Martín era un ratón alegre,
vivía en una casa de madera,
corría día y noche por la casa
jugando y explorando zonas nuevas.
Cierto día vio por la ventana
un enorme perro adiestrado:
cada vez que su amo lo llamaba,
este obedecía de inmediato.
Esa misma tarde el buen Martín
con su hermano Plácido jugaba.
De pronto mamá Ratona dijo:
«Ya es hora de irnos a la cama».
Se acordó de aquel perro obediente
y aunque prefería seguir jugando,
dijo: «Sí, mamá» y directamente
guardó todo y enfiló hacia el cuarto.
Plácido, en cambio, muy molesto
arrastró los pies y puso mala cara.
Entre quejas, llantos y lamentos
dijo: «Yo no quiero irme a la cama».
Lo que no sabía el malcriado
era que mamá Ratona una sorpresa
con cariño había preparado
para quien primero obedeciera.
¡Tan rico era el pastel que había hecho
que Martín comió cinco porciones!
Comió hasta sentirse satisfecho,
que es lo que acostumbran los ratones.
Plácido aprendió aquel triste día
que obedecer es muy importante
y que cuando mami da la orden
hay que hacerle caso al instante.
Autor anónimo. Ilustraciones: Meg. Diseño: Stefan Merour.© La Familia Internacional, 2010