Rincón de las maravillas
Cuentos del abuelito: Cuadrilla y Cía.: Cuestión de tesón
lunes, noviembre 21, 2022

Era un hermoso día de primavera. Tristán y su abuelo arrancaban malas hierbas y plantaban flores en el jardín.

El abuelo Diego dedicaba los sábados a la jardinería, y como su nieto en ese día no tenía clases, habían decidido plantar juntos unos bulbos y unas semillas.

Pero luego de colocar apenas tres bulbos, Tristán se dejó caer en el césped y dijo:

—¡Estoy aburrido!

El anciano, que estaba a pocos metros trabajando en un cantero de flores, se enderezó.

—¡Qué pena! No has terminado de plantar los bulbos de tulipán.

—Ya lo sé; pero ahora quiero hacer otra cosa.

—Te voy a contar un cuento mientras terminamos de plantar estos bulbos.

—¡Yupi!

* * *

Cerca de la obra donde trabajaba Cuadrilla y Cía. se estaba instalando un circo. Alrededor de la gran carpa de color amarillo y azul había otras más pequeñas, y también camiones, casas rodantes y jaulas para animales. Todo el personal colaboraba con los preparativos para la función.

En la obra, Mezclador de Hormigón le dijo a su hermano Lanzador:

—Me estoy aburriendo de pasarme el día haciendo girar mi tambor. Me gustaría probar algo distinto, más interesante.

—Yo también —le respondió Lanzador—. Yo lo único que hago es echar hormigón húmedo donde haga falta. ¡Ese es mi trabajo día tras día!

—Hagamos algo diferente —propuso Mezclador—. Como echarle un vistazo al circo.

—¿Estará bien? —preguntó su hermano.

—Yo puedo continuar mezclando allí; y tú igual tienes que esperar antes de hacer el siguiente trabajo.

—Es cierto, y no nos vamos a ausentar por mucho tiempo. ¡Vamos!

En el circo conocieron a Sergio, el presentador, que llevaba traje de etiqueta y sombrero de copa.

—¡Cómo les va, muchachos! —los saludó—. ¿Vienen a ver el circo?

—Sí, señor —contestaron.

—Acaba de terminar la primera función de hoy, pero ¡adelante!, miren todo lo que quieran.

A los dos hermanos se les pasó el tiempo volando. Al cabo de más de una hora…

—¡Uy! —exclamó Lanzador—. Tenemos que volver a la obra. A lo mejor podemos regresar mañana para ver el resto.

—Me apunto —dijo Mezclador.

En los siguientes días, ambos vehículos hicieron otras visitas cortas al circo.

—Me encantaría trabajar en un circo —comentó Lanzador—. Sería mucho más emocionante que lo que hago ahora.

—Hola, amigos —los saludó Sergio saliendo de su casa rodante—. Los he visto mucho por aquí en los últimos días. ¿Están preparándose para presentar un espectáculo circense? —agregó con una risita.

—¡Ojalá! —suspiró Mezclador.

—Lanzador —observó Sergio—, se me ocurre algo que probablemente podrías hacer bien. Mezclador te podría ayudar.

—¿De qué se trata? —preguntó emocionado Lanzador.

—En vez de lanzar concreto por la boquilla, podríamos colocar en tu tanque una mezcla de agua y jabón y podrías lanzar pompas al aire. ¡A los niños les encantaría! Hasta tengo un nombre para el espectáculo: «Pompas acróbatas».

—Me gusta la idea. ¿A ti no, Mezclador? —dijo Lanzador entusiasmado.

—Sí, me encanta —respondió su hermano—. ¿Yo qué haría?

—Tú puedes encargarte de atraer a la gente —explicó Sergio—. Serán un dúo estupendo. ¿Qué les parece?

—¡Cuente con nosotros! —exclamaron los dos.

—Pueden comenzar mañana si quieren —propuso Sergio—. Dejaré dicho que van a venir.

A la mañana siguiente, los dos vehículos se fueron directamente al circo para practicar. Estaban tan emocionados con su nuevo trabajo que no se les ocurrió avisar al capataz de que se iban a ausentar. El presentador echó en el depósito de Lanzador la mezcla de agua y jabón y les dijo que pasaría más tarde a verlos.

—Muéstrame la pompa más grande que puedes hacer —le pidió Mezclador a su hermano.

