Rincón de las maravillas
Cuentos del abuelito: Insectos de fábula: Una tonada de la nada
lunes, septiembre 20, 2021

—Abuelito, ¿me cuentas un cuento? —preguntó Tristán mientras su abuelo lo arropaba bien en la cama.

—Claro.

—Otro acerca de Leonor y sus amigos insectos —propuso el pequeño—. Me gustan mucho.

—Ajá, se me ocurre uno estupendo —contestó el abuelo—. Es sobre Antonia, la mariquita amiga de Leonor. Sucedió precisamente a la hora de dormir.

Tristán se quedó calladito para escuchar el relato.

—Una noche, cuando los niños ya estaban en cama, dos insectos se juntaron... —comenzó a contar el abuelo Diego.

* * *

—La luna por el cielo se va durmiendo... —cantaba Antonia recostada en una hoja, contemplando el cielo estrellado.

—...y una cama en las nubes —entonó Arturo, uniendo su voz a la de Antonia— se está haciendo.

Al terminar la canción, Antonia y Arturo se callaron.

Se oía el murmullo de un arroyo cercano, así como el susurro de las hojas de los árboles, que se mecían por efecto de la suave brisa. También se oían otros ruidos: el chirrido de los grillos, los ululatos de los búhos que reclamaban su cena, el melodioso croar de las ranas y las pisadas de los mapaches que correteaban en busca de comida.

Antonia y Arturo escuchaban los sonidos nocturnos y observaban a las luciérnagas que emitían sus destellos bailando alrededor de la charca.

Antonia suspiró:

—¡Cómo quisiera componer una canción de cuna!

—¿Por qué no lo intentas? —le preguntó su amigo.

—No sería capaz. Jamás he escrito una canción.

—Creo que podrías componer una canción hermosa —dijo Arturo.

—Podría intentarlo —dijo Antonia—. Lo pensaré.

Ambos se dieron las buenas noches y se acomodaron en sus hojas. Arturo se quedó enseguida profundamente dormido. Antonia, en cambio, estuvo un tiempo despierta pensando en la canción que quería escribir.

«¿Seré capaz de componer una? —pensó—. ¿Y si no me sale?»

Se quedó un rato más cavilando, hasta que ella también cayó en un sueño reparador.

Al día siguiente Antonia se fue volando a un lugar tranquilo para escribir su canción. Encontró una brizna de hierba que le pareció ideal para inspirarse y se instaló en ella. Al cabo de unos instantes ya estaba absorta en sus pensamientos.

«¿Cuál podría ser el tema? ¿Una estrella?», dijo en voz alta. Enseguida meneó la cabeza. «¿Los animales nocturnos?» Arrugó la cara: la idea no le atraía. «Veamos... ¿la oscuridad? ¿Los sonidos de la noche?» Soltó un gemido angustioso. «Ni siquiera se me ocurre un tema para mi canción. No sé por dónde empezar».

Desalentada porque no conseguía hacer lo que tanto deseaba, exclamó: «¡Nunca valdré para nada! No hubiera debido intentarlo».

En ese momento oyó una voz.

—¡Ahí estás! Te andaba buscando.

Era Arturo.

—¿Qué pasa? —preguntó Arturo al ver la cara de tristeza de su amiga.

—Nada —masculló ésta, sintiéndose incapaz de explicar su problema.

—Se te ve bastante desanimada.

Arturo se sentó a su lado y le dio un amigable codazo.

Al darse cuenta de que no podía ocultarle a su amigo lo que era obvio, Antonia se encogió de hombros y suspiró.

—En realidad, sí pasa algo. ¿Recuerdas que anoche te dije que quería componer una canción?

—Ajá —contestó Arturo.

—Luego de pensármelo un poco más, hoy intenté escribir una.

—Seguro que te va a salir buenísima —le dijo Arturo.

—¡Yo creo que no! —repuso Antonia frunciendo el ceño—. Ni siquiera se me ocurre un tema para la canción. Lo intenté, y no me vino ninguna idea. ¡Yo no sirvo para eso!

—Lo siento —dijo su amigo—. Pero no puedes darte por vencida. A veces hay que esforzarse una y otra vez hasta conseguirlo.

—¡Es que no puedo! —exclamó Antonia—. ¡Para mí es imposible escribir una canción de cuna!

Arturo se quedó meditando unos instantes. Luego se volvió hacia su angustiada amiga y le dijo:

—Oye, ¿le pediste a Dios que te ayudara?

Antonia lo negó con la cabeza sin levantar la mirada.

—Deberías hacerlo —le insistió Arturo—. Estoy seguro de que Él te ayudará. Y yo también si me dejas. Yo tampoco he compuesto nunca una canción. Será la primera vez para los dos; pero juntos, y con la ayuda de Dios, lo lograremos.

—Me gusta la idea —dijo Antonia—. Eres un buen amigo.

Ambos agacharon la cabeza para rezar.

—Diosito, te ruego que consueles a Antonia —rezó Arturo—. Ayúdanos a componer una nana. Inspíranos el tema de la canción. Anímanos también a perseverar aunque no nos parezca que esté saliendo bien. Amén.

—Se me ocurrió algo —dijo Antonia—. ¿Qué tal si la escribimos sobre los sonidos de la noche?

—Me gusta la idea.

Pronto empezó a venirles tanto la letra como la melodía de la canción. Cada vez que se quedaban trabados, inclinaban la cabeza y recurrían a Dios, y Él les daba Su ayuda. No tardaron en tener la canción lista.

Aquella noche, a la luz de la luna, se la cantaron a sus amigas.

—¡Qué hermosa canción! —exclamó Bitita cuando terminaron—. Me gustaría aprenderla.

Candela estuvo de acuerdo.

Antonia estaba requetefeliz.

* * *

—¡Qué cuento tan bonito! —dijo Tristán—. ¿Crees que un día me puedes ayudar a escribir una canción de cuna?

—Por supuesto —contestó el abuelo—. Y cuando lo hagamos, podemos recordar todo lo que aprendieron Antonia y Arturo sobre no darse por vencidos y pedir ayuda a Dios.

El niño sonrió, luego bostezó.

—Abuelito, ¿me cantas la canción de Antonia antes que me duerma?

—Claro. Cierra los ojos y te la canto.

Canción de la noche
Cuando se oscurece el cielo
y las estrellas alzan vuelo,
me encanta prestar oídos
a toda clase de ruidos.
Las ranas ensayan su canto,
y los grillos, otro tanto.
Las hojas bailan con los vientos
susurrando mil y un cuentos.
Calla y pon atención.
Así oirás la canción
que en todas partes se entona
del atardecer a la aurora.
Moraleja: Por difícil o imposible que algo parezca, lo importante es persistir. Si pides ayuda a Dios, con gusto te la dará.
Texto: Katiuscia Giusti. Ilustración: Agnes Lemaire. Color: Doug Calder. Diseño: Roy Evans.
Publicado en Rincón de las maravillas. © Aurora Production AG, Suiza, 2007. Todos los derechos reservados.
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Etiquetas: cuentos del abuelito, audio, insectos de fábula, perseverancia, relatos para niños