Rincón de las maravillas
Las aventuras de Pasolento y Carrerín: Distintos, pero amigos
lunes, abril 25, 2022

Hacía un día espléndido. El cielo estaba pintado de azul, y una suave brisa mecía las hojas y la hierba. Pasolento se encaminó hacia la Laguna de las Totoras.

—¡Buenos días, Pasolento! —corearon dos libélulas que sobrevolaban la laguna.

—¡Buenos días, Revuelo! ¡Buenos días, Alitas! —respondió la tortuga saludando a los insectos con la mano.

—Pasolento, ¿dónde estás?

Era la voz de Carrerín, su mejor amigo, que venía corriendo hacia la orilla de la laguna.

—Aquí —contestó Pasolento.

Cuando Carrerín ya se estaba acercando a la laguna, de pronto se tropezó con una raíz.

¡Pam! ¡Pum! ¡Paf! El pobre ratoncito rodó cuesta abajo.

Fue a parar sobre un montón de hojas y tierra.

Pasolento se apresuró a rescatar a su amigo que ya estaba medio incorporado, pero se le notaba un poco mareado.

Al ver a Pasolento le preguntó:

—¿Quién es tu amigo?

—¿Mi amigo? —preguntó Pasolento curioso—. ¡Tú!

—No, ese que está a tu lado, que es idéntico a ti.

—No hay nadie más aquí —dijo Pasolento—. ¿Te encuentras bien, Carrerín?

—Ah, ahora solo veo una tortuga —dijo Carrerín, escupiendo la hierba y la tierra que se le había metido en la boca—, pero hace un momento veía dos. ¿Dónde se metió tu amigo?

—Parece que te diste un golpe fuerte en la cabeza cuando te caíste por la pendiente.

—Tal vez, pero creo que ya estoy bien.

Pero cuando intentó ponerse de pie perdió el equilibrio y ¡patapaf!, se dio otra vez de narices contra el suelo.

—Oye, ¿me buscabas? —preguntó la tortuga mientras esperaba que Carrerín recuperara el equilibrio.

—Mi mamá dice que te puedo invitar a desayunar. ¿Quieres venir?

—¡Me encantaría! —dijo Pasolento—. Le pediré permiso a mi abuelita Tuli.

Desde pequeño, Pasolento había vivido con su abuela, una anciana muy amable y cariñosa. Él la quería un montón.

—Pues tenemos que darnos prisa —dijo Carrerín—. Mamá estará esperándonos.

—Pero no corramos demasiado —respondió Pasolento—, o nos caeremos los dos por algún terraplén.

Ambos se rieron.

—Pasolento —le recordó su abuela—, no te olvides de darle las gracias a la mamá de Carrerín por invitarte.

—Sí, abuelita.

—¿Puedo montarme en tu caparazón? —preguntó Carrerín.

—Súbete.

Carrerín se montó encima de Pasolento, tomó un manojo de madreselvas y se puso a cantar.

Objetivo en la mira.

—¿Qué fue eso? —preguntó Carrerín.

—El ¿qué? —contestó Pasolento.

Todos a sus puestos. ¡Prepárense para el descenso!

—Lo oí otra vez —dijo Carrerín mirando nervioso a su alrededor—. ¡Una abeja!

Carrerín tenía mucho miedo de las abejas. Con cara de susto, se pegó al caparazón de Pasolento.

Inesperadamente, ¡bzzzzz!, pasó una abeja zumbando a pocos centímetros de la nariz del ratoncito.

—¡Ay, ay, ay! —gritó Carrerín, a punto de caerse del caparazón.

Fallamos —dijo la voz—. Haremos una segunda incursión.

La abeja descendió otra vez en picado y aterrizó directamente en una de las madreselvas que Carrerín llevaba en la mano.

El ratoncito pegó un alarido y soltó las madreselvas.

—¡Corre, Pasolento! ¡Corre! —suplicó Carrerín y se escondió detrás de una mata—. ¡Es una abeja horrible!

—¿Yo, una abeja horrible? —replicó el insecto, ofendido—. ¿Por qué dices eso?

Carrerín asomó la cabeza y dijo:

—¡Porque trataste de picarme!

—¿Por qué querría yo picarte? —preguntó la abeja.

—P... porque —tartamudeó Carrerín—, ya me has atacado dos veces.

—¿Te he atacado? —se rió la abeja—. Mi objetivo eran las madreselvas, ¡no tú!

Carrerín puso cara de no entender.

—¿Para qué quieres las madreselvas?

—Para hacer miel —respondió Aviadora—. Las abejas hacemos miel con el néctar de las flores.

—Aahh —dijo Carrerín, aunque todavía no se fiaba del todo de la abeja.

—Perdóname por haberte asustado —se disculpó la abeja—. Yo me llamo Aviadora. ¿Y tú?

—Yo Carrerín —respondió el ratón saliendo de detrás de la mata—. Y él es mi amigo Pasolento.

—Hola —dijo la tortuga.

—Yo también te pido perdón, Aviadora —dijo Carrerín—. No hubiera debido decir que eras horrible. Es que me asusté. En realidad eres muy simpática.

Aviadora sonrió.

—Eres muy amable. ¿Quién iba a pensar que haría dos nuevos amigos en una salida de rutina para recolectar néctar?

—¡Mi mamá nos está esperando! —dijo Carrerín—. ¡Tenemos que darnos prisa! Quizás podemos vernos otro día.

—Me encantaría —dijo Aviadora levantando el vuelo—. ¡Hasta la vista!

—Estaba empezando a preocuparme —dijo Mamá Ratona.

—Hola mamá, conocimos a Aviadora, una abeja, y nos hicimos amigos —le explicó Carrerín.

—¿De veras? Pensaba que las abejas te daban miedo.

—Al principio Aviadora me asustó, pero creo que vamos a ser buenos amigos. Es distinta de nosotros, pero me cae bien.

Mamá Ratona sonrió.

—¡Me alegro mucho de que sea así! Dios nos hizo a todos diferentes, y cada uno tiene algo único que aportar a los demás.

¡No te pierdas el relato de «Pasolento y Carrerín» y su emocionante aventura de carnaval!
Texto: Katiuscia Giusti. Ilustración: Hugo Westphal. Diseño: Roy Evans.
© Aurora Production AG, Suiza, 2004. Todos los derechos reservados. Utilizado con permiso.
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Etiquetas: relatos para niños, amistad, pasolento y carrerín