—¿Tengo que ir mañana al bingo de Navidad de Nana? —Preguntó Érica mientras preparaba bolsitas de regalos con su mamá—. Mi amiga Mindy me preguntó si podía venir a jugar.
—Cariño, tú sabes que tu abuela tiene muchas ganas de verte —le contestó su madre—. El bingo navideño es su evento favorito en estas fiestas y hemos pasado mucho tiempo preparándonos para eso.
—Pero mamá, no he visto a Mindy en toda la semana —dijo Érica—. Y pronto se va a ir de viaje para visitar a sus tíos. La voy a extrañar.
—Bueno, ¿por qué no invitas a Mindy para que venga con nosotras al bingo? —Sugirió su madre—. Si ella quiere, yo puedo coordinar los detalles con su mamá.
—Está bien, le voy a preguntar —contestó Érica.
Al día siguiente, Mindy los fue a visitar.
—Mi mamá me pidió que le diera las gracias, señora Callister, por llevarme con ustedes. Tengo muchas ganas de ir al bingo navideño.
—Estamos felices de que vengas con nosotras —le dijo la señora Callister.
Al llegar a la residencia para ancianos donde vivía la abuela de Érica, las tres se dirigieron al salón comunitario. En el centro del salón había un árbol de Navidad hermosamente decorado. En el lugar instalaron mesas y sillas. Las decoraciones le daban al salón un animado ambiente navideño.
—¡Mis queridas Amy y Érica! —Exclamó la abuela—. Cuánto me alegra que hayan venido. Darla y Noé me han estado ayudando a preparar el salón, pero me alegro que ya estén aquí pues no nos vendría mal un poco de ayuda.
—Hola, Mindy. ¡Me dijeron que nos vas a acompañar en el bingo!
—Así es, señora Waverly —dijo Mindy—. Érica me contó todo acerca de su bingo navideño nocturno. Me gustaría ayudar.
—Entonces, será mejor que no perdamos más tiempo —dijo la señora Waverly—. Mis amistades van a llegar en una hora y todo debe estar listo.
Juntas trabajaron para dejar todo listo para el evento. Al llegar los primeros invitados, Érica y Mindy los guiaron a sus lugares, les ofrecieron una bolsita con regalos navideños y ayudaron a servir bocadillos y bebidas. Una vez que todos los invitados hubieron llegado, la señora Waverly tocó en el piano varios villancicos navideños y los invitados cantaron con ella.
—Érica, cariño, ¿por qué no nos cantas «Los 12 días de la Navidad»? —le preguntó su abuela.
—¿Está bien si Mindy canta conmigo? —Preguntó Érica—. Lo hemos practicado juntas para la presentación de Navidad de nuestro colegio.
—¡Por supuesto! —exclamó su abuela.
Las dos niñas se pararon al lado del piano y empezaron a cantar; hacia el final todos los invitados acompañaban cantando y batiendo palmas.
Cuando empezó el bingo, la señora Waverly les pidió a las chicas que se sentaran junto a dos de sus invitados para darles una mano. Mindy se sentó al lado de la señorita Harriet Plummer y Érica al lado del señor George Dooley.
—Aprecio su ayuda, señorita Érica —le dijo el señor Dooley—. A veces no oigo bien el número que cantan. Me gustaría que me ayude con eso.
—Con todo gusto —dijo Érica.
Empezó el juego, y Mindy y Érica ayudaron a sus nuevos amigos lo mejor que pudieron. Disfrutaron tanto de la velada, que antes que se dieran cuenta, el bingo estaba llegando a su fin.
—¡Miren! —Exclamó la señorita Harriet—. ¡Solo falta que digan el número 4 y habré ganado!
—Y el siguiente número es —dijo la mamá de Érica en voz alta—… ¡el 4!
—¡Sí! —Gritó Mindy—. ¡Ganaste! ¡Ganaste!
La señorita Harriet esbozó una gran sonrisa cuando le entregaron una canasta navideña rebosante de regalitos y refrigerios.
—¡Dios mío! —Exclamó ella—. ¡Qué linda sorpresa! ¡Y fíjense, esas son mis galletas favoritas! Por favor, Mindy, toma algo que te guste de la canasta. No podría haberlo logrado sin tu ayuda.
Mindy escogió una barra de chocolate.
—¡Gracias, señora Harriet! Me divertí mucho jugando con usted. Me alegro de haberla acompañado.
—Deberías acompañarnos en otra ocasión —dijo la señora Waverly, uniéndose a su amiga—. ¡Nos encantó tenerte con nosotros!
Cuando dejaron a Mindy en su casa, ella se acercó y le dio un abrazo a su amiga.
—Gracias, Érica, por pedirme que te acompañara. Me gustó que pude hacer algo esta Navidad para llevar ánimo y alegría. Eso me hace muy feliz.
—Así es —respondió Érica—. ¡Me alegra de que pudimos repartir juntas la alegría navideña a los demás!
Texto: Devon T. Sommers. Ilustraciones: Alvi. Diseño: Stefan Merour.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2016