Rincón de las maravillas
Cuentos del abuelito: Cuadrilla y Cía: Más unidad en Navidad
lunes, noviembre 28, 2022

—¿Cómo van los ensayos para la función de Navidad? —preguntó el abuelo Diego a Tristán al entrar éste a la casa.

—La señora Blanco nos está enseñando un villancico —explicó el niño— y dice que una parte la cantaré yo solo.

—Estupendo.

—Es que soy el que tiene mejor voz —se jactó el pequeño—. De los otros niños, ninguno canta tan bien como yo.

Su abuelo arqueó las cejas.

—¿De veras?

—Por supuesto. Escucha cómo canto.

Tristán se puso a cantar el villancico que la profesora les estaba enseñando.

—Muy bien —lo felicitó su abuelo—. Tienes buena voz. Pero debes tener cuidado de no vanagloriarte de los dones que Dios te ha dado. Al jactarte puedes herir a los demás y llevarlos a pensar que no tienen tanto talento como tú.

—Pero ¿qué pasa si soy mejor que ellos?

—Aún así debes procurar animarlos para que se esfuercen todo lo posible. No todos tenemos talento para lo mismo, pero igual cada persona está especialmente dotada en algún sentido. Lo entenderás mejor con el cuento Más unidad en Navidad.

* * *

A Cuadrilla y Cía. le habían encargado la tarea de construir un set para filmar una película de Navidad. Todos estaban entusiasmados con la idea. Antes de empezar, los vehículos se sometieron a una revisión y algunos incluso a un repintado para que se vieran como nuevos.

—Confío en que cada uno de ustedes hará un trabajo de primera —les dijo el capataz—. Tengo una gran cuadrilla, pero ahora necesito que cada uno se esfuerce al máximo. ¡Que les vaya bien!

—Jamás se me había ocurrido que participaría en la construcción de un set de filmación —le comentó Mini a Cavi—. Nunca he hecho nada parecido.

—Yo tampoco —aclaró su compañera—, pero sabemos trabajar en equipo y somos una excelente cuadrilla. Me imagino que por eso nos lo han encargado a nosotros. No te preocupes. Haz tu labor como de costumbre y nos irá de maravilla.

—Gracias, Cavi —respondió Mini—. Fuiste tú quien me enseñó a hacer mi trabajo. Aprender de ti fue una bonita experiencia.

—Me alegro.

Los primeros días todo fue bien y se avanzó mucho. Sin embargo, después empezaron los conflictos entre algunos vehículos.

Un día, a la hora del almuerzo, Camión Grúa andaba de mal humor.

—No puedo seguir trabajando con Carmen —le dijo a Bulldozer—. Es muy mandona y quisquillosa porque está recién pintada. No puedo echarle nada encima sin que se queje de que le voy a arruinar la pintura. Me parece que trabajaría mejor solo.

—Te comprendo —respondió Bulldozer—. ¡Si oyeras a Cavi! No para de hablar de lo mucho que sabe de construcción. Se cree mucho más útil que yo. Voy a ver si encuentro algún otro trabajo en la obra en el que no tenga que estar cerca de ella.

Por otro lado, Cavi conversaba con Pinta Asfalto y Rodillo sobre lo flojo que le parecía Bulldozer.

—Y de los Hermanos Hormigón ni les hablo —añadió—. No entiendo por qué los incluyeron en la cuadrilla.

—Estoy esperando —anunció Pepe fastidiado—. ¿Qué se creen, que estamos de vacaciones? Tengo mucho que hacer. ¡A ver si nos ponemos las pilas!

Y se fue con gran estruendo.

—Pepe Volquete ha vuelto —comentó Cavi—. A él no le hicieron mejoras como a los demás. ¡Seguro que por eso está tan antipático!

—De todos modos, mejor que nos pongamos a trabajar si no queremos que se enoje aún más —propuso Rodillo.

—Yo no veo para qué lo necesitamos —dijo Cavi—. Podemos arreglarnos sin él. Que se enfade todo lo que quiera.

Más tarde el capataz salió para ver cómo iba todo. «Aquí hay algo que no anda bien», pensó.

Muchos vehículos a los que les había encargado que trabajaran juntos se habían separado. Otros se veían muy tristes. Se oían discusiones, y el trabajo se hacía de mala manera.

