En el principio era el verbo, era el verbo,
y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios.
Y el verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros.
Y Él vino a los Suyos y los Suyos lo rechazaron.
(Estribillo)
Más a todos lo que le recibieron, le recibieron,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios,
a los que creen en Su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Él está a la puerta de tu corazón, tu corazón,
llamando, esperando que tú le digas que entre.
Verás que solo tienes que abrir el corazón
y pedirle, recibirlo, pedirle a Jesús que entre.
Gracia sublime, qué dulce…
(Estribillo)
Todos hemos pecado, todos hemos errado,
y por eso Dios envió a Su hijo, para que por Su muerte fuéramos salvos.
Porque de tal manera amó Dios al mundo que nos dio
a Su único Hijo para que por fe en Él fuéramos salvos.
Gracia sublime, qué dulce…
(Estribillo)
Gracia sublime, qué dulce el sonido que salvó a un pecador como yo.
No es por obras, no es por obras, porque es un don.
Nunca lo perderás, no te lo quitará porque es un don.
No es por obras, no puedes comprarlo o ganarlo, es un don.
No puedes ni bueno ni malo, no te lo mereces, es un don.
Gracia sublime, qué dulce…
(Estribillo)
Porque por gracias sois salvo, y esto no de vosotros.
Es un don de Dios, no por obras, no de vosotros.
Porque la paga del pecado es muerte, no de vosotros.
Pero la dádiva de Dios es vida eterna, eterna, eterna, vida eterna.
Pero la dádiva de Dios es vida eterna, vida eterna por Cristo Jesús.
Vida eterna, vida eterna.
(Estribillo)
Reza esta oración y repite conmigo y di: «Jesús ven a mi corazón.
Perdóname mis pecados, dame vida eterna; creo que eres el Hijo de Dios.»
(Estribillo)
Gracia sublime, qué dulce el sonido que salvó a un pecador como yo.
Música, letra y voz principal: David Mendoza.© David Mendoza, 2008. Utilizado con permiso.