Éste sopló fuerte con la intención de que le saliera una pompa enorme. Pero como estaba acostumbrado a trabajar con concreto espeso y no con una mixtura de agua y jabón, salieron por la boquilla miles de pompas que cubrieron toda la zona aledaña.

—Parece que no me salió muy bien —reconoció riéndose—. Lo intentaré de nuevo.

Mientras tanto, en la obra, el capataz andaba preguntando a todos si habían visto a los hermanos De Hormigón.

—Ninguno de los dos vino a trabajar esta mañana —contestó Bulldozer—. Y en los últimos días se han ausentado a menudo.

—Me pregunto por qué —se dijo en voz alta el capataz—. Los necesitamos para comenzar a poner los cimientos del edificio. Todo está parado por ellos. ¡Esto no me gusta nada! Bulldozer, si los ves, avísame enseguida.

—Desde luego, jefe.

—Espero que no se hayan metido en ningún lío —musitó el capataz encaminándose hacia su remolque.

—Oye, Cavi, ¿qué pasa allá? —preguntó Mini.

—¿Dónde?

—En el circo. Mira todas esas pompas de jabón.

—¡Caramba, hay un montón de burbujas! Mira, han cubierto por entero algunas carpas y casas rodantes.

Las cosas no le iban bien a Lanzador. Por mucho que se esforzaba, no conseguía hacerlo bien, y por su boquilla salían miles de pompas que iban cubriéndolo todo. Al principio a los dos hermanos les pareció gracioso; pero al cabo de un rato Mezclador comenzó a impacientarse.

—¡Vamos, hazlo bien de una vez! —exclamó fastidiado.

—Hago lo que puedo, pero no me sale.

—¿Qué pasa? —dijo el presentador—. ¡Lanzador! ¡Mezclador! ¡Esto no es lo que les pedí que hicieran!

—Lo sentimos mucho, don Sergio —se disculpó Mezclador—. A Lanzador no le salen bien las pompas.

—Ya veo —respondió el presentador, a quien no le hacía ninguna gracia lo que estaba ocurriendo—. Desgraciadamente, Lanzador, voy a tener que desconectar tu bomba. Nos estás inundando de pompas de jabón, y a la gente no le gusta. Tal vez fue un error de mi parte pensar que me podían ayudar. Mejor que se dediquen a lo que saben hacer. Lo siento.

Los dos hermanos se alejaron desanimados en dirección a la obra dejando tras sí una estela de pompas de jabón.

—¿Qué son todas estas pompas? —les preguntó Bulldozer cuando llegaron.

—¡Qué más da! —dijo Lanzador en tono triste—. Prefiero no hablar del tema.

—¡Lanzador! ¡Mezclador! ¡Por fin los encuentro!

Era el capataz.

—Espero que tengan una buena justificación por haber faltado hoy al trabajo.

—Este… más o menos —musitó Mezclador.

Los dos hermanos explicaron lo sucedido en el circo, la oferta de Sergio y el desastre que habían armado.

—Lamentamos mucho no haber cumplido con nuestra obligación —confesó Lanzador—. Creíamos que formar parte del circo sería más divertido que trabajar en la obra. Pero no nos fue muy bien. No salió como esperábamos.

—Está bien —dijo el capataz—. Pero como hoy no vinieron, será necesario que mañana se presenten muy temprano para adelantar en el trabajo y ponernos al día. Espero que hayan aprendido la importancia de persistir hasta dejar las cosas terminadas.

—Sí, jefe —respondió Lanzador—. Estaremos aquí tempranito. Lo prometemos.

* * *

—Quiero seguir plantando los bulbos de tulipán —comentó Tristán cuando acabó el cuento—. Es bueno que persevere hasta terminar.

—Luego podemos ir a hacer otra cosa —explicó su abuelo—, lo que tú quieras.

—Gracias —contestó el niño—. Pensaré en algo divertido.

Moraleja: Es importante aprender a dejar los trabajos bien terminados. Aunque una tarea no sea tu favorita, si sigues hasta el final luego te sentirás satisfecho.
Texto: Katiuscia Giusti. Ilustración: Agnes Lemaire. Color: Doug Calder. Diseño: Roy Evans.
Publicado en Rincón de las maravillas. © Aurora Production AG, Suiza, 2008. Todos los derechos reservados.
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Etiquetas: diligencia, responsabilidad, relatos para niños, audio, cuentos del abuelito, cuadrilla y cía.