Durante la época en que el sumo sacerdote, Elí, era juez de Israel, nació un bebé varón. El niño se llamó Samuel, que significa «Dios ha escuchado». La mamá de Samuel, Ana, lo nombró así porque durante muchos años ella no podía tener hijos. Ella había orado para que Dios le diera hijos, y Él respondió a sus plegarias. En agradecimiento por este regalo de Dios, Ana le prometió que cuando Samuel tuviera edad suficiente, lo entregaría para servir a Dios con Elí, el sumo sacerdote.
Una noche, cuando ya Samuel vivía con Elí, mientras dormía, Samuel escuchó una voz que lo llamaba. Se despertó y fue corriendo hacia donde dormía Elí. «Aquí estoy», dijo, porque pensó que Elí lo había llamado. Pero Elí le dijo: «Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.»
Dos veces más escuchó la misma voz y corrió hacia el sumo sacerdote. Elí se dio cuenta de que Dios quería hablarle a Samuel, y le dijo a éste que regresara a su cama, indicándole cómo debía responder la próxima vez que escuchara esa voz. Cuando Dios lo volvió a llamar, se incorporó sobre su cama y respondió: «Habla, Señor, que Tu siervo escucha» (1 Samuel 3:10). Dios le habló a Samuel y le dio un importante mensaje.
Cuando Samuel se hizo mayor, fue juez del pueblo y uno de los profetas más importantes.
Puedes leer este relato en 1 Samuel capítulo 3.
Nota a pie de página:
1 1 Samuel 3:10
Texto: Didier Martin. Ilustración: Didier Martin. Diseño: Stefan Merour.© Didier Martin, 2014. Utilizado con permiso.