Rincón de las maravillas
El río y la oruga
lunes, noviembre 8, 2021

Había una rama saliente
y un río fluía con el viento,
una oruga pasaba por allí
avanzando a paso lento.
Levantó su cuello peludo
y observó un ave volando.
Volaba muy alto y con gran destreza,
con mucha soltura iba avanzando.
«Cómo quisiera poder volar
por encima de aquellos árboles
y como el ave de un lugar a otro
poder tranquilo transportarme.
Pero tengo límites,
mis destrezas naturales.
En medio de risas y muchas burlas
escucho a los caminantes:
“Mira cómo se arrastra a panzazos,
ese gusano peludo...
Qué bueno no ser como él,
me siento bastante suertudo”».
Desanimado con su vida
se detuvo a lamentar
y de pronto de su interior
se empezó a despellejar.

«¿Qué es esto?», se dijo sorprendido,
«¿Más problemas y más dolor?
Me está cubriendo algo pegajoso,
no me puedo mover, qué pavor.»
Y aunque no quería hacerlo,
se detuvo a descansar
y dentro de su propio capullo
se fue a dormir en su hogar.
El río suspiró y pensó:
«Lo tuyo es una tontera
porque sé lo que serás,
Ya te he visto bien entera.
Pero mírame y te quedará claro
lo que es la verdadera tristeza,
porque los niños no juegan conmigo
y eso me quita belleza.»
Entonces, desde la curva del río,
un castor se dio un baño
con ramas recién cortadas en la boca,
las soltó y causó daño.
El río se ensució: «Estas ramas molestan.
No puedo fluir como antes.
Las voy a quitar en protesta,
debo conservar la pureza.»

Pero el castor volvió a echar ramas,
donde quería las colocó.
Apiló todas las ramas
y la riña así empezó.
El río fluyó con toda su fuerza
para quitar todas las ramas,
y los castores insistentes
no dejaban de echar ramas.
Por fin cuando llegó arriba,
el castor tomó con soltura
la rama que sostenía
en su lugar a la oruga.
El río se quejó con su rugido:
«Mi flujo se ha detenido
y me estoy poniendo muy gordo,
¡Me siento algo perdido!»
En lo alto el sol sonreía
sobre la presa de madera
y calentó a la oruga durmiente
por dentro de sus hilos sedosos.
Pasaron los días, por fin despertó
y un poco de luz la iluminó.
Por el hueco debía pasar,
con toda su fuerza lo iba a lograr.

Ay qué dolor, el hueco era pequeño.
Casi no consiguió pasar.
Pero una vez fuera se dio cuenta
de algo que la iba a inspirar.
Porque notó que a sus costados
se desplegaron dos hermosas formas
que nunca antes había visto,
se habían formado en la oscuridad.
«¿Qué serán?», se preguntó.
Las agitó en la brisa
y de pronto remontó vuelo
a la altura de los árboles.
Las criaturas observaban sus alas,
que brillaban resplandecientes,
«Estoy volando», exclamó emocionada,
y observó su entorno con asombro.
Y por debajo, en medio del río,
vio una piscina rebosante
en la que los niños estaban jugando,
y entendió que había aprendido
que los retos y los obstáculos,
de los que tanto nos quejamos,
pueden ser enviados por Dios
como bendiciones eternas.

Autor desconocido. Ilustración: Leila. Color y diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021.
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Etiquetas: relatos para niños, poemas y poesía, fe, satisfacción