Rincón de las maravillas
Relato de un burro
miércoles, noviembre 27, 2019

Mi amo me ató cerca de la entrada de la tienda, luego entró para comprar suministros. Otro asno dormitaba cerca de mí.

—Hola, ¿qué tal? —le dije.

El burro abrió un ojo.

—Ah, supongo que tu amo debe estar también comprando provisiones para su viaje.

No sabía la razón por la que mi amo había entrado al almacén, y se lo dije al otro burro.

—Pues apuesto que así es —respondió con tono adormilado—. Parece que medio pueblo ha entrado a la tienda de mi amo y sospecho que el resto lo hará pronto.

¿A qué se debe?

—Todos hablan de que tienen que viajar a su pueblo de origen para empadronarse. Mi amo está ganando buen dinero vendiendo provisiones de viaje —exclamó.

¡CLIC, CLOC! ¡CLIC, CLOC! El sonido de cascos que repiqueteaban contra el camino empedrado me hizo espabilar. Una patrulla romana se aproximaba. El otro burro cerró los ojos sin hacerle caso, pero yo la observé detenidamente. Había oído a hombres mencionar muchas veces al gran rey que habría de liberar nuestra tierra del dominio de los romanos. Hablaban de un rey que cabalgaba por las calles montado en un majestuoso caballo, seguido de soldados sobre corceles.

Yo solía soñar que llevaba sobre mi lomo a uno de esos soldados. Pero con mirar el reflejo de mis largas orejas en el bebedero caía en cuenta de que no era más que un humilde burro. De haber formado parte de la procesión de tan importante rey, habría estado al final tirando de una pesada carreta de suministros.

—Me pregunto de dónde habrán salido esos caballos —pensé en voz alta—. ¿Crees que vinieron desde Roma con los soldados?

—Es posible —masculló el otro burro.

—¡Roma! ¡Eso sí que sería una aventura! Nunca he salido de Nazaret. Lo único que hago es llevar cargas y tirar de una vieja carreta llena de las artesanías de madera que fabrica mi amo.

—Bueno, si tu amo necesita viajar a algún lugar a empadronarse, tal vez tengas la oportunidad de viajar un poco.

Temprano a la siguiente mañana, mi amo vino al establo, me colocó una frazada sobre el lomo, y me condujo a la puerta del frente de su casa donde su esposa lo esperaba. Ella me rascó con suavidad la cabeza.

—Gracias, querido burro.

Mi amo y su esposa siempre me habían tratado con amabilidad, pero no estaba seguro qué era lo que ella me agradecía.

Mi amo colocó a su esposa sobre mi lomo, junto con un par de bolsas que colgó en mis dos costados. Luego, me tomó de las riendas y echó a andar. Además de que era obvio que su esposa estaba a punto de tener un bebé, ella y sus bolsas era más livianas que las cargas de madera que solía llevar.

Cuando cruzamos los muros de la ciudad, supe que iríamos más lejos de lo que jamás había ido hasta entonces. Estaba eufórico1.

Viajamos durante varios días hasta llegar a nuestro destino: la ciudad de Belén. Estábamos exhaustos tras tan largo viaje, y mi amo se dispuso a buscar alojamiento para todos. Yo tenía la ilusión de una buena comida y de un largo descanso, pero lamentablemente las cosas no salieron muy bien.

—Lo siento pero no tengo espacio disponible —exclamó un posadero mientras cerraba la puerta.

—No puedo ayudarlos. La posada está llena —le respondió otro posadero al amo cuando le pidió un lugar donde pasar la noche.

—Tendrán que buscarse otro lugar. Aquí no hay sitio para ustedes.

—Imposible ayudarlos. ¿No ven que ya hay demasiada gente en la posada?

Incluso algunos de los posaderos fueron muy groseros y nos daban con la puerta en las narices chillando que nos fuéramos.

Finalmente un posadero sintió compasión por la esposa de mi amo.

—Este, pues, dispongo de un lugar donde tal vez se puedan quedar —respondió—. No es un dormitorio, pero... bueno, se lo voy a enseñar.

Y nos llevó al establo que había detrás de la posada.

Como soy un burro, no me importó. Después de todo, incluso si a mi amo y a su esposa les hubieran dado un cuarto en la posada, yo me habría quedado en el establo. ¡Pero no me los imaginaba a ellos durmiendo en un establo!

A esas alturas estaban tan cansados y agradecidos por disponer de un lugar donde quedarse que tampoco les importó.

—Gracias, amable señor —le dijo mi amo al sorprendido posadero—. Sin duda estaremos bien en el establo.

La esposa del posadero nos ayudó a instalarnos.

—Aquí tienes, burrito —exclamó mientras colocaba una pila de heno frente a mí.

Casi no probé bocado. Estaba tan cansado que me dormí pronto.

Me despertó el llanto de un bebé recién nacido en un establo lleno de gente: el posadero y su esposa y varios pastores con sus ovejas.

—¿Qué sucede? —Pregunté medio atontado—. ¿Será que tampoco hubo lugar para ellos en una posada y también tuvieron que dormir en el establo?

—No —me contestó una vaca—. ¡Estos pastores estaban en la colina a las afueras de la aldea cuando unos ángeles aparecieron en el cielo!

—Fue algo maravilloso —baló una oveja que se encontraba cerca—. Todo el firmamento se llenó de ángeles.

—Cantaban y alababan a Dios —agregó una oveja hembra—. Nos indicaron exactamente dónde encontrar al bebé. Dijeron que era el Salvador, Cristo el Señor, ¡y que habíamos sido elegidos para ser los primeros en saberlo!

—Nos sentimos muy honrados porque Él haya nacido en nuestro establo —afirmó la vaca. Los demás animales del establo asintieron.

—¡El bebé es muy hermoso! —Arrulló la paloma desde la viga en el techo.

—La esposa del posadero vino a ayudar a la madre —dijo la vaca que continuó relatando los hechos—. Llamó al posadero de inmediato cuando escuchó el relato de los pastores. ¡Es un privilegio estar presentes en una noche como esta!

Mientras miraba y escuchaba lo que había pasado, de pronto caí en cuenta de que yo también había sido muy honrado. ¡Había cargado al Niño y a Su madre desde Nazaret! Yo, un humilde burro, ¡había llevado al gran rey, el Mesías!

Durante muchos años disfruté mucho transportando a José. María y su hijo, Jesús. A pesar de no ser más que un burro que no aparentaba ser nada en especial, yo, de hecho, tenía un destino maravilloso y único. Algo mucho más grande e importante que el más exaltado de los caballos traídos desde Roma.


1 eufórico: muy contento

Texto: Didier Martin. Ilustración: Sabine Rich. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2019
Descargas
Etiquetas: contentamiento, relatos para niños, navidad