Rincón de las maravillas
Cuentos del abuelito: Tesoros del mar: El bajón de don Ramón
lunes, febrero 21, 2022

¡Ding, dong!

—Hola, Damián —dijo el abuelo Diego al abrir la puerta de la casa—. ¿Vienes a ver a Tristán?

—Sí, quiero que conozca a mi amiga Chantal.

—Pasen —dijo el anciano—. Voy a avisarle.

Subió las escaleras y se asomó a la habitación de su nieto.

—Ha venido a verte Damián —anunció—. Ha traído a una amiga.

—¿No pueden venir en otro momento? —preguntó Tristán—. Ahora no tengo ganas de ver a nadie.

El abuelo entró en la pieza, cerró la puerta y se sentó en la cama.

—¿Ha pasado algo que me quieras explicar?

—No —contestó Tristán—. Es solo que ahora mismo no me apetece hacer nuevas amistades.

—Eso me recuerda un cuento sobre don Ramón. ¿Quieres que te lo cuente?

—Sí, claro.

—Invitemos a Damián y a Chantal para que también escuchen el cuento —dijo el abuelo.

—Está bien —contestó el niño.

*

Gobi se adelantó para buscar a don Ramón. Estaba ansioso por presentarle a su nueva amiga, la sirena Camila, ya que había sido gracias a los buenos consejos del viejo pez globo que se había hecho amigo de ella.

—¡Don Ramón! —gritaba Gobi yendo y viniendo por el arrecife.

«Creo que ya sé dónde está», se dijo.

Efectivamente, lo encontró en cierto rincón del banco de coral. Se le veía cabizbajo.

—¡Por fin! —exclamó el pececito—. Lo he estado buscando.

—Y ¿por qué? —preguntó el pez globo de mal humor.

—Porque quiero presentarle a Camila —contestó Gobi—. ¿Recuerda que le dije que había conocido a una sirena?

—No estoy para visitas —sentenció don Ramón.

—¿Pasa algo? —preguntó Gobi.

—¡No! —respondió el pez globo—. Como te dije...

—¡Gobi! ¡Gobi! ¿Dónde estás?

Era la voz de Camila.

Don Ramón suspiró.

En ese momento se asomaron un par de ojos al rincón donde estaba don Ramón.

—¡Hola! —exclamó Camila alegremente—. ¿Estaba escondido?

Don Ramón frunció el ceño.

—¿Para qué la trajiste? —le susurró enojado a Gobi.

—Lo siento —se disculpó el pececito—. Es que venía detrás de mí.

Camila se sentó cerca del pez globo.

—¿Es usted don Ramón? —preguntó sonriente.

—Así es —refunfuñó éste.

—¡Encantada de conocerlo! —dijo con simpatía—. ¿Quiere esta concha tan bonita que he encontrado?

El pez globo permaneció callado.

—Tal vez podemos venir en otro momento —propuso Gobi—. Don Ramón dice que ahora mismo prefiere estar solo.

—¡Lo siento! —dijo Camila, volviéndose otra vez hacia el pez globo—. ¿Hay algo que lo ha puesto triste?

—¿Por qué será que todo el mundo piensa que me ha pasado algo? —preguntó don Ramón enojado—. ¡Lo único que quiero es que me dejen tranquilo!

Luego se quedó callado, con cara de mal humor.

Gobi miró a Camila, la cual se encogió de hombros. Ambos se sentían mal por el hecho de que don Ramón estuviera deprimido y querían hacer algo para que recobrara el ánimo. Pero ¿qué?

Don Ramón se avergonzó un poco de su actitud.

—Siento haber sido tan antipático —dijo—. La verdad es que hoy las cosas no me han ido nada bien. Estoy muy gruñón.

—A mí a veces me pasa lo mismo —reconoció Camila.

—¿Qué haces para recuperar el buen humor? —preguntó el pez globo.

—Mi papá me enseñó una vez unos versos y me dijo que los recordara siempre que me fueran mal las cosas, porque me ayudarían a sentirme bien.

A continuación los recitó:

—Cuando me sienta deprimida,
meditaré en el amor
y en lo bueno de la vida,
y espantaré el mal humor.

—¡Qué bonitos! —exclamó Gobi.

—Y ¿eso da resultado? —preguntó don Ramón.

—Sí. Se trata de pensar en todo lo bueno que uno tiene —explicó la sirena—. ¿Quiere que lo probemos?

—De acuerdo. ¿Cómo se hace?

—Yo empiezo. Estoy contenta de poder disfrutar del agua refrescante del mar —manifestó Camila—. Gobi, te toca a ti.

—Yo me alegro de vivir en un arrecife tan bonito —dijo el pececito.

—Mmm... a ver —musitó don Ramón—. Yo estoy contento con mi rincón favorito en el banco de coral.

Nuevamente le tocaba a Camila.

—Yo siento alegría cuando pienso en las personas que me quieren.

—Yo me alegro de tener amigos con los que cualquier cosa se vuelve mucho mejor —anunció Gobi.

—Yo me alegro por la oportunidad de hacer nuevas amistades —dijo tímidamente el pez globo; y añadió—: Gracias por animarme. Tenía la moral por los suelos, pero me siento mejor luego de repasar algunas de las cosas buenas que disfruto.

—Yo también —admitió Gobi.

Camila sonrió.

—Me alegro mucho de que ahora se sientan más animados. ¡Me gusta hacer felices a los demás!

—Tengo una idea —dijo don Ramón—. No muy lejos de aquí hay un viejo barco hundido. ¿Quieren que vayamos a explorar?

—¡Qué emocionante! —exclamó Camila.

Y los tres emprendieron el camino hacia el barco, ilusionados con la aventura y más que nada contentos con aquella oportunidad de hacerse más amigos.

*

—Me gustan los cuentos de sirenas —comentó Chantal cuando el abuelo cerró el libro.

—El abuelo Diego conoce muchos cuentos interesantes —explicó Damián.

—Mi mamá dice que son especiales —añadió Tristán.

—Y ¿saben por qué? —preguntó el abuelo.

Los tres niños negaron con la cabeza al tiempo que exclamaban:

—¡No!

—Porque contienen enseñanzas importantes. En este cuento, ¿qué aprendió don Ramón?

—Yo creo que aprendió a estar más feliz y animado —respondió Chantal.

—Y tú, Damián, ¿qué crees que aprendió? —preguntó el abuelo.

—Que no hay que ponerse tan malhumorado —contestó Damián.

—¿Y tú, Tristán?

—Cuando don Ramón empezó a pensar en cosas buenas —dijo Tristán—, se le olvidó por qué estaba tan gruñón y pudo hacerse amigo de Camila.

—Excelentes respuestas —dijo el abuelo.

—Perdón por haber estado antipático antes —se disculpó Tristán—. Me alegro de que podamos hacernos amigos, Chantal. Y me alegro de que tú, Damián, ya seas mi amigo.

Moraleja: ¡Mira el lado bueno de las cosas! Anímate y recuerda todo lo que tienes y todas las personas que te quieren. Así te sentirás mejor.
Texto: Katiuscia Giusti. Ilustración: Agnes Lemaire. Color: Doug Calder. Diseño: Roy Evans.
Publicado en Rincón de las maravillas. © Aurora Production AG, Suiza, 2007. Todos los derechos reservados.
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Etiquetas: optimismo, cuentos del abuelito, audio, gratitud, tesoros del mar