Era Sally, la pobrecita,
una alta y delgada jirafita.
Bajo un árbol se dejó caer,
pues no se sentía nada bien.
—¡AAACHIIIIISSSS!
Ay Dios mío, ay mi Dios,
¿ahora qué voy a hacer?
—dijo con un suspiro al desfallecer.
Su amigo fiel, Billy Cóndor,
voló hasta el árbol sombreado.
—Sally, ¿cómo va todo?
—le preguntó muy preocupado.
Ella trató de contestar,
pero solo pudo estornudar.
—¿No será que te resfriaste
con la brisa de esta tarde?
—Fui muy tonta e irresponsable,
me mojé y me resfrié al instante.
Oh, Billy, mi querido amigo,
a los consejos no presté oído.
—Aprendiste una buena lección,
—dijo su amable amigo volador.
Tus estornudos pronto pasarán
y de nuevo muy sanita estarás.
—En unos cuantos días más
podrás otra vez jugar y correr.
Pero mientras esperas
igual la puedes pasar bien.
—¿Qué te parece probar
algo que es muy distinto?
Utilicemos agradecimiento
hasta estar como al principio.
—Alégrate y suelta una risa
que todo no está mal, mi amiga.
Eres una gran jirafa aún
y tu cuello no ha menguado.
Eso fue realmente gracioso,
así que ella comenzó a contar
un chiste, luego una alabanza
y pronto se empezó a recuperar.
—Me esforzaré por descansar,
reír y una vida saludable llevar,
porque aunque esté enfermita
sigo siendo la misma jirafita.
Sally pronto estuvo sanita,
sin estornudos ni tosecita.
Estupendamente se sentía
comiendo hojas noche y día.
Texto: Koriane Qui. Ilustración: Sandra Reign. Color y diseño: Roy Evans.Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2021.