Basado en Lucas 2:21–38.
Cuarenta días después de haber nacido Jesús, José llevó a María a Jerusalén para la ceremonia de la purificación, la cual era obligatoria en esa época según el Libro de la Ley.
José: ¡Mira, María, Jerusalén!
Vivía allí un hombre mayor llamado Simeón. Simeón había estudiado cabalmente las escrituras y esperaba noticias de la llegada del Mesías.
Simeón: Oh, Señor, ¿cuánto tendré que esperar?
Simeón: Prometiste que no moriría sin ver primero al Mesías.
Entonces habló el Espíritu de Dios a Simeón.
Espíritu de Dios: Simeón, hoy se cumplirá la promesa que Dios te hizo. Ve al templo.
Simeón: Sí, Señor.
De inmediato, Simeón se dirigió al templo.
A esa misma hora, José, María y el niño Jesús llegaron a Jerusalén.
José: Podemos dejar el burro aquí para que lo cuiden mientras vamos al templo.
José, María y el bebé fueron a una de las entradas del templo donde había una larga escalinata que llevaba al pórtico de Salomón.
José: María, ¿no es esto increíble? Mira el tamaño de estas escaleras.
María: Sí, pero no olvides, José, que debemos comprar las palomas.
Era la costumbre para la ceremonia de la purificación comprar un cordero como ofrenda para el sacrificio, pero para las personas pobres, dos tórtolas o palominos eran aceptables.
Comerciante: Estas son las mejores palomas que tengo. Se las daré por buen precio.
María: ¡Oh, José, hay tanta gente!
Simeón llegó al templo y notó a una pareja con un bebé en brazos.
Simeón: ¡Es Él!
Simeón: Disculpe. ¿Me permite tomar a su bebé?
Simeón: Oh, Señor, bendito sea Tu nombre. Ahora puedo partir en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos.
Simeón: ¡Luz para revelación a los gentiles, y gloria de Tu pueblo Israel!
También estaba allí una anciana profetisa, una viuda llamada Ana, quien ahora tenía ochenta y cuatro años. Ella vivía al lado del templo, y oraba y servía a Dios todos los días.
Niño: Ana, ¿a dónde vas tan apurada?
Ana: ¡Debo decirle a toda la gente sobre el bebé!
Niña: ¿De qué bebé hablas, Ana?
Ana: ¡El Mesías está entre nosotros! El niño ha nacido. ¡Alabado sea Dios!
Sacerdote: ¿El Mesías? ¿Dónde está?
María: José, vayámonos a casa.
José: Sí, María.
María: Ya, ya, mi pequeño. Duérmete. Pronto llegaremos a casa.
Texto, ilustración y diseño: Didier Martin.© Didier Martin, 2015. Utilizado con permiso.