—Esta mañana nos tocan ejercicios de cálculo mental —comentó Sandra a su amiga Telma—. Esta semana repasé las tablas de multiplicar, pero de todos modos no sé si lo haré mejor que Javier.
—Sí, Javier casi siempre es el más rápido en responder —asintió Telma—. Pero por lo menos ya sé casi todas las tablas, aunque no pueda responder tan rápido.
—Yo también. Aunque me gustaría ser la primera alguna vez en un ejercicio de matemáticas.
Sandra y Telma se sentaron ante sus pupitres y se dispusieron a estudiar.
En ese momento llegó su profesora, Teresa.
—Buenos días, niños. ¿Listos para una clase de matemáticas diferente?
Los niños la miraron con curiosidad.
—Les tengo una sorpresa. ¡Una calculadora para cada uno de ustedes! Telma, ¿las repartes, por favor? Esta mañana aprenderemos a usarlas.
La mayoría de los chicos recibieron las calculadoras encantados. Pero había un niño que no estaba contento con el nuevo aparato para hacer cálculos.
Cuando Javier miró su nuevo aparatito, pensó que hasta ahora él había sido el mejor de la clase para hacer sumas y multiplicaciones mentalmente, pero sabía, por experiencia, que no era tan rápido si utilizaba la calculadora. ¿Ganaría otro concurso de matemáticas?
—Profesora Teresa, ¿podemos seguir haciendo los cálculos mentalmente, como siempre? —preguntó Javier—. No creo que necesitemos las calculadoras para eso.
—No siempre utilizamos calculadoras —respondió la profesora—. Sin embargo, es importante que sepan cómo emplear una calculadora y que practiquen. Es bueno calcular mentalmente, pero cuando las cantidades son más grandes, a veces hace falta la calculadora. Estoy segura de que vas a aprender muy bien.
Pero no fue así. A medida que fue avanzando la clase, Javier se sentía cada vez más frustrado por lo torpe que parecía ser con la calculadora. Daba la impresión de que los demás niños eran mucho más rápidos que él usándola, y todos parecían disfrutar con su maquinita.
Javier hizo los ejercicios que puso la profesora pero no fue el primero en dar la solución ni una sola vez. Sandra, Telma y Teo ganaron por lo menos una vez. Mientras que para Javier, el no ser el primero era toda una experiencia nueva, y se desanimó.
Esa tarde, la mamá de Javier le preguntó cómo le había ido en clase.
—La profesora Teresa nos regaló a cada uno una calculadora —respondió Javier.
—¡Qué regalo tan práctico! ¿Por qué esa cara larga? —le preguntó su mamá.
—No fui el primero en encontrar la solución a ninguno de los ejercicios para la calculadora —contestó Javier—. Otros niños fueron los primeros siempre. Soy muy malo con la calculadora. ¡Ojalá no nos las hubiese regalado!
Su mamá le dio un abrazo para consolarlo y le dijo:
—Javier, siempre estamos aprendiendo cosas nuevas. Es algo muy importante en la vida. A veces incluso tenemos que aprender cosas que al principio nos resultan muy difíciles. ¿Sabes que papá y yo seguimos aprendiendo muchas cosas?
—Pero seguramente es fácil para ustedes —dijo Javier.
—No siempre. Por ejemplo, como sabes, creía que no tenía talento para cocinar bien, y nuestras comidas eran muy sencillas. Pero hace un año me di cuenta de que era el momento de ampliar mis recetas y de aprender a preparar comidas más variadas. Fue un desafío para mí, pero ahora puedo preparar platos muy diversos de cocina internacional.
—Mis amigos dicen que les encanta lo que horneas —exclamó Javier.
—¡Qué alentador! —dijo su madre—, pero eso no habría pasado si me hubiera rendido y hubiera dicho que era demasiado difícil para mí. Cuando te lanzas a aprender cosas nuevas, creces como persona. Es importante que nos esforcemos por ampliar nuestras habilidades, porque contribuye a que nuestra vida sea más plena, lo que en consecuencia hace que seamos más felices y da a Jesús otras oportunidades de valerse de nosotros para cosas diferentes… Si quieres, puedo ayudarte a practicar ejercicios en la calculadora cuando vuelvas del colegio. Estoy segura de que si te acostumbras a usar una calculadora, lo harás más rápido y te va a encantar. ¿Te parece?
Javier aceptó encantado. Oraron juntos y luego Javier y su madre practicaron con la calculadora algunos problemas de matemáticas. Al cabo de unos días, Javier descubrió que le resultaba más fácil usar la calculadora y hasta disfrutó explorando con su papá algunas funciones nuevas. Por fin se dio cuenta de que le sería muy útil para resolver ecuaciones largas y complejas.
A Javier le siguen gustando los ejercicios de cálculo mental, y suele ser el primero en dar las respuestas. Aunque con la calculadora no es el más rápido de la clase, ahora se alegra de haber aprendido a usarla. Además descubrió la alegría que se siente al felicitar a los otros niños cuando ganan, como a los que ganan las pruebas de cálculo con calculadora.
¿Hay alguna materia o habilidad que te es difícil aprender o desearías no tener que estudiarla?
¿Puedes pensar en algún personaje histórico que haya hecho grandes cosas como resultado de aprender y dominar temas, situaciones o habilidades que fueron grandes retos?
Contribución de Dawn, adaptado por Samuel Keating. Ilustración: Sabine Rich. Diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2020