«Esto no me gusta nada —pensó—. ¡Vamos a tener que hacer algo si queremos terminar la obra a tiempo!»

—Hola, jefe.

Era la alegre voz de Mini.

—Hola —la saludó el capataz—. Me alegro de encontrar a alguien que esté haciendo lo que le pedí. ¿Tienes alguna idea de lo que está pasando?

—En realidad, no. He estado trabajando.

De pronto se escuchó un estampido. El capataz y Mini se dieron la vuelta para ver qué había ocurrido.

—¡Mira lo que he hecho por tu culpa! —gritó Camión Grúa.

Uno de los grandes postes de acero que Camión Grúa estaba levantando se había zafado y estrellado fuertemente contra el suelo. Por suerte, no había caído de mucha altura, y no había nadie debajo.

—¡No me eches a mí la culpa de tus errores! —replicó Carmen—. Por poco se me cae encima ese poste. ¡Imagínate, me habría rayado la pintura!

El capataz ya se hartó.

—¡CÁLLENSE, TODOS! —ordenó por los altoparlantes.

Toda la obra quedó en silencio.

—No me parece bien lo que está sucediendo hoy —continuó—. Me di una vuelta y no oí más que discusiones, peleas, alardes y conversaciones desagradables. Esta no es forma de trabajar, ¿no creen?

Nadie se atrevió a responder.

—¿Me permite decir algo? —preguntó Mini.

—Por supuesto —respondió el capataz—. Mini es la única que ha estado trabajando como es debido, mientras los demás reñían.

—Hola a todos —comenzó diciendo Mini—. Esta mañana estuve pensando que el trabajo que nos han encargado es estupendo. Me explico: jamás se me había ocurrido que participaría en la construcción de un set de filmación. Pero lo mejor de todo es que es para una película navideña. ¿Qué más podríamos pedir?

»Como saben, Jesús vino a la Tierra de un modo muy humilde. Era Rey de todo el universo, pero nació en un pequeño establo apestoso.

»Y aunque era una persona muy importante, nunca se jactó de ser alguien especial, ni de lo que era capaz de hacer; y eso que hizo muchas cosas que nadie podía hacer. Y si todos procuráramos ser más mansos y humildes, avanzaríamos mucho más».

—Exactamente —intervino el capataz—. Mini ha dado en el clavo. Cada uno de ustedes tiene una función bien determinada y está dotado de ciertas habilidades; pero tienen que cooperar unos con otros. Cada uno es muy necesario; por eso forman parte de la cuadrilla. Todos deberían comenzar por pedirse disculpas y luego deberían trabajar en armonía en lo que se les ha asignado.

Después de pedirse perdón, todos los vehículos reanudaron sus quehaceres, esta vez bien unidos, en equipo, y como era de esperar montaron unos escenarios fabulosos.

—Gracias por recordarnos el verdadero sentido de la Navidad —le dijo Bulldozer a Mini—. Lo principal es procurar amarnos y ayudarnos, tal como hizo Jesús.

* * *

Dos semanas más tarde, en la función de Navidad del colegio, Tristán, Damián y Tomás cantaron El tamborilero. Los tres lo hicieron muy bien. Luego hubo otros villancicos y una breve obra de teatro. A todo el mundo le gustó.

—¡Tristán, estuviste sensacional! —comentó su abuelo—. Tu interpretación ha sido fantástica.

—Gracias. Les conté a los demás la historia que me contaste. Nos esforzamos por trabajar en equipo, cada uno hizo su parte, y dio resultado.

—¡Desde luego! —exclamó el anciano—. Fue una función de Navidad extraordinaria. Me siento orgulloso de ti.

—Feliz Navidad, abuelito —dijo el niño dándole un abrazo a su abuelo.

—Feliz Navidad para ti también, Tristán.

Moraleja: La Navidad es una temporada para amar, manifestar cariño y ayudar a los demás. Cuando celebres la Navidad, acuérdate de pensar antes en los demás que en ti mismo. Eso es lo que te hará más feliz.
Texto: Katiuscia Giusti. Ilustración: Agnes Lemaire. Color: Doug Calder. Diseño: Roy Evans.
Publicado en Rincón de las maravillas. © Aurora Production AG, Suiza, 2008.
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Etiquetas: cuentos del abuelito, audio, cuadrilla y cía., navidad, relatos para niños