quedó afuera con aire indignado. ¿Cómo es posible? Jesús se ha quedado en la morada de un hombre pecador. ¿Cómo puede venir a nuestra hermosa ciudad —un centro de formación religiosa— y hospedarse en la casa de un canalla como Zaqueo?

Sin embargo, Jesús había escudriñado el corazón de Zaqueo y vio su necesidad de amor, comprensión y aceptación.

—Señor —declaró Zaqueo—, he determinado donar a los pobres la mitad de mis bienes, y a todos los que he engañado y de los que me he aprovechado, prometo devolverles cuatro veces más de lo que les quité.

Se trataba de un hombre que había vivido entre lujos y egoísmo pero que, al conocer a Jesús y escuchar Sus palabras, experimentó un cambio dramático. En el curso de aquel encuentro, Zaqueo descubrió que la acumulación de bienes no tenía ninguna importancia a menos que se compartiera con los demás. Por primera vez en su vida descubría el significado del amor y la generosidad.

—Hoy ha venido la salvación a esta casa —exclamó Jesús en voz alta para que lo oyera la multitud que protestaba—. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Por muy malo que hubiera sido Zaqueo antes, el amor de Dios era más que suficiente para perdonarle. Aquel incidente marcó el inicio de una nueva vida para Zaqueo. Abandonaría la indiferencia hacia las personas y el mundo que lo rodeaba. A partir de entonces, en vez de tratar a los demás como simples oportunidades para ganar dinero, emplearía sus bienes para beneficiar a quienes lo necesitaban. Había descubierto la satisfacción que desprende la generosidad. La verdad de las palabras de Jesús había cobrado vida: «Den, y se les dará una medida buena, incluso apretada, remecida y desbordante».2


Notas a pie de página:

1 Lucas 18:18-25.

2 Lucas 6:38.

Adaptación de Tesoros © 1987. Ilustraciones: Yoko y Yasushi. Diseño: Roy Evans.
Producción de Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022.
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Etiquetas: audio, relatos de la biblia para niños, vidas admirables, aventuras bíblicas, generosidad